Miembro de una larga dinastía de valientes, este tercer Litri de la historia de la tauromaquia es nieto del Mequi que la abrió en el siglo XIX y hermano póstumo de aquel llorado Manolito Báez, del mismo apodo, al que un toro de Guadalest mató de una cornada en la plaza de Murcia en febrero de 1926.
Litri, mito vivo del toreo, sopla las velas de su 90 cumpleaños
- Medalla de las Bellas Artes, los viejos aficionados aún recuerdan de su descarnado valor
ABC · Madrid, 05/10/2020
Miguel Báez Espuny, aquel mítico Litri que junto a Julio Aparicio desenlutó el toreo tras la muerte de Manolete, cumple este lunes 90 años en su retiro onubense y ostentando, con su antiguo compañero de cartel, el pasajero título de decano de los toreros.
Miembro de una larga dinastía de valientes, este tercer Litri de la historia de la tauromaquia es nieto del Mequi que la abrió en el siglo XIX y hermano póstumo de aquel llorado Manolito Báez, del mismo apodo, al que un toro de Guadalest mató de una cornada en la plaza de Murcia en febrero de 1926.
Antes y entre ambos hermanos se sitúa el eslabón que unía al caído y al triunfante: el primero de los Litri, diestro modesto que, tras la tragedia murciana, abandonó su propia viudez para casarse con la misma viuda del hijo caído y engendrar a este otro ya nonagenario que ha sido el más importante torero de la familia.
Nacido el 5 de octubre de 1930 en Gandía (Valencia), de donde era su madre, este Litri se crió, por supuesto, en Huelva, allí de donde era su familia paterna y allí donde él también se inició pronto en un oficio que en su casa se entendía como un despliegue de arrojo y entrega absoluta ante las astas.
Vistió su primer traje de luces con 16 años, en Valverde del Camino, solo veinte días antes del encuentro de «Islero» con Manolete en Linares. Y en apenas dos temporadas ya estaba preparado para ayudar, con su valor y sus triunfos a golpe cantado, a que la España taurina se quitara el luto por el Monstruo.
Junto con el madrileño Julio Aparicio, Miguel Báez Espuny formó a finales de la década de los cuarenta la pareja de novilleros más famosa de la historia, hasta el punto de que el onubense llegó a sumar en 1949 un total de 115 actuaciones, batiendo el récord de Juan Belmonte y a falta aún de mucho tiempo para que se lo superara Manuel Benítez «El Cordobés».
La próxima semana se cumplirá también el 70 aniversario de su alternativa, la que el 12 de octubre de 1950 les concedió a ambos en Valencia el gran Cagancho, el gitano de los ojos verdes, con apenas veinte minutos de diferencia; justo los que ahora separan la breve primacía de Aparicio sobre Litri en el decanato de los matadores de toros.
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Con idas y venidas -ya dejó los ruedos temporalmente, y con muchos millones en el banco, tras la temporada del 52- el más destacado de los Litri fue un torero singular, heterodoxo, que apuró el ajuste de los pases desde la base de un estoico valor manoletista que contrastaba con el clasicismo de su más habitual compañero de cartel.
El gran escritor Néstor Luján, en su libro "Historia del toreo", dijo de él que "tuvo aquel estoicismo lúgubre, aquella tozuda decisión familiar de su estirpe de místico de una sombría secta del valor".
Y fue así, con dicha puesta en escena, por esa genética manera de plantear las faenas de muleta, en la que buscaba el efectismo del alarde y la cara más espectacular del valor descarnado, como acabó por abrir una corriente artística del toreo que tuvo abundantes seguidores durante los 50 y los 60 del pasado siglo, y que se dio en llamar «tremendismo».
Litri fue el fundador, pues, de un estilo que ponía en pie a los públicos sencillos, ansiosos de mayores emociones durante los años grises de la posguerra, tomando de los valientes sin dobleces, de esos toreros, aparentemente tan desesperados como ellos, el modelo para salir también adelante entre la estrechez y las necesidades.
Pasados los años, tras protagonizar una famosa película -«El Litri y su sombra»- y tras su tardía boda con Conchita Spínola, el ya veterano Litri solo volvió a torear en puntuales ocasiones, como la de la reinauguración del coso de La Merced de su Huelva natal, donde toda su dinastía se inició en el toreo.
Y, ya por última vez, también el 26 de septiembre del 87, para así poder darle la alternativa, en el anfiteatro romano de Nimes (Francia), a su hijo Miguel, el último Báez Litri que, hasta el momento se ha enfundado el traje de luces.
Después de que el Gobierno le concediera la Medalla al Mérito de las Bellas Artes en diciembre de 1998, Litri padre, como todos le conocen ahora, se recluyó en sus playas de Huelva, donde acostumbró a recibir como gran anfitrión a sus legiones de amigos, más admiradores incluso de su gigantesca bonhomía que de su valor como torero.
Y este lunes, con salud pero sin poder ya evocar su histórico paso por el toreo, será allí también donde celebre esos 90 años con los que, al paso del tiempo y de las leyendas, se ha convertido en el matador de toros más longevo de la actualidad, cuando todavía quedan algunos que le recuerdan poniendo las plazas boca abajo.
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