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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 13 de abril de 2011

EL IDILIO.../ Por Por Antolín Castro

 


-El toro Idílico de Cuvillo-
EL IDILIO...


Por Antolín Castro
España


Érase una vez un grupo de toreros que dijeron que defenderían la fiesta de los toros, pero que se dedicaron a no torearlos, apañándose con sucedáneos de una marca y una determinada presentación.
Era un idilio el que mantenían con la marca esa y la mínima presentación y no había forma de hacerles cambiar de opinión. Cuantas mas veces se reunían siempre llegaban a la misma conclusión: más de lo mismo.

El caso es que el idilio aquél no era del gusto de los aficionados, que se apellidaban como aficionados a los toros y que consideraban que a esos cornúpetas que saltaban a los ruedos no se les podía llamar toros en toda la extensión de la palabra.
A esa conclusión llegaban también, como los aficionados, hasta los más encopetados cronistas de la época, pero en cuanto les hacían unas cuantas monerías los toreros a los toros de la marca se les olvidaba tal conclusión y no paraban de ensalzar lo que habían visto. Es decir, predicaban por lo bajini una cosa pero se conformaban de inmediato con la contraria.

Mas ecuánimes se mostraban los aficionados quienes, como los toreros, defendían sus posiciones sin dar ni un solo paso atrás. Los toreros no se bajaban de su idilio y los aficionados reclamaban una fiesta distinta, donde los toros y los supuestos toreros de postín se encontrasen en los ruedos. En el fondo eran algo así como el gobierno y la oposición, unos hacen lo que quieren y a los otros les toca quejarse de lo que hacen. La vida misma.

Los de los medios, los encopetados cronistas, se regocijaban con que hubo un año que uno de ellos toreó un toro de La Quinta, que era ganadería aceptada por la afición, y que eso ya era un gesto como para subirlo a los altares. Muy pobre y exigua la manera de conformarse de quienes deberían ser el ariete en defensa de lo que sostenían los aficionados.

Pero los tiempos eran esos y no otros, y aunque siempre ha habido cronistas serviles y aceptadores de cualquier cosa, en estos otros tiempos faltaba un látigo que representara esa opción más cercana a los aficionados. Cierto que estos, organizados en sus bitácoras, no paraban de dar palos, pero la sensación es que esos se los llevaba el aire, sin valor probatorio, ni obligatorio, para los espadas de postín.

También es cierto que otros diestros vivían la fiesta en plenitud y admitían el compromiso de ser toreros con toros, aunque no se sabrá nunca si era por convencimiento o por necesidad. Se sabe de algunos que alcanzado el puesto de privilegio no bajaron el peldaño jamás.

A algunos de los del postín, con diez o veinte años de alternativa, se les cacareaba, incluso considerándolo como heroicidad, que se iban a atrever a ponerse un día, en plaza amable eso sí, delante de los de La Quinta ¡¡por primera vez!! en su carrera y que eso iba a ser ‘la quinta esencia’. Ver para creer.

Otros, como notarios del acontecer diario, nos pusimos a escribir para contar estas cosas del idilio que vivían los toreros con una marca de toros y así que lo pudieran leer las generaciones venideras, aficionados a los toros o ya no. 

En conclusión: Podemos afirmar que la defensa de la fiesta que hacen los del idilio no nos llevará a ninguna parte... buena.

Opinión y Toros.com

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