"...A Serafín Marín le echaron un sobrero con cerca de setecientos kilos que acumulaba con usura todas las malas ideas que puede tener un toro. Y con dos leños de aquí te espero..."
De mal en peor...
Por Paco Mora
Jueves, 21 de Abril de 2011.-
Suma y sigue. Lo de Mari Carmen Camacho ha pasado a engrosar el tipo de ganado idóneo para darle la puntilla a la emoción en la Fiesta. Gaseosa pura. Ni un átomo de casta...
Suma y sigue. Lo de Mari Carmen Camacho ha pasado a engrosar el tipo de ganado idóneo para darle la puntilla a la emoción en la Fiesta. Gaseosa pura. Ni un átomo de casta. Si una corrida así a alguien se le ocurre considerarla como una oportunidad para Puerto, Marín y Cortés, que San Apapucio le conserve los juanetes porque Santa Lucía poco tiene que hacer con su vista. Para acabarlo de arreglar, al espigado catalán, como si no tuviera bastante cruz con el toricidio de sus paisanos, le echaron un sobrero con cerca de setecientos kilos que acumulaba con usura todas las malas ideas que puede tener un toro. Y con dos leños de aquí te espero.
Serafín estuvo hecho un tío con él y hasta intentó torearlo como si fuera un toro de lidia y no un mamut prehistórico. A los toreros que no pueden exigir, sería más caritativo prohibirles torear por decreto que echarles corridas así. Aparte de que semejantes bureles son una manera como otra cualquiera de expulsar a los públicos de las plazas de toros. Esto es el gato que se muerde la cola. Si no sale la fiera corrupia cornalona y criminal, aparece en los ruedos el torito de artesanía que con un solo encuentro con los jacos se rila a la pata abajo.
¿Que ni los empresarios ni los toreros crían los toros? Cierto. Pero unos los pagan y los otros se los envainan. ¿Por qué? Sencillamente porque los que se tragan el mastodonte no pueden evitarlo más que quedándose sentados, y las figuras que se benefician del torito de artesanía, blandito como el mazapán de Toledo y dulce como la miel de la Alcarria, se lo meriendan tan agustito por muy descastado que sea. Pero unos y otros, ¡válgame el cielo! carecen de la acometividad que genera la emoción desaparecida actualmente de los tendidos. El elefante con cuernos peca por exceso y el mazapán de Toledo con pitones -ma non tropo- por defecto. O sea que, ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio.
Y el caso es que los ganaderos, cada uno por su lado, son conscientes de que están acabando con la gallina de los huevos de oro. Pero así y todo, no saben unirse para tratar de investigar dónde radica el mal y ponerle remedio. Porque se trata de una mansedumbre tan generalizada que comienza a ser endémica. Toreros ganaderos y empresarios deberían estar preocupados. Porque la carencia de casta que hace de los toros, sean grandes o pequeños, auténticos burros mohínos, le está haciendo a la Fiesta más daño que la crisis económica y los tejemanejes del nacionalismo catalán, el bachiller Montilla y el maldito mercenario argentino juntos.
Suma y sigue. Lo de Mari Carmen Camacho ha pasado a engrosar el tipo de ganado idóneo para darle la puntilla a la emoción en la Fiesta. Gaseosa pura. Ni un átomo de casta...
Suma y sigue. Lo de Mari Carmen Camacho ha pasado a engrosar el tipo de ganado idóneo para darle la puntilla a la emoción en la Fiesta. Gaseosa pura. Ni un átomo de casta. Si una corrida así a alguien se le ocurre considerarla como una oportunidad para Puerto, Marín y Cortés, que San Apapucio le conserve los juanetes porque Santa Lucía poco tiene que hacer con su vista. Para acabarlo de arreglar, al espigado catalán, como si no tuviera bastante cruz con el toricidio de sus paisanos, le echaron un sobrero con cerca de setecientos kilos que acumulaba con usura todas las malas ideas que puede tener un toro. Y con dos leños de aquí te espero.
Serafín estuvo hecho un tío con él y hasta intentó torearlo como si fuera un toro de lidia y no un mamut prehistórico. A los toreros que no pueden exigir, sería más caritativo prohibirles torear por decreto que echarles corridas así. Aparte de que semejantes bureles son una manera como otra cualquiera de expulsar a los públicos de las plazas de toros. Esto es el gato que se muerde la cola. Si no sale la fiera corrupia cornalona y criminal, aparece en los ruedos el torito de artesanía que con un solo encuentro con los jacos se rila a la pata abajo.
¿Que ni los empresarios ni los toreros crían los toros? Cierto. Pero unos los pagan y los otros se los envainan. ¿Por qué? Sencillamente porque los que se tragan el mastodonte no pueden evitarlo más que quedándose sentados, y las figuras que se benefician del torito de artesanía, blandito como el mazapán de Toledo y dulce como la miel de la Alcarria, se lo meriendan tan agustito por muy descastado que sea. Pero unos y otros, ¡válgame el cielo! carecen de la acometividad que genera la emoción desaparecida actualmente de los tendidos. El elefante con cuernos peca por exceso y el mazapán de Toledo con pitones -ma non tropo- por defecto. O sea que, ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio.
Y el caso es que los ganaderos, cada uno por su lado, son conscientes de que están acabando con la gallina de los huevos de oro. Pero así y todo, no saben unirse para tratar de investigar dónde radica el mal y ponerle remedio. Porque se trata de una mansedumbre tan generalizada que comienza a ser endémica. Toreros ganaderos y empresarios deberían estar preocupados. Porque la carencia de casta que hace de los toros, sean grandes o pequeños, auténticos burros mohínos, le está haciendo a la Fiesta más daño que la crisis económica y los tejemanejes del nacionalismo catalán, el bachiller Montilla y el maldito mercenario argentino juntos.
Pues yo creo, Don Paco, que ese 'mamut' fue el que dio importancia a las cosas que hizo Serafín. Porque resulta que Serafín no es Curro Vázquez, ni Pepe Luis, ni Curro Romero y cada uno da lo que da. La emoción -digamos estética- que no tiene el toreo de Serafín, hay que traerla por otros cauces que son el del valor, la hombría y las ganas de no dejarse ganar la pelea. Con esos mimbres está hecha la historia del toreo y luego con las excepciones señaladísimas que a eso han añadido además la belleza estética. Hay que comprender a cada torero y Serafín o se gana el jornal hecho un tío o no tiene nada que decir. Y quien dice Serafín dice...
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