Para colmo de nuestras desdichas, nos faltaba la clase política que nos rige que, odian los toros, por supuesto; ocultan la verdad, les molesta que haya gente creadora y emprendedora, no permiten que nadie opine salvo lo que a ellos les complazca y, al final, como se va demostrando, quieren hacer de España un país de vagos y maleantes.
Una sociedad indeseable
Pla Ventura
Toros de Lidia / 4 junio, 2020
Decía Eduardo Miura que los toros son el reflejo de la sociedad en que vivimos y, le asistía toda la razón al ganadero de Zahariche. Decía Miura que, en la actualidad, la sociedad que hemos forjado se ha tornado cómoda, frágil, sin ambiciones y sin mayores argumentos que vivir de forma placentera sin el menor riesgo para tratar, de forma errónea, de conseguir el mayor beneficio.
Tenía razón don Eduardo en sus afirmaciones porque, antaño, la sociedad se distinguía por sus tremendos valores en todos los órdenes y, los toros no eran una excepción, más bien, casi una regla para los toreros que, llenos de orgullo, aquello de matar los toros de Miura era un reto que se planteaban los grandes diestros del escalafón, que se lo pregunten a José Gómez Ortega que, de vivir, él nos daría pelos y señales.
Todo cambió a peor y, los toros no podían ser una excepción porque, repito, éstos son el reflejo de la sociedad en que vivimos y, la actual, deja mucho que desear en todos los órdenes. Ahora todo el mundo busca la comodidad y, los toreros no rompen la regla, más bien, la forjan con sus decisiones tan prácticas como cómodas. ¿Qué es eso de matar los toros de Miura? Se preguntan los que mandan en el escalafón; que lo hagan los desdichados, responden todos a corazón abierto.
Como decía, matar los de toros de Miura, durante muchísimos años, era un reto personal de cada quien y cada cual; era un estigma donde los toreros se demostraban a sí mismos su calidad de machos en todos los órdenes y, las grandes figuras de todas las épocas, sin necesidad para acometer dicho reto, se apuntaban con desmesurado anhelo; cuestión de amor propio, como digo. Si analizamos la trayectoria de Miura desde sus orígenes y llegamos al momento actual, desde hace cincuenta años todo cambió para peor; para los de arriba, reto, ni uno. Es decir, ya no queda amor propio entre los grandes espadas del escalafón los que, con sus actitudes han logrado que, todos, sin distinción, a los toreros que matan los Miura les demos el tratamiento de héroes y, no es para menos.
Pero es que, antaño, ese tratamiento lo querían tener todos los toreros y, que José Gómez Ortega Joselito, en aquellos años de principios del siglo pasado, que matara una docena de corridas de Miura al año era algo tan normal como llevar el botijo en el coche de cuadrillas. He citado a Gallito como podía haber hablado de Juan Belmonte, Marcial Lalanda, Rodolfo Gaona, Manolete, Luis Miguel, Pepe Luís Vázquez y, así una extensa lista de toreros que, repito, todos querían tener el distintivo interno para ser considerados toreros auténticamente machos.
El mundo de los toros ha cambiado al unísono como la propia sociedad en que vivimos puesto que, desde hace unas décadas, aquello de luchar por conseguir lo mejor ha pasado a mejor vida. Los toreros a lo único que aspiran es a cobrar el máximo dinero a cambio del menor esfuerzo. Ahí está el resultado de la mediocridad en que vivimos. Apenas nada tiene fundamento en la actualidad; ni en los toros ni en la calle en que nos movemos. Desde siempre privó en el ser humano el esfuerzo titánico por lograr un mejor bienestar que, lógicamente, llegaba mediante un esfuerzo sin límites y, los toreros no eran olvidadizos al respecto, de ahí los arranques que tenían para demostrarse los unos con los otros la auténtica valía de cada cual.
Quien suscribe que ya peina algunas canas y ha vivido en distintas épocas, esa licencia me la otorgó la propia vida en el devenir de mis actitudes, al igual que millones de españoles que, éramos capaces de trabajar dicha y noche por tener una vida mejor. Eran los años de la superación del individuo en que no existía la oficina del paro que sustenta a muchos gandules; años en que, el trabajo era sagrado y el que lo amaba y lo hacía estaba benditamente condenado al éxito que, en definitiva no era otra cosa que lograr lo que uno anhelaba por el único camino que se debía de recorrer, el trabajo y la honradez.
De la fragilidad de la que nos hablaba Eduardo Miura al respecto de cómo ha cambiado todo en la actualidad –para mal, claro está- al respecto ya lo decía el filósofo argentino, José Ingenieros, el cual, en aquel 1920, ya sentenciaba que una sociedad que no ame el trabajo como única vía de superación del individuo, será siempre una sociedad muerta que, en realidad, eso es lo que hemos conseguido, morir estando vivos.
Para colmo de nuestras desdichas, nos faltaba la clase política que nos rige que, odian los toros, por supuesto; ocultan la verdad, les molesta que haya gente creadora y emprendedora, no permiten que nadie opine salvo lo que a ellos les complazca y, al final, como se va demostrando, quieren hacer de España un país de vagos y maleantes.
Los vestigios de nuestro gobierno, como sabemos, vienen de Venezuela y, al respecto, lo “lógico” es lo que está sucediendo, que todo el mundo cobre un salario, el que fuere, pero aquello de potenciar el trabajo y a los empresarios, eso queda para los soñadores como nosotros que, repito, de calzar alpargatas, gracias al trabajo pudimos tener un auto, una casa y un apartamento en la playa; ahora todos aspiran a lo mismo, pero los muy indecentes lo quieren todo gratis.
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