la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 10 de abril de 2019

AQUEL LEÓN / por Víctor José López EL VITO


ANTONIO VELÁZQUEZ, 
FIGURA DEL TOREO

Víctor José López EL VITO
A LOS TOROS blogspot / Caracas, 09.04.2019

En su natal León Guanajuato donde se apuesta la vida y se respeta al que gana, donde la vida no vale nada, Antonio Velásquez se presentó como becerrista cuando apenas contaba trece años de edad. Con los escasos pesos que lograba reunir en sus labores de aprendiz de talabartero y ayudante de zapatero ayudaba al patrimonio de la familia. León es una ciudad pujante, famosa por la maestría de sus talabarteros y la elaboración de un fino calzado.

Pocas oportunidades para salir de pobre vería Antonio Velásquez como becerrista, oportunidad que cambió su rumbo en la vida taurina y se hizo banderillero junto a Pascual Navarro Pascualet,subalterno en las cuadrillas de los hermanos Núñez y de otros toreros de poca monta, hasta llegar por méritos de su impresionante valor e indómita vocación a la cuadrilla de Luis CastroEl Soldado, figura del toreo mexicano que alcanzó fama universal que escribió historia, con letras mayúsculas, junto a Lorenzo Garzasu más enconado rival. Luis Castro El Soldadohizo de Madrid su trinchera y en su arena dirimió su guerra particular con el Ave de las Tempestades.

Era el final de la temporada del 41 y Antonio Velasquez era uno de los mejores prospectos de la torería subalterna. Era un torero con vocación de ser el jefe de la cuadrilla. Hasta que un día, recordaba Velásquez, después de una corrida, reunidos todos los toreros de la cuadrilla con el maestro, antes de regresar a México, en una fonda le dije de plano que me iba. Que quería ser novillero.
El Maestro no lo entendió. Expresó su enojo llenándome de improperios, recordándome, que de malagradecidos está lleno el mundo y que ya vería lo infeliz que iba a ser. 
Me echó de aquella mísera fonda. No comprendía el maestro, o no quería entender mi ambición. Todo lo que yo quería era ser matador de toros, o por lo menos intentarlo.
No fue fácil mi breve carrera de novillero. Un banderillero, que había sido miembro de la cuadrilla de Juan Belmonte, José Pérez Gómez Nitise encargó de la representación en la breve campaña de Velázquez como nocillero, llenando a sumar apenas ocho novilladas. Es cierto que tenía ambición por llegar a ser alguien en la fiesta, pero la verdad más cruda era que en casa de sus padres faltaba de todo, y de novillero, en vez de agregar, le quitaba trozos importantes al plato en vez de agregar comida a la despensa. 
No lo medité mucho, le dije a Niti que me buscara la alternativa. La oportunidad me la pinta un cartelazo en el viejo "El Toreo" de La Condesa, la plaza donde murió Alberto Balderas, ídolo de multitudes e inspiración para muchos toreros mexicanos. En el cartel de mi alternativa, dos colosos mexicanos: el maestro de maestros Fermín Espinosa Armillita Chico y Silverio Pérez, ídolo del pueblo mexicano. Fue la tarde de la presentación de Pastejé, como ganadería de cartel.

SILVERIO, ARMILLITA Y VELÁSQUEZ 

Clarinero, un toro de bandera, le correspondió Armillita, el maestro le cortó una oreja; Silverio Pérez enloqueció a la multitud con el bondadoso Tanguito, al que indultó. Dicen que fue la mejor tarde de Fermín Espinosaen El Toreo y la faena de Silverio, la más aclamada de todas las realizadas ante el público de México, que le amó con fervor y locura.

Antonio Velásquez quedó convertido en lo que él mismo llamaba "un sandwich" en medio de la apoteosis taurina de Armillita, el más completo de los toreros mexicanos, y de Silverio, el más querido. Era como decir debut y despedida. La carrera de Antonio Velásquez se daba por terminada. Ninguna oportunidad se le presentaba en México y decidió marcharse a Suramérica. Toreó en Colombia y se fue luego a Ecuador. Era tal su desesperación que en Quito vendió los avíos, y un día estando a la deriva en el Ecuador se le presentó una oportunidad de torear un festejo por un pueblo. Se vistió con el traje de un banderillero, para poder comer. Sin haber logrado ni resuelto nada, volvió a México. Una que otra tarde actuaba en plazas de pueblos, levantadas en las tierras del sur mexicano. Hasta que...

VELÁZQUEZ CON PACO MALGESTO

Como todos los días me fui temprano por la mañana a entrenar, recordaba Toño Velásquez, como el inicio de aquel capítulo trascendental de su vida. Mi compañero de entrenamiento diario era Arturo Álvarez El Bizcaíno. Arturo era algo bizquillo, metía demás un ojo y por eso le apodábamos el "vizcaíno", no porque fuera de Vizcaya. Entrenábamos en la plaza de El Toreo, y en las paredes anunciaban La Corrida de la Oreja de Oro, con Joaquín Rodríguez Cagancho, Antonio Bienvenida, Pepe Luis Vázquez, David Liceaga, Luis Castro El Soldadoy Luis Procuna... Don Joaquín Guerra, el empresario de El Toreo, se enteró de un percance sufrido por David Liceaga, ese mismo día de la corrida y, por no tener a la mano un torero para sustituir a Liceaga, salió de su oficina hacia la plaza a buscarle un sustituto. Don Joaquín nos dijo a El Bizcaíno y a mí, que había un puesto en el cartel de la Corrida de la Oreja de Oro y que si queríamos torear. Como los dos queríamos, propuso echarnos un volado para ver quién tenía la suerte de coger la sustitución. Echó la moneda al aire. La moneda, en su misión de marcar el destino, pegó de una viga de hierro que sostenía el tendido y cayó frente a mí. Cayó Águila. Estaba en el cartel... Cagancho pegó un mitin. El Soldado estuvo dominador. Pepe Luis Vázquez desastroso y Bienvenida desaprovechó el mejor toro de la noche. Procuna cumplió. Me tocó un toro de Torreón de Cañas, de nombre Cortesano.

Sabía que esa noche, junto a esas figuras, me lo jugaba todo. Mentiría si narro los hechos de aquella faena. Sentí que algo superior a mis fuerzas se metió muy dentro de mi pecho. Algo que me elevaba en un maravilloso éxtasis. Todo lo que hacía, salía bien. La gente estaba loca conmigo. Luego de matar de una estocada, me subieron al tendido y me pasearon de un lado al otro. De la barrera a sol, de sol a sombra, por todo el graderío, hasta muy tarde en la noche. En casa me esperaba mi esposa, Rosario de la Osa.Vivíamos en un departamento muy chico, alquilado. 

Un corralito que teníamos para Antonio, mi hijo mayor, ocupaba casi todo el espacio del departamento. Fui con el periodista Cutberto Pérez,columnista del diario Ovaciones, a darle la buena nueva a mi mujer. Al llegar le entregué a Toñito el rabo que había cortado en la plaza. Para que jugara con él. Cutberto me recriminó, se preguntaba cómo le entregaba tan preciado trofeo a un niño para jugar. Que si aquel trofeo no tenía algún significado para mi. 
-Mire Cutberto, si no soy capaz de cortar otro rabo como éste, mejor me quito de torero.Ese trofeo tenía que ser sólo una anécdota en mi vida.Otros logros más importantes tenían que venir. ¡Y llegaron! La verdad es que ese rabo de la Oreja de Oro al toro Cortesano de Torreón de Cañas, fue el más importante de mi vida.

Velásquez aseguraba que le había cambiado totalmente su existencia, la razón de su vida, sus relaciones con la humanidad.
Me hice figura del toreo aquella noche del 28 de febrero de 1945. Todo un compendio de aprendizaje entre el 31 de enero de 1943, la tarde de mi alternativa con Andaluz de Pastejé, y la noche del 28 de febrero de 1945, la de mi éxito con Cortesano de Torreón de Cañas.

oooOOOooo

La mañana del miércoles 15 de octubre de 1969, muy temprano, Guadalupe, mozo de espadas, y Rafael Velásquez, novillero e hijo del maestro, fueron por mí en el coche Datsun del matador. Compartimos el desayuno en la cafetería La Blanca, en la calle de 5 de Mayo, frente al Hotel Gillow, donde sirven unos tazones muy grandes llenos de café. Lo bueno era que se podía comer todo el pan dulce que le apeteciera por un precio muy módico. En México el pan dulce es muy popular y su variedad es muy extensa, casi infinita. Junto al tazón de café con leche una bandeja inmensa con cuernitos, conchas, chilindrinas, la sabrosa gama de panes para mojarlos en el café. Después del desayuno, y antes de ir al frontón en casa del doctor Hoyo Montes, como habíamos quedado Antonio Velásquez me propuso ir al Tepeyac, que es el sitio en Ciudad de México donde se erige la Basílica de la Virgen de Guadalupe, la adorada patrona de México. Me gustó la idea, porque en los pocos días que tenía en México no había salido de las reuniones entre los amigos taurinos. Así que luego de desayunarnos fuimos hasta la gran Basílica. Allí se guarda, en un altar, el manto en la que está impresa la imagen de la Virgen Morena. El manto del indio Juan Diego, cuando se le apareció la Virgen de Guadalupe y lo llenó de flores silvestres. Juan Diego descargó los pétalos de la tela y apareció la Guadalupe en el paño del indio. Velásquez me dijo que no me acompañaría a ver la imagen de la Guadalupe, dentro de la Basílica, porque ella, la Virgen Morena, “no ha sido buena conmigo". Me relataba Antonio, camino al frontón del doctor Hoyo Montes, que cuando la horrible cornada del toro Escultor de Zacatepec, le había pedido mucho a la Guadalupe. Fíjate, me decía, igual sucedía cada vez que le pedía antes de una corrida. Siempre venía la cornada. No tengo nada contra ella, pero ella parece que sí tiene algo en contra mía.

Al llegar al frontón encontramos a Chucho Arroyo, quien ha sido uno de los grandes aficionados prácticos que ha tenido la fiesta de los toros. Chucho en sus días de aficionado práctico se iba a los pueblos, toreaba en plazas donde no había enfermerías y lidiaba toros cuajados y en puntas. Arroyo estaba en perfectas condiciones físicas, tal y como si fuera un profesional, porque lo que más le gustaba en la vida era torear. Buen torero, sí señor, valiente y decidido. Chucho Arroyo tiene en las afueras de Ciudad de México un gran restaurante, Rancho Arroyo. Se especializa en comida mexicana, es su especialidad la barbacoa, que es carnero, perniles de carnero, elaborados de una manera muy especial, envueltos en hojas de maguey y cocinados bajo tierra. Se les extrae un rico caldo, muy reconfortante. La carne de la pierna del carnero queda muy suave, con un sabor estupendo. Además se disfruta de un espectáculo musical muy mexicano, que presenta a Chema, un norteño, fanático del club de fútbol América, el más popular de los equipos de México. El edificio del restaurante cuenta con muchos locales, casi todos taurinos. Los locales que se alquilan para ocasiones muy especiales. En este restaurante se citan personalidades de la fiesta brava, de la charrería, la farándula y de la política y es un lugar de obligada visita para cualquier personalidad que vaya a la Ciudad de los Palacios. También estaba en el frontón de Hoyo Montes, raqueta en mano, el matador Antonio Toscano. Toscano actuó en Caracas, en el Nuevo Circo, con bastante éxito. Se casó en Sevilla, con una hermana del torero sevillano Manolito Gonzálezal que llamaron La Giralda vestido de luces, por su gracia muy andaluza. Toscano, sin llegar a ser figura del toreo fue un profesional de gran calidad, que mereció un lugar más destacado en la historia de la fiesta.

Cuando llegamos a casa de Hoyo montes llegó al frontón el novillero venezolano Pepe Benavidesen compañía de su apoderado El GüeroPollero. Pepe hacía dura campaña por tierras de México. Se había presentado en la Monumental días atrás y mucho se comentaban sus alardes valerosos. Benavides llegó a actuar como fakir en la provincia mexicana, para poder ganarse el sustento, y veía el cielo abierto con la ayuda decidida de El Pollero, un señor que criaba pollos en cantidades industriales y que tenía mucho dinero. Luis Castro El Soldado llegó a los pocos minutos. Venía a jugar. ¡Naipes! El legendario maestro no estaba para los agites de la cancha. Gracioso, mal hablado, todo un personaje, una leyenda viviente que se ganó un puesto en la historia grande de la fiesta porque de novillero, en franca rivalidad con Lorenzo Garza, llenó una página de gloria en la vieja Plaza de Madrid, cuando los dos novilleros mexicanos se hicieron los amos y los consentidos de la afición de la capital de España. Garza y El Soldado cortaron rabos en Madrid y fueron figuras antes de la Guerra Civil Española. En México pertenecieron a la añorada Edad de Oro y en Venezuela brindaron tardes de triunfos resonantes. Sobre todas las epopeyas escritas por Luis Castro, estaba su personalidad. Le conocí al maestro en Caracas, cuando conocí a Velásquez y a Teófilo Gómez,que habían ido a Venezuela a torear un festival que organizó Pablo Ruiz Lambas, en el Nuevo Circo. Aquella tarde que se realizó el festival fue el día que llegó el hombre a la luna. La hazaña espacial se transmitió por televisión y tuvo récord de sintonía. La ruina fue para los organizadores. También actuaron Pepe Luis Vázquez, mexicano, y el buen aficionado práctico Raúl Izquierdo. Raúl ha sido, desde entonces, un amigo entrañable al que me une una relación de compadrazgo y con el que compartí muchas tardes en festivales de aficionados prácticos. Su bonhomía lo distingue entre los mejores amigos, pero su generosidad en grado superlativo le hacen merecedor de las mejores suertes en la vida. Es un hermano muy cercano, al que por más de treinta años le brindo mi amistad. Con el grupo de "El Soldado", Toscano, El Güero Pollero, Benavides, Antonio y Rafael Velásquez transcurrió la mañana en el frontón del doctor Hoyo Montes.

A media tarde nos fuimos a casa de Antonio Velásquez en su departamento en Mariano Escobedo. El propio maestro preparó una pierna de venado, e invitó a la reunión al crítico taurino del diario Ovaciones, Cutberto Pérez. Antes de ir a casa de Velásquez, visitamos el diario Esto, cuyo cronista taurino Francisco Lazo era el de mayor influencia en la ciudad. A Pancho le conocí aquella tarde y desde el primer momento nació una sincera y muy prolongada amistad.

Nos reunimos con Cutberto Pérez y Carlos Málaga El Sol en casa de Velásquez la tarde del miércoles 15 de octubre de 1969. Fue también El Güero Pollero. El Soldado había quedado en ir más tarde. Los otros matadores tenían diversos compromisos. Nos reunimos con doña Rosario de la Osa, la esposa de Velásquez, hermosa dama de nacionalidad cubana. Con Rosario, su madre, la suegra del matador, también cubana. Comimos la pierna de venado y la charla de sobremesa fue sobre la suerte de sus hijos, José Luis y Rafael, ambos novilleros. José Luis, para esa época, estaba en Valencia en casa de Oswaldo Michelena, organizador de corridas en Venezuela y, más tarde, ganadero propietario de la ganadería de Rancho Alegre. Antonio se comunicó con Rafael Rodríguezy le propuso al Volcán de Aguascalientes hacer algunos tentaderos por la zona del Bajío, en los que participarían sus hijos. "Vamos, Víctor, me dijo, verás qué agradable es Rafael. Podríamos ir a cazar venados; y a pescar... ". Entusiasmado por lo que pudiera convertirse en una partida de caza, nos invitó a que subiéramos a la terraza de su apartamento, donde tenía un pequeño taller para fabricar piezas de metal, anzuelos, reparar armas de fuego, recargar cartuchos … Aquí paso buena parte del tiempo ocioso, narraba Velásquez, mientras mostraba un pequeño torno y una caja de herramientas. Nos describió cómo con ingenio de ingeniero metalmecánico había mejorado la recámara de algunos rifles, y expresó sus ideas para elaborar sus propios anzuelos y cañas de pescar. Es que si no toreo me muero, y como DEMSA me ha vetado por la política del cubano Ángel Vázquez, en la que pretende tenernos a todos como si fuéramos funcionarios, los nervios me están matando. La caza, la pesca, el arreglar mis cosas acá en la casa, ir al frontón, es lo que me ha distraído. Velásquez le contaba a Carlos Málaga lo duro que fueron sus inicios, porque El Sol con el brazo derecho escayolado, se quejaba de su mala suerte. Fíjese matador, le dijo Velásquez a Málaga, comencé desde muy abajo. El día de la alternativa me borraron, y sin embargo soy un hombre rico. Todo me lo ha dado el toro. Renglón seguido Velásquez se separó en compañía de Carlos Málaga El Sol, al que tomó del brazo, hacia el borde de la cornisa de la terraza. Era la intención de Antonio, mostrarle sus propiedades, todo lo que tenía, las cosas materiales que le había dado el toro.

No sé cómo sucedió... Pisó en falso y cayó al vacío desde una altura no mayor de seis metros, con tan mala fortuna que la bota del pantalón se le enganchó a la parte superior de una letra de un anuncio de un restaurante que estaba en la primera planta de la casa de habitación de Velásquez. "Sherezade", era el nombre del negocio, ubicado en la calle de Mariano Escobedo.


NO PUDO CON ÉL LA TERRIBLE CORNADA DE ESCULTOR DE ZACATEPEC

Antonio Velásquez murió en el acto. El frontal se le destrozó al golpear con la acera. Carlos Málaga "El Sol", aterrorizado, corrió hacia donde estábamos El Güero Pollero y yo, que éramos los únicos que quedábamos de la reunión. Gritaba como loco ¡Se cayó el matador, se cayó!... No entendíamos al principio; pero, al darnos cuenta de lo ocurrido, corrimos escaleras abajo hacia la casa y luego a la calle. Creíamos que la alarma de Carlos se debía a que Antonio tendría algún hueso roto. Un brazo o una pierna fracturados, pero nunca imaginamos que había muerto quien burló la muerte en las astas de Cortesano y de Escultor.

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