Qué pena que, la gran mayoría de los ganaderos todos aspiran a emular a Juan Pedro, algo que ha logrado con rotundidad Antonio Bañuelos, lo que viene a demostrar que dichos ganaderos no crían sus toros para deleitar a los aficionados, pero sí para complacer a los toreros que, con semejante “material” se lo pasan en grande, caso de ayer en Alcalá de Henares.
Los animalitos a los que cito –y no existe peor definición para un toro que le califiquen como animalito- fueron el calco de toda la rama Juan Pedro en su más pura versión. Salieron dos toros de una dulzura sin límites; otros dos con algún que otro problemita por la falta de fuerzas que tenía y, otros dos que no querían embestir porque no les daba la gana pero, eso sí, como denominador común, la bondad por encima de todo. ¿Y los pitones? ¿Se fijó alguien en los cuernos de los animalitos? Eran, como dirían los taurinos, unos auténticos “zapatitos”. Vamos que, eran tan brochitos, tan bien “hechos” que parecía que el ganadero los hubiera hecho a medida; menos de un palmo de un pitón al otro; cerraditos, brochitos, con las puntas más bien romas –de tanto pelearse en los corrales-, En fin, la antítesis de lo que debe ser un toro de lidia que, como sabemos, tanto ilusiona a sus lidiadores. Antonio Bañuelos ha entrado al trapo de las exigencias mercantiles del toreo, veremos si, pese a todo, se los siguen pidiendo las figuras, papeletas la tiene todas.
Como digo, todos los componentes para el más puro aburrimiento en una tarde triunfalista en que se repartieron orejas por doquier antes unos bicornes sin peligro alguno, con un refilonazo como castigo y sin el menor atisbo de peligro. ¿Alguien da más? Sí Juan Pedro. Claro que, lo que vengo predicando no hace nadie caso pero, ese toro amorfo y sin peligro es el que, junto a sus lidiadores, ha echado a las gentes de las plazas, Alcalá en el día de ayer fue la prueba contundente de lo que digo pero, nadie hace caso. Yo no hubiera querido ser ayer el empresario de dicha plaza puesto que, con un cartel de toreros de máxima expectación, poco más de dos mil personas en los tendidos, nadie sabe cómo Jorge Arellano arreglaría aquel desaguisado. La cosa es mucho más grave de lo que parece.
Si no hay gente en los tendidos, ¿de dónde tiene que pagar el empresario? Es cierto que, en este año atípico los toreros se ajustan en lo que “haya” que, en realidad, suele ser muy poco. Al parecer, con tal de torear, con el mismo Morante incluido, se conforman con lo poco que pueda haber en taquilla que, en realidad suele ser más bien poco; pero no se trata de un caso puntal como sucediera ayer en Alcalá, es ya la norma general en todas las plazas en la que, por culpa de ese toro aborregado y sin peligro, nadie quiere ver la parodia más allá de los “cuatro viciosos” capaces de tragarse la bola sin masticarla. Insisto, y lo he dicho mil veces, hasta ahora la pandemia ha tapado muchos males, cuando no haya restricciones y volvamos a la normalidad, a más de uno se le caerá el santo al suelo porque nunca más veremos más de tres mil personas en una plaza de toros, salvo Madrid y pocas más una vez entremos en la normalidad de la que hablo.
Observando el toro que aparece en la imagen comprendemos en el acto lo expuesto en el ensayo.
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