Doña Inés del alma mía, la alcahueta del PSOE, ha cosechado con éxito los frutos de la traición en la huerta murciana porque su ética le impide gobernar con el PP y sus centenares de vacunados de matute. Por su elevado sentido ético de la res pública, Doña Inés pacta una moción de censura con el PSOE, cuya lista de vacunados de matute no cabe en las extintas Páginas Amarillas y, con sus cómplices socialistas, defenestran al PP. Se me saltan las lágrimas de risa. Me ahogo de risa gracias a los traidores y a los traicionados, todos ellos son el catón de los imbéciles echándose a pies el reparto del Poder, con el pueblo soberano (¿) contemplando como un cornudo de vodevil las consecuencias de su democratítis aguda, que es la pandemia que a los políticos les llena la faltriquera en la misma medida que lobotomiza a los españoles.
Contra esa pandemia sólo hay una vacuna, la descubrió el Cirujano de Hierro de Joaquín Costa. Yo me la puse hace muchos años. Tiene algún efecto secundario que, con el tiempo, se torna genético y primario como es el abstencionismo provocado por la urnafobia, nacida de la axiomática demostración (valga el retruécano) de que de esas cajitas de metacrilato sólo salen demagogos y golfos, imbéciles y ladrones, cantamañanas y desgarramantas, majamigas y tuercebotas, zánganos y gorrones que, revestidos de pomposa y hueca solemnidad, afirman representar al Pueblo. Y tienen razón, porque como decía Gandhi “cuando un imbécil llega al Poder es porque sus votantes están muy bien representados”. Corto y cierro, que me descojono. Y como soy un nostálgico, a ver si el próximo 2 de Mayo nos rebrota la epidemia de cólera que incendió Madrid y España hace doscientos trece años, y en la Puerta del Sol no queda ni un mameluco socialcomunista ni un cipayo de C,s.
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