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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 15 de agosto de 2012

MÁLAGA: Los Guardiolas vistos por el ojo de la cerradura en Málaga

El primero de la tarde

Interesante corrida de toros a la que pegarán de lo lindo los de siempre, tan a contraestilo del toreo contemporáneo. Sólo con tratar de imaginarse frente a ella a Morante, a Tomás, a Manzanares, a Cayetano o a July ya entra la risa floja

Los Guardiolas vistos por el ojo de la cerradura en Málaga

José Ramón Márquez
Pensaron hacer una corrida en la que se tratase de enaltecer la suerte de varas y no hubo más remedio que pensar en los Guardiola. Es que, si miras lo demás, se caen los palos del sombrajo, porque ¿qué suerte de varas ni qué leches les vas a hacer a los de El Pilar, a los Garcigrande, a los Jandillla...?

Entonces se eligió la de Guardiola, que, en puridad puede decirse que es, y pongamos en la cuarentena de lo posible a la de Alcurrucén, la única corrida de toros que está anunciada en el bonito cartel de la feria de verano 2012.

La idea, como es natural, no salió de los estamentos taurinos, faltaría más, sino de una asociación de Aficionados Prácticos que propusieron la idea de pintar en el ruedo el ‘ojo de la cerradura’ en el que algunos pensamos que se halla la posible salvación o reinvención de la suerte de varas. Además, para que se vea la decisión de su propuesta, instituyeron un premio de quinientos euros como reconocimiento al mejor picador de la tarde. Así somos los aficionados, con nuestras diferencias, que nos pierde el amor que le tenemos a la Fiesta, a diferencia de la mayoría de los llamados ‘profesionales’, de los cuales lo más suave que puede decirse, y aquí hay realmente pocas excepciones, es que todo esto les importa un pito y que, detrás de ellos, el diluvio. Y aquí está como ejemplo el ojo de la cerradura.

Llamaba la atención al entrar a la Plaza el hecho de que junto al ojo de la cerradura estuviesen también pintadas las famosas dos rayas concéntricas de protección del picador. Eso no era un buen augurio. En seguida se vio que la cosa no iba a ser como nos habíamos imaginado cuando ya Fundi puso a su primero fuera del círculo, más cerca del caballo, y el picador se limitó a hacer lo de siempre: poner el caballo atravesado, tener montada la vara y cerrar la salida al que se empleaba. Nada nuevo. Puede decirse que no hubo un solo toro al que se pusiese en el sitio y, cuando se les llegó a poner con un poco más de distancia, la actitud de los picadores fue tan pasiva, tan deseosa de que el toro no se arrancase, simulando actitudes, levantando el palo sin interés alguno en que el toro acudiese, evitando dar el pecho del caballo o salir de la amada protección de la cercanía a tablas, recibiendo al bicho con la panza o con la grupa del caballo, que llegaba de forma neta la percepción de que ni los toreros ni los picadores veían otra cosa que las sempiternas dos rayas concéntricas de defensa del picador, las rayas del taurineo, las de toma el dinero y corre, y que la cerradura de los aficionados, la de enaltecimiento y puesta en valor de la suerte de varas, ni existía, porque ellos del aficionado lo único que quieren es el dinero que contiene su cartera y su aplauso bovino y nada más.

Y si los picadores, subidos en sus chaisses-longues de guata, temían la acometida de los Guardiola, no digamos la que se preparó por la parte del peonaje, la tremolina de capotes, la capea de gente moviéndose por el ruedo sin ton ni son, las bregas faltas de eficacia, las pasadas en falso, las carreras a vida o muerte y las tomas de olivo. Con eso tenemos el retrato del miedo que emanaba de los seis moritos que vinieron de El Toruño. Corrida encastada, muy seria, muy armada, muy bien criada, entre la que destacó el tercero, Financiero, número 40, precioso toro de Villamarta, de purísimas líneas, retrato del toro de lidia altivo y engallado que contrasta con lo que cada día vamos viendo por esas Plazas, con esos deplorables bichejos de Salvador Domecq del otro día en El Puerto o las chinelas de Gijón para Morante y el July.

La corrida, pues, bien presentada, ofensiva y de una grandísima seriedad, encastada y tirando a mansa en su conjunto; el toro de lidia, vamos. Sin la mala intención de los de Madrid en San Isidro, pero con bastante que torear. Mucho trabajo para tan poca concurrencia, pensarían los espadas, así que optaron por tirar cada cual por su calle de en medio.

La de Fundi fue la de presentar batalla a su primero, toro complicado y con memoria a base de presentarle la muleta planchada y de tirar de él. La verdad es que fue emocionante el trasteo del de Fuenlabrada con ese toro al que finalmente consiguió arrancarle un par de redondos con el toro muy sometido, muy toreado. Faena de torero viejo, faena de gran oficio que será incomprensible para los que quieren el toreo de detener el tiempo y esas zarandajas. Sólo faltó el remate con la espada. En su segundo, apenas tuvo opciones. Fue el toro más blando del encierro desde que se dejó la vida empujando y levantando a base de riñones la guata que cubre al penco, mientras recibía las caricias de la acerada puya en su espalda. Fundi lo mató mal, de nuevo.

La calle de en medio de José Luis Moreno apenas si pasaba por la corrida de Guardiola. Estuvo mal en su primero y muy mal en su segundo. Sin paliativos. Mató a la última después de no intentar nada adecuado a las condiciones de los toros y se fue, como vino, por su propio pie.

A Bolívar su calle le llevó por la acera de la vulgaridad. Empezó su faena al tercero con la infumable pedresina a base de tesón, porque el toro no se arrancaba, y luego continuó en una serie de redondos muy encajado con el toro y tirando de él con mando. Después de la tournée ésa que se suelen dar los toreros entre una tanda y la siguiente, el toreo ya no planteó las cosas con idéntica claridad de ideas, optando por ponerse por afuera, cuando el toro demandaba que se le pisase el terreno y que se le bajase la mano, sometiéndole. La vibrante embestida de Financiero se perdió en esa falta de toreo y ahí se perdieron también la posibilidad del lucimiento del toro y la posibilidad del triunfo de su matador. Al sexto, Lagartijero, número 147, lo trasteó con desconfianza proponiéndole una lidia más apropiada para los de El Pilar de pasado mañana, a los que da realmente igual lo que se les haga. Ayer, con el toro de lidia, no es permisible andar acompañando el viaje sin mandar, sin torear. Al final la sensación era que el toro toreaba al torero hasta que le desarmó y entonces Bolívar decidió coger el estoque y dar fin al trasteo.

Interesante corrida de toros a la que pegarán de lo lindo los de siempre, tan a contraestilo del toreo contemporáneo. Sólo con tratar de imaginarse frente a ella a Morante, a Tomás, aManzanares, a Cayetano o a July ya entra la risa floja.


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