Esta tarde, un torero humilde y maduro, apodado Rafaelillo, dio gloria al toreo. Por nuestra parte le dimos esa oreja que le supo a gloria. Por lo que hizo y por lo que es, uno de los nuestros. Va por él. Gloria a ti, Rafaelillo.
Jean-Charles Olvera - España
Opinión y Toros / 5 Junio 2022
No había que llegar tarde pues lo mejor de la corrida lo vimos con la faena y la espada de Rafaelillo al abreplaza de Adolfo Martín.
El diestro murciano tuvo una actuación llena de autenticidad y de verdad frente a Mentiroso, paradójicamente mal nombrado y único ovacionado del lote. El albaserrada se rindió a su mando, poniendo finalmente Rafaelillo el listón muy alto al resto de la tarde, lo que vieron sus compañeros y un público que llenaba la plaza y que observó con recogimiento lo que era torear sin artificios.
Fue simple y claro, encontrando el sitio, cargando la suerte y embarcando toro y afición en un final de faena a más, con tandas de gran impacto por naturales y derechazos, rematadas con un estoconazo sin puntilla. El toreo de siempre en manos de un torero maduro, curtido en las mil batallas.
Pocos se imaginan, en efecto, lo que este hombre ha tenido que lidiar y matar en las corridas toristas que se dan por lo menos una vez en todas las ferias francesas y en las cuales siempre actuó con solvencia, de esas corridas que darían pesadillas a cualquier otro valiente.
La oreja obtenida esta tarde tras petición unánime fue una recompensa anhelada tras una larga carrera llena de injusticias y de dramas, como su última cogida contra las tablas con un Miura en Pamplona el 14 de julio 2019.
Han pasado tres temporadas desde el milagro navarro y esta tarde por fin pudo saborear el éxito como se lo merece. Dio gusto ver al matador con esa felicidad que transmitió a los tendidos, dando una vuelta lenta con ese saludo final lleno de gracia que respiraba plenitud.
Gran ovación escuchó también tras la muerte del cuarto toro tras una lidia difícil con un veleto peligroso al que arrancó algunos medios pases, sin inmutarse. Más no se le podía pedir. Dejó el toreo precipitado que antes era parte de su peculiaridad y defecto, para una lidia depurada que llega directo al tendido.
Tampoco ayudó el resto del encierro cinqueño y descastado de Adolfo Martín. Manuel Escribano tuvo que enfrentar al quinto malo que resultó ser una verdadera alimaña muy peligrosa y tobillera, al que recibió a portagayola, siendo volteado dos veces con la franela tras intentar sacar pases dando la cara. Actitud irreprochable del hispalense que mató de entera desprendida certera. Poco más con el segundo, destacando su espectacular par al violín.
Lo de Alejandro Talavante fue algo patético. Se fue con gran bronca, naufragando en la arena. Tuvo eso sí la gesta, como supuesta figura del toreo, de apuntarse en la corrida de “Adolfo”, que finalmente le quedó en un toro, el tercero, el sexto siendo cambiado por inválido por un sobrero mal presentado de Garcigrande, encaste Domecq. Lamentable por cierto no sortear sobreros de la misma ganadería o encaste en pleno ciclo ferial de San Isidro.
Aunque fuesen dos toros diferentes, Talavante no pudo con ninguno. Nos dejó muy escépticos sobre su estado anímico. Sin sitio, sin ganas, desprevenido y matando su lote fea y descaradamente. Un torero desorientado que perdió los papeles en su cuarta tarde isidril de un regreso que fue a menos y de poco sabor.
Mal también el monosabio de la cuadra de caballos que coleó como si estuviera en su patio este mismo sexto sobrero, muy encelado en el peto, algo que ocurre y que es parte de la lidia del tercio de varas que no tiene que interesar al tal protagonista que salió con gran bronca. No es normal ver estas cosas en el primer coso del mundo. Algo falla en Las Ventas.
El que no falló en toda la tarde fue, sin lugar a dudas, Rafaelillo. Su salida final muy ovacionada tenía un sabor indiscutible a gloria.
Y justamente, en pleno Pentecostés que concluye mañana este San Isidro, mi pensamiento saliendo de la plaza tenía que ver con este periodo religioso cristiano en el cual damos nuevamente Gloria al Señor.
Esta tarde, un torero humilde y maduro, apodado Rafaelillo, dio gloria al toreo. Por nuestra parte le dimos esa oreja que le supo a gloria. Por lo que hizo y por lo que es, uno de los nuestros. Va por él. Gloria a ti, Rafaelillo.
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