“Con Almeida Madrid Central se acaba el 26 de mayo”. El cartel electoral de José Luis Martínez-Almeida de cara a las elecciones municipales de mayo de 2019.
--FUE LLEGAR A CIBELES Y TRANSFORMARSE EN ACTIVISTA POR EL CAMBIO CLIMÁTICO
Almeida, el alcalde que prometió derogar Madrid Central y ahora sujeta la pancarta a Rita
Javier Torres
La Gaceta / 22 Agosto 2021
La izquierda toca el silbato y el PP obedece, y cuando no lo hace acaba pasando por el aro unos años después. El PSOE marca la agenda ideológica y los populares gestionan las cuentas. Es, grosso modo, el pacto no escrito basado en la alternancia bipartidista que explica la historia reciente de España.
Pasan los años, las personas y los liderazgos en ambos partidos, pero se mantiene la hegemonía socialista (“PSOE state of mind”, término acuñado por usuarios de Twitter y luego desarrollado por el profesor Quintana Paz) que impulsa las grandes transformaciones ideológicas e impregna de sus ideas al rival. De tal manera que si los socialistas pierden las elecciones y tienen que volver a la oposición, su corpus normativo y su cosmovisión de la sociedad siguen intactas. Es como si leyes e ideas quedaran grabadas en el frontispicio del Congreso y ya no se pudieran borrar de la historia, una especie de palabra sagrada revelada en las tablas de la ley. Incluso cuando pierden, las derrotas progresistas son en realidad victorias.
Errejón, favorable desde el principio a pactar y gobernar con el PSOE, dejó muy claro lo que la izquierda debe hacer al volver a la oposición. “Cuando perdamos las elecciones hay que dejar sembradas instituciones populares que resistan y donde refugiarse cuando gobierne el adversario. Hace falta una estructura económica autónoma que vaya a permitir acoger a buena parte de los cuadros militantes que hoy se están dedicando a los cuadros institucionales”. Más allá del deseo de que los compañeros del partido sigan cobrando de la administración, lo que revela la confesión de Errejón es un sentido patrimonialista del Estado y, sobre todo, una superlegitimidad que va más allá del propio Estado, que debe aceptar el mantenimiento de entes (chiringuitos) para que nadie interfiera en el desarrollo del mito progresista.
Uno que no está dispuesto a cambiar el guion oficial es el alcalde de Madrid, cuyo ayuntamiento aprobó este viernes la nueva ordenanza de Madrid Central que se debatirá en pleno en septiembre. Hace sólo dos años José Luis Martínez-Almeida ganó las elecciones prometiendo que derogaría el plan estrella aprobado por Carmena que restringe la entrada de vehículos en el centro de la ciudad. “Con Almeida Madrid Central se acaba el 26 de mayo”, rezaba la cartelería electoral popular desplegada en las marquesinas de la capital de España. Pero fue llegar a Cibeles y el azote de Carmena se transformó en activista por el cambio climático, mutación que aún no ha explicado sin que ello le cueste la acusación de «populista» que la prensa reserva a quien «propone soluciones fáciles a problemas difíciles». Almeida iba a devolver el acceso libre al centro y ahora habrá más restricciones que antes. Eso, al parecer, no es una tomadura de pelo al votante, sino una genialidad sólo al alcance de estadistas con vocación pactista.
En diciembre de 2019, unos meses después de convertirse en alcalde, la emergente estrella popular acudió a la Cumbre Mundial por el Clima celebrada en Madrid para presumir de su compromiso con el medioambiente. “Madrid Central está funcionando, como garantiza este equipo de Gobierno, a diferencia de lo que hacía antes”. Almeida incluso apeló al Acuerdo de París, que estableció en diciembre de 2015 “un marco global para evitar un cambio climático peligroso”. El alcalde, conversión verde en tiempo récord, completó una especie de rito iniciático en la Agenda 2030: “El siglo XXI va a ser el siglo de las ciudades y somos nosotros, las grandes ciudades, las que tenemos que liderar este proceso de reducción de emisiones. Si no es desde las ciudades no vamos a poder alcanzar ese objetivo, que es el que se marcó en el Acuerdo de París y esperamos que se culmine en esta Cumbre. Madrid está preparada, quiere asumir este reto, quiere ganar el futuro y este equipo de gobierno está absolutamente comprometido con la sostenibilidad”.
No ha sido, desde luego, el único momento en que Martínez-Almeida ha secundado iniciativas ideológicas de la izquierda. Sucedió al comienzo de la legislatura después de que una mujer muriera asesinada por su pareja. El alcalde y su grupo municipal guardaron un minuto de silencio junto al resto de fuerzas del ayuntamiento (excepto VOX) con una pancarta en la que aparecía un lazo morado y la siguiente frase: “¡Basta ya! No a la violencia de género”. Por su parte, los concejales de VOX comparecieron unos metros más allá detrás de una pancarta con un lema diferente: “La violencia no tiene género. Contra todo tipo de violencia intrafamiliar”.
Almeida se acercó a hablar con Javier Ortega, que se explicó así:
-Querido alcalde, lo que nosotros no vamos a aceptar es el discurso de la ideología de género que es el que marca la izquierda. Estamos contra la violencia, contra toda la violencia, pero también cuando asesinan a un hombre o un niño.
Almeida:
-¿Tú sabes que el 20% de las víctimas de homicidios violentos en Madrid en el año 2018 fueron mujeres?
Ortega:
-Y aunque sólo hubiera un 1% la vida de una persona vale lo mismo. Hay que proteger a todas las víctimas. […] Nuestro grupo municipal no se pone detrás de una pancarta que representa la mentira de la ideología de género.
Si la violencia machista es uno de los tentáculos de la ideología de género, otro es el lobby LGTBI, al que el alcalde también ha abrazado con la fe del converso. El pasado 26 de junio con motivo de las fiestas del orgullo gay, la portavoz de Más Madrid, Rita Maestre, presionaba al alcalde para que colocase la bandera del lobby en el ayuntamiento: “¿Orgullo de qué?, ¿Y la bandera? Su homofobia no les deja. Almeida pon la bandera”. El PP respondía rápidamente al tuit de la portavoz del partido de Errejón adjuntando la foto de la fuente de Cibeles y el ayuntamiento iluminados con el arcoíris junto al texto: “Aquí está, Rita”.
Quizá la decisión de Almeida de no desplegar la bandera en la fachada del consistorio tenía que ver con que el Supremo declarase un año antes que es ilegal izar banderas no oficiales en edificios públicos. “No resulta compatible con el marco constitucional y legal vigente, y en particular, con el deber de objetividad y neutralidad de las Administraciones Públicas la utilización, incluso ocasional, de banderas no oficiales en el exterior de los edificios y espacios públicos, aun cuando las mismas no sustituyan, sino que concurran, con la bandera de España y las demás legal o estatutariamente instituidas”, argumentó el alto tribunal.
El último episodio ha tenido que ver con la victoria talibán en Afganistán. Almeida iluminó la fachada del edificio del gobierno municipal con la bandera afgana. En su explicación había algo interesante y definitivo: el factor femenino. “En solidaridad con el pueblo afgano y especialmente con las mujeres en garantía de sus derechos, el Ayuntamiento de Madrid iluminará esta noche la Cibeles con los colores de la bandera de Afganistán”.
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