El guipuzcoano, Lopetegui, se encontró con un inconveniente que no había programado. Que en el Real Madrid de fútbol el que manda es Ramos, el que impone a sus amigos en las alineaciones es Ramos, el que veta a jugadores es Ramos y el que se ha convertido en un colagoles es Ramos.
De Ramos
Alfonso Ussía
La Razón
Florentino Pérez se le han derrumbado los carrillos, como a Fernando VII. Su gestión económica al frente del Real Madrid ha sido brillante. Tan brillante que nadie entiende qué hace el Real Madrid con tanto dinero en el banco, y tan lacerante pasividad en sus decisiones técnicas. Esa millonada que guarda Florentino ha menguado en 18 millones de euros, que pasarán a formar, con todas las de la ley, parte del patrimonio de Julen Lopetegui.
Florentino, que también ha acertado en muchos de sus fichajes cuando aún no se había cansado del ajetreo diario madridista, puede presumir de muchos y sonados triunfos. Cuando los ha conseguido ha tenido siempre en el vestuario a un buen gestor de estrellitas. Entre las estrellitas, la que más brilla es la de Sergio Ramos, que ha tomado el relevo de Iker Casillas y de Raúl. Zidane, harto de los jugadores, se marchó en el momento oportuno, apenas tres días después de ganar la Liga de Campeones, Championlí, en el peculiar lenguaje del defensa camero.
El gran fallo de Florentino –además de la dirección técnica–, es su proclividad a tolerar la falta de disciplina en el vestuario del Real Madrid. Di Stéfano criticó abiertamente la táctica de Miguel Muñoz en una final de la Copa de Europa, y Bernabéu no toleró ese ataque a la jerarquía. Tenía razón Di Stéfano, pero Muñoz se mantuvo como entrenador y don Alfredo se fue a Barcelona a jugar un año con el Español. Zidane estaba harto. Y la llegada a trompicones de Lopetegui no auguraba nada bueno. El guipuzcoano se encontró con un inconveniente que no había programado. Que en el Real Madrid de fútbol el que manda es Ramos, el que impone a sus amigos en las alineaciones es Ramos, el que veta a jugadores es Ramos y el que se ha convertido en un colagoles es Ramos. También, justo es reconocerlo, es el encargado de hacer los penaltis y de propinar codazos a los adversarios. El madridista pipero elogia su gol al Atlético en la prórroga de la final de la Copa de Europa. Magnífico gol. Pero se olvida de los millones de euros que le ha costado al Real Madrid aquel milagro.
Ramos no quiere a Conte, porque manda. Tampoco quiso a Mourinho y a Capello. Sucede que en tiempos de Mourinho y Capello los que mandaban en el vestuario eran otros. Ramos quiere para el Real Madrid un entrenador a su medida, y Lopetegui parecía serlo. Pero entre todos los jugadores se lo han cepillado. Ramos, que fue renovado con la generosidad ciega del forofo, no tiene sitio en el Real Madrid. Infecta el juego y la armonía. Nunca ha destacado por su gran inteligencia, pero ha sido un buen jugador. De haber destacado por su inteligencia hubiera sido, probablemente, el mejor defensa central del mundo. Pero su tiempo, que no su capacidad de mandar a los entrenadores, parece que se acerca al final.
Se fue Cristiano y el Real Madrid no supo sustituirlo. Intentar cubrir la ausencia de Cristiano con Mariano, ese simpático Pájaro Loco, es de risa. No tiene razón la nota de despedida del Real Madrid cuando se refiere a la desproporción de los resultados obtenidos en la breve era de Lopetegui con la calidad de la plantilla. Esa calidad innegable está cansada y amortizada. Han desplazado al asistente de Zidane que los mantuvo en forma y les obligaba a trabajar en los entrenamientos. Ramos defiende a Isco, cuando Isco es un brillantísimo jugador de fútbol-sala. Lopetegui ha fracasado, pero del desmoronamiento deportivo de la sección de fútbol, la culpa la tiene el presidente, que ha sido torpe en las incorporaciones, y blando con quien, en verdad, manda en el Real Madrid. Como sucedió con la marcha de Raúl y Casillas, el día que Ramos se busque otro equipo para terminar su actividad profesional, se disiparán las nubes. Entrenador de verdad, exigencia, trabajo y autoridad. Las estrellitas o las estrellas que respondan. El Real Madrid necesita contratar tres o cuatro grandes jugadores. Es más sencillo que se vaya Ramos que el presidente que le ha permitido todo.
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