"...Es cosa conocida que el argot de los galenos está vetado para el resto de la humanidad, y, a veces, como en este caso, da la impresión de que se escribe de manera deliberadamente oscura para que no se entienda nada..."
¿Qué ha pasado con El Juli?
Por Antonio Lorca
El Juli se recupera ya en su domicilio extremeño de la grave cogida que sufrió el pasado 19 de abril en la plaza de la Maestranza de Sevilla. Desde aquel viernes de feria hasta hoy ha sido intervenido tres veces y se ha recorrido media España, pues las dos primeras se realizaron en la capital andaluza, y la tercera en Zaragoza, después de que el torero pidiera el alta voluntaria y decidiera ponerse en manos del doctor Val Carreres, cirujano jefe de la plaza maña, cuando había comunicado que se dirigía a Madrid.
Se han publicado varios partes médicos, han hablado los cirujanos, tanto Octavio Mullet, jefe del equipo de la Maestranza, como el de Zaragoza, y, al final, lo único que ha quedado claro es que no se sabe lo que ha ocurrido. Es cosa conocida que el argot de los galenos está vetado para el resto de la humanidad, y, a veces, como en este caso, da la impresión de que se escribe de manera deliberadamente oscura para que no se entienda nada.
Cuando parecía que todo se desarrollaba con normalidad, el torero vuelve a entrar en el quirófano por segunda vez; y lo más curioso: El Juli abandona la clínica sevillana a primerísima hora de un sábado y se planta en Zaragoza, donde fue intervenido de nuevo. A continuación, los cirujanos -personas de buen talanate y mejores compañeros- se enzarzan en unos juegos florales muy educados que no vienen más que enrarecer el asunto y despistar al ciudadano interesado.
Total, que no te enteras, y la impresión de la calle es que el equipo médico de la Maestranza se ha equivocado en el tratamiento y se resiste a reconocer su error. No digo que esta sea la verdad, sino lo que se desprende del curso de los hechos y del oscurantismo de los protagonistas.
Algo debió ocurrir para que el torero decidiera poner tierra por medio y pedir ayuda a otro médico a muchos kilómetros de distancia. Se dice por Sevilla que ni Julián López ni Roberto Domínguez, su apoderado, son personas fáciles, pero aunque así fuera, que no lo sé, no se justifica así como así una decisión como la que adoptaron si no hay motivo suficiente que la ampare.
En fin, que El Juli ya se recupera felizmente en su casa después de un calvario, y seguimos sin saber la verdad de lo sucedido.
Pero eso no es lo grave. Lo preocupante es que ha quedado en entredicho el prestigio del muy valorado siempre equipo médico de la Real Maestranza de Sevilla. Casi con toda seguridad, los médicos no volverán a hablar del asunto, y preferirán la sombra de la duda a la verdad. Se equivocan. Un error, si es que lo ha habido, es humano y comprensible. Lo imperdonable es que permitan que se expanda la desconfianza.
Es importante que se sepa qué ha pasado con la convalecencia de El Juli. Quizá, un caso de mala suerte. Puede ser, pero que se explique. O un error, por qué no. Humano es, y quien no lo haya cometido que tire la primera piedra.
La categoría, la trayectoria y la profesionalidad de los miembros del equipo médico de Sevilla exigen que no se dé carpetazo. Es necesaria una explicación.
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