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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 29 de abril de 2025

Cuarta de Madrid. Solvente y rigurosa corrida de los legendarios Saltillo. De un día para otro y del día a la noche. Campos & Moore


'..Si entramos en los asuntos taurinos de la corrida de ayer, no podemos pasar por alto que los aficionados que hemos vivido todo lo programado este fin de semana entre San Agustín y Madrid nos hemos dado cuenta de lo que significa la diferencia que puede darse en la vida «de un día para otro», y la establecida entre «el día y la noche»..'

PEPE CAMPOS
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid.
Domingo, 27 de abril de 2025. 'Salmonetes ya no nos quedan' blogspot
Cuarta corrida de toros de la temporada madrileña. Solvente y riguroso encierro de Saltillo. Cerca de media entrada. Tarde primaveral.

Toros de Saltillo (procedencia Marqués de Saltillo), muy bien presentados, serios, de fina lámina y buena encornadura, proporcionados, cárdenos, cinqueños (2º y 3º), corniveletos (3º y 4º). Nobles, que dieron buen juego. Tomaron tres varas (2º, 3º, 5º y 6º). El quinto de condición brava, ovacionado en el arrastre. También fueron aplaudidos en el arrastre, 2º, 3º y 6º.

Terna: Javier Castaño, de Cistierna (León), de blanco y oro; veinticuatro años de alternativa; dos festejos en 2024; silencio y silencio. Luis Gerpe, de Seseña (Toledo), de verde y oro, con cabos blancos; nueve años de alternativa; cuatro festejos en 2024; silencio tras dos avisos, y vuelta al ruedo por su cuenta, muy protestada. Cristóbal Reyes, confirmaba la alternativa, de Jerez de la Frontera (Cádiz), de burdeos y oro, con cabos blancos; cuatro años de alternativa; silencio tras dos avisos y silencio tras dos avisos; un festejo en 2024. Javier Castaño se lesionó en el aductor del muslo derecho en la lidia del cuarto toro, lo que le obligó a pasar a la enfermería.

Suerte de varas. Una escabechina. Picadores: Primer toro —Francisco Javier Ortiz—, primera vara, trasera y caída tras rectificar, pegándole fuerte al toro; segunda vara, trasera, con metisaca, el toro sale suelto. Segundo toro —Teo Caballero—, primera, trasera, rectifica en dos ocasiones, le pega duro al toro, con metisaca y le tapa la salida; segunda, trasera, el toro sale suelto; tercera, detrás de la cruz, el toro se repucha y sale suelto. Tercer toro —Antonio Peralta—, primera, en suerte, trasera tras rectificar, dándole al toro con mal estilo, le tapa la salida; segunda, en suerte, trasera y caída, se para el astado y sale suelto; tercera, en la paletilla, le da con saña y el toro sale suelto. Cuarto toro —Javier Martín—, la primera, detrás de la cruz, le pega duro, el toro sale suelto; la segunda, detrás de la cruz y el toro sale suelto. Quinto toro —Antonio Fernández—, la primera, muy larga, trasera, sale al capote; segunda, detrás de la cruz, sale al capote; tercera, la toma de largo, marra y rectifica, detrás de la cruz, el toro se acuesta. Sexto toro —Helder Pires—, la primera, muy trasera; la segunda, rectifica, caída y de nuevo muy trasera, el toro se repucha y pierde las manos; tercera, la toma de lejos, detrás de la cruz, con fuerte castigo.

Muchos de los asistentes congregados ayer en Las Ventas habían asistido durante el fin de semana a la Feria del Aficionado en San Agustín de Guadalix. Por ello, la ración tomada de buenos toros, del gusto del aficionado exigente, estaba más que satisfecha; aún así, la corrida de Saltillo en Madrid vino a ser un perfecto y necesario colofón a lo vivido en San Agustín (una novillada y dos corridas), pues el buen aficionado a los toros es insaciable y quiere ver siempre más toros, si estos son de bella lámina, de buenas cabezas, con edad y libras, y de comportamiento bravo y fiero. Y los toros del legendario encaste de Saltillo no defraudaron, sino que dieron un variado y excelente juego, colmando el deseo de disfrute de ver auténticos toros, una enfermedad endémica que padecen los aficionados venteños. De inicio el festejo comenzó con una ovación al diestro Javier Castaño que esta temporada se retirará de los ruedos, tras muchos años de brega, pequeñas satisfacciones y muchos sufrimientos. Anteriormente, tras el paseíllo se guardó un minuto de silencio por la muerte del Papa Francisco, un santo padre que posiblemente en su fuero interno fuera antitaurino y que gustaría —en sus momentos de asueto— de estar apegado a la lectura de la bula De Salute Gregis dictada en 1567 por Pío V, con la que pretendía prohibir los «espectáculos donde toros y fieras en plazas se corren». Toda una suerte para nuestro Presidente del Gobierno Pedro Sánchez, pues el hecho de que no fuera expedida una nueva bula con estos propósitos —digamos, debida al Papa Francisco I—, le ha ahorrado tener que contestarle a él y al mundo, que «no conviene se haga novedad» en asunto que «es una costumbre muy antigua y goza de general aceptación» en los reinos de España. En fin, queramos o no, los toros siempre en el centro del universo.

Si entramos en los asuntos taurinos de la corrida de ayer, no podemos pasar por alto que los aficionados que hemos vivido todo lo programado este fin de semana entre San Agustín y Madrid nos hemos dado cuenta de lo que significa la diferencia que puede darse en la vida «de un día para otro», y la establecida entre «el día y la noche». Así son las cosas. De un día para otro todo puede cambiar, y no es lo mismo la luz que las tinieblas. De hecho, por un lado dos de los diestros que torearon ayer tarde en Las Ventas, Luis Gerpe y Cristóbal Reyes, habían toreado la tarde anterior en San Agustín de Guadalix (ante toros exigentes de Prieto de la Cal y de Cuadri, estos últimos, de comportamiento encastado y bravo), y si en el pueblo madrileño el sábado no estuvieron muy duchos, en la capital el domingo (con los Saltillo, que hemos denominado solventes y rigurosos) tampoco estuvieron versados. Ahora bien, los picadores variaron su línea de acción. Señalemos que de los seis picadores que actuaron en Madrid ayer, cinco habían hecho el paseíllo en San Agustín, en los festejos citados. Incluso, dos de ellos, Javier Martín y Javier Ortíz habían sido premiados en esa Feria del Aficionado, por sus buenas maneras como varilargueros. Pues bien, en Las Ventas, en la tarde del domingo, sufrieron transformación —transfiguración— pues de las buenas formas pasaron a aviesos procedimientos; si en San Agustín, todo era hacer toreramente la suerte de varas, con colocación ortodoxa de la puya, en Madrid, todo fue ordinariez en los modos y certero desvío de las puyas hacia los lomos y los bajos de los astados para conseguir derrengarlos, disminuirlos e inutilizarlos. A pesar de ello, del destrozo planificado y perpetrado ante los toros de Saltillo, la mayoría de los ejemplares embistieron con nobleza en las faenas de muleta, posibilitando un triunfo a sus matadores que no supieron o no pudieron alcanzar. Dejemos ahí el asunto de la intencionalidad. Porque el picador es el personaje malo de la película taurina, pero, es posible, que el guión sea escrito por el matador de toros que le contrata o bien sea una realidad del sistema del orbe taurino que no se quiere arreglar o no tiene arreglo. Por todos es conocido que la ejecución de la suerte de varas —que todo el mundo lo sabe y lo conoce—, junto a las buenas lidias a favor de los toros, es el fundamento de que los astados embistan en condiciones, y si no se cuida esta suerte será porque hay intereses ocultos en las ambiciones de los toreros, que no coinciden, para nada —por lo que se ve— con los anhelos y sueños de los aficionados.

Los toros de Saltillo de ayer ofrecieron la posibilidad del triunfo a sus matadores. Su juego fue noble, lejos de la fiereza que en muchas ocasiones han mostrado ejemplares de esta ganadería en corridas del pasado (en el recuerdo Cazarrata, lidiado en Madrid en 2016). Fueron nobles, pero no borregos sino toros. Si acudimos a lo que escribe el responsable actual de Saltillo —Joaquín Moreno de Silva— en el excelente libro Memorias del campo bravo (2024), los toros de Saltillo de ayer no estuvieron distantes a los que dejó escrito el ganadero: «El toro de Saltillo es un toro diferente por ser su pelo cárdeno, sus ojos muy despiertos y por la emotividad de su comportamiento en el ruedo, siendo muy diferentes a otros encastes para lo bueno y para lo malo». Es lo que vimos en el ruedo de Madrid, ayer tarde. Y, también, lo que experimentaron los matadores que formaron la terna, en el siguiente orden. Javier Castaño, hermano mayor de Damián Castaño que se entretuvo ese mismo día por la mañana en San Agustín en despachar a seis serios y bravos toros de Dolores Aguirre, gesta que no tiene casi ninguna de las figuras que han liderado el escalafón en los últimos treinta años. Javier Castaño, un diestro conocido del público madrileño que consiguió reunir a cuatro magníficos toreros en su cuadrilla: Marco Galán, David Adalid, Fernando Sánchez y Tito Sandoval —en 2013 dieron una histórica vuelta al ruedo en el coso de Las Ventas tras una magnífica lidia a un toro de Cuadri—; una cuadrilla que no gustaba en los círculos taurinos tan dados a defender lo plano, lo vacuo y lo inane, para que sólo las denominadas figuras de relumbrón se luzcan ante el toro aborregado. «De aquellos polvos vienen estos lodos». 
Pues bien, a Javier Castaño, que atesora una trayectoria digna, andando el tiempo le ha llegado el año de su retirada, y en Madrid se ha despedido sin pena ni gloria. Permitió que se castigara mucho en el caballo a sus dos toros, más luego ante un toro potable, el segundo de la tarde, tras iniciar la faena por bajo, demostró no poder con el astado, en terrenos del diez, en series sin estar bien colocado, con la pierna retrasada, en tres tandas por la derecha y una final de trámite al natural donde ya el toro no daba más. Lo mató en la suerte natural, de media trasera y atravesada; el toro iba a morir en los medios, se levanta y dobla en tablas del tendido ocho. En el cuarto de la tarde, un toro que se le revolvía por el pitón derecho, tras torearle de inicio por bajo se le cae —mucho castigo en varas—, en terrenos del ocho, por el izquierdo el toro ya no pasa, y decide matarle tras tres pases por bajo, en la suerte natural, de cuatro pinchazos y tres descabellos. Un final sin relieve en Madrid para una historia táurica áspera.

Luis Gerpe, dispuso de un buen lote. A su primero, un toro noble que no iba muy largo, pero se desplazaba lo suficiente, muy castigado, inicia la labor de muleta por bajo, en terrenos del nueve, después en las tandas, se muestra encimista, con mala colocación —atravesado a la trayectoria natural del toro—, en las tandas con la diestra, poca enjundia, y en las de la zurda, lo mismo. Sin relieve. El toro va sacando dificultades propias de una lidia poco apropiada y lo mata, sin muletazos de remate, de una estocada en la suerte natural, delantera, tendida, caída, quedándose en la cara. El toro morirá finalmente en tablas del seis y del cinco, tras un descabello, otra estocada delantera caída, de la que se levanta en dos ocasiones para que su matador reciba dos avisos. En el quinto de la tarde, un buen toro. Inicia la labor por bajo en el siete, después, le acorta la distancia, y con mala colocación se ve desbordado, no le lleva ni con mando ni con temple. El toro se va descomponiendo. No le corre la mano en los muletazos a diestra y al natural. El toro llega a empitonar a Gerpe al quedarse en la cara del astado en el cierre de un muletazo. Al final de la faena el toro muestra su condición primigenia de embestir a distancia que nunca pudo mostrar, y a tomar el engaño con obediencia de haber acople y no muletazos de ahogo y de mano alta. Lo mató sin muletazos de remate, de una estocada en la suerte contraria, delantera y caída. El toro muere en el nueve.

Cristóbal Reyes, en el toro de la confirmación, que recibió a porta gayola, con la muleta, no pudo con las buenas tendencias de un toro muy mal picado. En terrenos del nueve, tras sacarle a los medios es desarmado, el toro pierde las manos; al natural, muy desiguales las tandas. Muestra un buen pitón derecho, y la labor de Reyes sube algo de tono, con el compás abierto, en un esfuerzo más aparente que real. Lo machetea por bajo. Y lo mata tras dos pinchazos y una estocada corta en la suerte natural y tres descabellos. En el último toro de la tarde, con un buen pitón izquierdo, Reyes corre mal la mano. En terrenos del ocho. Por la derecha muy encima del animal. Al natural, se entona algo el trasteo por ser el pitón bueno, pero sin transmitir toreo bien llevado. Lo mata de cinco pinchazos en la suerte natural y una estocada en la suerte contraria, caída.

En la lidia y en banderillas destacó Iván García, que domina los tiempos, los terrenos y los engaños. En líneas generales banderillas caídas y lidias poco lucidas. Todo lo contrario de lo que las cuadrillas habían ensayado en San Agustín de Guadalix pocas horas antes.



ANDREW MOORE



















FIN

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