"...La revolución creó el “Arco minero del Orinoco” y le entregó las tierras y la riqueza mineral que contiene a la República Popular China. El objetivo es “asegurar que los inmensos recursos minerales existentes al sur del Orinoco, puedan ser convertidos en capacidades industriales...”
AMAZONAS
Fortunato González Cruz
Por la calle real
Mérida-Venezuela, 23/03/2015
Aquí, en esta
inmensidad de verdes y aguas se desbordó la generosidad de Dios en exuberancia
y belleza. El Orinoco impone su señorío con rotundidad y todos los caudales se
le rinden y le entregan sus tributos. Así va aumentando su patrimonio acuático
y sus selvas rivereñas hasta alcanzar, allá muy lejos, el océano Atlántico. Aquí
se alzan descomunales los tepuyes, objetos de adoración de los naturales y de
admiración de los que tienen la posibilidad de verlos y escalarlos. La selva
provee hábitat y alimento a una población que forma parte de este paisaje:
hombres y mujeres de cuerpos pequeños y bien proporcionados, de piel acanelada,
pelo negro y cara redonda, amables, que saben lo que tienen, lo conocen, lo aprovechan,
lo cuidan y lo adoran, cada etnia con sus particularidades con el denominador
común de una misma cultura: piaroas, yanomamis, ye’kuanas, jivis, curripacos,
vanivas, barés y muchas más.
Han soportado
por cinco siglos la presencia de los criollos, algunos que les comprenden y
quieren, como los del vicariato católico, pero otros buscan extraer una riqueza
que allí no vale pero si en el mercado internacional. La tierra amazónica tiene
oro, diamantes, coltán y muchos otros minerales que se han convertido, como el
petróleo para Venezuela, en su maldición.
El proceso
bolivariano les dio algo de visibilidad a las comunidades indígenas, que quizás
haya sido su mayor desgracia. Al gobierno le interesa vestirlos con el uniforme
verde oliva y hacerlos milicianos, esclavos de la jerarquía militar que les
asigna las labores más duras y por toda carretera, trocha o vía acuática
proliferan los puntos donde controlan a su propio pueblo. Les piden papeles,
les quitan los productos de cacería y pesca, los que compran en los mercales, y
los extorsionan y humillan. Mientras que las dragas revuelven y contaminan los
ríos, la droga pasa libre, el tráfico de combustible alimenta la minería y
enriquece al instante, las FARC y los narcotraficantes establecen su señorío y
la patria se reduce a unos símbolos desleídos que muestran la degradación de sus
valores.
La revolución
creó el “Arco minero del Orinoco” y le entregó las tierras y la riqueza mineral
que contiene a la República Popular China. El objetivo es “asegurar que los
inmensos recursos minerales existentes al sur del Orinoco, puedan ser
convertidos en capacidades industriales.” Había prometido la demarcación de los
espacios de las etnias para que pudieran asegurar su existencia y la
preservación de sus valores, y lo que hizo fue entregar sus territorios a los
chinos, espacios protegidos por razones ambientales y que ahora son
contaminados en forma masiva por las dragas. Ahora ya casi no se ven toninas,
la pesca disminuye y el hambre amenaza. Los valores ambientales protegidos por
la Constitución a cambio de dólares.
Los indígenas
son las mayores víctimas de un desastre ecológico brutal, masivo, que afecta la
naturaleza, la identidad, la cultura, los recursos, las formas ancestrales e
incluso la institucionalidad democrática que se había construido lentamente,
para implantar la corrupción, la minería antes ilegal y ahora legalizada con
todos sus nefastos ingredientes y consecuencias. Al pueblo nativo se le
manipula y envilece.
He visto aquí
la inmensidad de la obra de Dios y la monumental estupidez de una revolución
que hace añicos la dignidad de nuestros pueblos indígenas y destruye sus
territorios y recursos.
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