Marcelo Gullo, el aclamado autor de 'Madre Patria', nos habla de Pedro Castillo:
El presidente peruano no sabe que, cuando su admirado emperador inca Pachacútec terminó la remodelación del Templo del Sol, ordenó enterrar vivos a 4 000 niños y niñas, de entre cuatro y cinco años, que habían sido arrebatados por la fuerza a sus padres.
No hay que enojarse con el pobre Pedro Castillo
Javier R. Portella
El Manifiesto / 04 de agosto de 2021
Ya has visto en qué forma Pedro Castillo, el nuevo e indigenista presidente peruano, ha arremetido contra España, su historia... y su rey, quien se vio obligado, además, a escuchar sus agravios sin pestañear y sin poder decirle siquiera aquel “¿Por qué no te callas?” que Juan Carlos I le espetó una vez a Chaves.
Recordemos, para nuestros lectores, tales insultos:
«Durante cuatro milenios y medio, nuestros antepasados encontraron maneras de resolver sus problemas y de convivir en armonía con la rica naturaleza que la providencia les ofrecía.» Y esto «fue así hasta que llegaron los hombres de Castilla, que con la ayuda de múltiples “felipillos” [1] y aprovechando un momento de caos y desunión, lograron conquistar al estado que hasta ese momento dominaba gran parte de los Andes centrales».
Mi pregunta es muy sencilla. ¿Le has enviado ya un ejemplar de Madre Patria?
Estoy seguro de que si el presidente Pedro Castillo pudiera leer mi obra Madre Patria. Desmontando la leyenda negra desde Bartolomé de las Casas hasta el separatismo catalán, no sólo se asombraría, sino que sería tal la conmoción que le causaría que lo llevaría a rectificar sus palabras expresadas en el discurso de toma de posesión al cual también asistía el rey de España. Afirmo esto, sin ninguna duda, porque estamos delante —como diría Perón— de un “buen muchacho”, de un buen hombre mal formado o, mejor dicho, deformado por la falsificación de la historia, pero intelectualmente honesto. Él como todos los niños peruanos, a partir de 1968, fue adoctrinado en el odio a España porque fue educado en el mito de que los incas habían construido un paraíso socialista donde reinaba la justicia social; en la fábula de que todos los pueblos que integraban el imperio vivían felices hasta la llegada de un “miserable” e “inescrupuloso” criador de cerdos llamado Francisco Pizarro.
No hay que enojarse con el pobre Pedro Castillo porque él no sabe que la parte de sangre india que corre por sus venas desciende de aquellos indios que marcharon con Francisco Pizarro para liberarse del imperialismo sanguinario de los incas. Imperialismo que le arrebataba a los padres —indios de Cajamarca— a sus hijos para sacrificarlos en la cima de los volcanes.
No sabe que 30.000 indios marcharon junto con sólo 190 soldados españoles para librarse del imperialismo totalitario de los incas
Él no sabe que, cuando su admirado emperador inca Pachacútec terminó la remodelación del Templo del Sol, ordenó enterrar vivos a 4.000 niños y niñas, de entre cuatro y cinco años, que habían sido arrebatados por la fuerza a sus padres. Esos niños, por supuesto, no eran cuzqueños, es decir, incas o quechuas, sino huancas, chancas, chachapoyas, huaylas y canaris, pertenecientes a los pueblos que los incas habían conquistado por la fuerza y a los cuales se les exigía tributo en sangre. Aunque parezca mentira, el pobre Pedro Castillo no sabe que, en la Cajamarca de aquellos terribles años antes de la llegada de Pizarro, año tras año cientos de miles de niños eran separados de sus familias y que, una vez arrancados de los brazos de sus madres, los hacían caminar drogados hasta la cima de los volcanes en donde los sacerdotes incas los estrangulaban o los mataban de un golpe en la cabeza.
Pedro Castillo no sabe que, por esas injusticias que clamaban al cielo, en 1536 sus antepasados indios, en número de 30.000, marcharon junto a los apenas 190 soldados españoles que acompañaban a Pizarro, hacia Cuzco para librarse del imperialismo totalitario de los incas.
Seguramente, como Pedro Castillo es un buen hombre, de haber vivido en aquellos años en que reinaba el terror inca hubiese marchado con ese valiente puñado de españoles que, conducidos por Pizarro, pusieron fin al reinado opresor de los incas.
Dejando de lado la cuestión de la leyenda negra, de la que es víctima este pobre hombre (pobre... hasta que se ponga a hacer como los demás), ¿qué piensas de él? ¿Es tan “comunista” como pretende la derecha liberal, la cual también afirma que su victoria fue un completo fraude electoral?
Te lo pregunto porque, viendo sus declaraciones en otros campos, uno no puede dejar de sentir una cierta simpatía hacia lo que expresan tales palabras. Pero viendo lo sucedido con los Chávez, Maduro, Evo Morales..., por no hablar del tirano Fidel Castro, parece difícil no echarse a temblar.
Pedro Castillo es un honesto maestro de escuela que se jugó la vida combatiendo, carabina en mano, a ese monstruoso grupo terrorista de orientación maoísta que fue Sendero Luminoso. Nada tiene que ver con el comunismo, aunque ha utilizado para lanzarse a la presidencia un partido de orientación comunista y hoy está preso de esa alianza y de la izquierda rosa que lo apoyó en la segunda vuelta electoral. Peor aún, está preso de sus limitaciones en materia de formación política. Metafóricamente hablando podríamos decir que el Perú es un ejército comandado por un valiente y honesto sargento sin formación estratégica militar alguna y rodeado de un cuerpo de asesores de la peor calaña. Si fuera por las buenas intenciones, Pedro Castillo podría ser el mejor presidente del Perú en toda su historia, pero el camino al infierno, como se sabe, está plagado de buenas intenciones… Castillo no sólo es una víctima de la leyenda negra, sino que es un instrumento inconsciente del poder mundial que él instintivamente rechaza y quisiera combatir. La oligarquía financiera internacional hoy exporta, como ideologías de colonización, para mantener a Hispanoamérica subordinada a su poder, el librecomercio, las políticas de género y la hispanofobia.
Castillo rechaza visceralmente la ideología de género, no entiende nada respecto a lo que el librecomercio significa como elemento que inhibe el desarrollo industrial de las naciones que sólo producen materias primas; pero lo peor es que, al haber sido formado en la leyenda negra, es perfectamente funcional al fundamentalismo indigenista que conduce a una nueva balcanización de la América Española. La sinergia política puesta en marcha por el indigenismo que educa a los niños en las escuelas en el odio a España y rechaza el castellano como lengua común, llevará a largo plazo a que en la selva ecuatoriana y peruana se pierda todo rastro del español; a que en Perú, en la región de Cuzco, se abandone el uso del español y se hable solo el quechua; a que en la región de Puno se imponga el uso exclusivo del aimara y se olvide el español; a que en el sur de Chile y en la Patagonia argentina se imponga a sangre y fuego el mapuche y se persiga a los hispanoparlantes. Hispanoamérica se convertirá en una verdadera Babel idiomática.
El indigenismo inculca el odio a España y rechaza el castellano como lengua común.
Cuando eso se haya logrado, resultará natural que cada uno de esos grupos lingüísticos, azuzados por intereses foráneos, reclame su independencia. Así, nuevamente divididos, seremos aún más impotentes frente al capital financiero internacional y las grandes potencias. Parafraseando a Jorge Abelardo Ramos, podemos decir que se trata de un nuevo servicio que, una vez más, la ‘izquierda’ y los ‘progresistas’ rinden al imperialismo.
Respecto a este otro tipo de declaraciones, mira, por ejemplo, lo que Castillo decía también en su discurso de investidura: expulsión del Perú, en un plazo de 72 horas, de los delincuentes extranjeros; también proclamó que se establecería el servicio militar para los Ninis (los jóvenes que ni trabajan ni estudian).
En el Perú, el servicio militar sólo lo han hecho los pobres; si Castillo consiguiera que todos los peruanos hicieran el servicio militar sin distinción de clase alguna, habría hecho una revolución democrática. Empezar haciéndolo obligatorio para los que no trabajan ni estudian parece una buena idea. Cuando termine de expulsar a los delincuentes extranjeros, tendría que continuar con los delincuentes peruanos y ahí tendría un problema, porque los principales dirigentes de su partido están acusados de cometer actos ilícitos. Si tuviera que “expulsar” del Perú a los delincuentes nacionales que están enquistados en todos los partidos políticos existentes, la mitad de las grandes ciudades como Lima o Arequipa quedarían vacías.
Pese a la presencia en el acto de investidura del podemita español Monedero (que debió de ir a rellenar el suyo de monedero), ¿no crees que parece difícil que Pedro Castillo dé cancha a las políticas de degeneración antropológica y sexual que promueve la izquierda que, de roja, ha pasado a rosa, y que con tanta fuerza las está imponiendo, conchabada con la oligarquía, en sitios como Argentina y Chile?
Cuando le preguntaron a Castillo si aceptaba el mal llamado matrimonio homosexual, no pudo contener su expresión de asco y rechazó tajantemente todo lo que tuviera que ver con la ideología de género y el aborto. ¿Seguirá siendo fiel a sus convicciones cristianas? ¿Podrá resistir las presiones de la izquierda rosa que lo apoyó en la segunda vuelta electoral?
Hispanoamérica sufre hoy una presión gigantesca para que en todas sus repúblicas se apruebe el aborto y las políticas de género. Detrás de esa ofensiva están los Rockefeller, los Soros, los Bill Gates que reparten dinero a cuatro manos a todas las ONG abortistas y a cuanto periodista y político pro aborto y pro ideología de género exista. El poder mundial sabe que la aplicación del aborto conduce siempre a una catástrofe demográfica, y ellos, en la nueva división del trabajo que se avecina, necesitan dos cosas: una América del Sur mera productora de materias primas destinadas a la nueva fábrica del mundo que será China; y una América del Sur que esté lo más despoblada posible. En Argentina, Macri y los Fernández, cuando tuvieron que renegociar los vencimientos de la deuda externa, cedieron a las presiones y se hicieron abortistas. ¿Tendrá Castillo el coraje y la templanza necesaria para resistir la presión del poder mundial?
Para acabar, una pregunta que quizás sea tan difícil como aquella con la que concluimos mi anterior entrevista. Te preguntaba entonces por qué nos ha dado a los españoles de ambos lados esa funesta manía de denigrar lo más grande de nuestra historia. Ahora te pregunto: ¿por qué fracasan tan espectacularmente todos los intentos populistas de encauzar por vías novedosas los rumbos de Hispanoamérica? Sólo conozco (y supongo que tú también) una experiencia distinta: la de Perón, pero que también acabó, aunque al cabo de los años, en una derrota.
Porque nacimos mal paridos. Porque la independencia fue una trampa británica y cuando los protagonistas como San Martín y Bolívar se dieron cuenta de que habían caído en una trampa y quisieron arreglar el entuerto y le propusieron al inútil de Fernando VII terminar con el enfrentamiento fratricida mediante la conformación de un imperio constitucional que tuviese su capital en Madrid, Fernando VII no quiso saber nada.
Nacimos mal paridos. La independencia fue una trampa británica, y Felipe VII un necio felón.
Todo eso lo cuento en detalle en mi libro Madre Patria. Así la independencia condujo a la fragmentación territorial, a la incorporación al mercado mundial —eufemismo para no decir al imperio británico— como semicolonias, como simple productores de materias primas, y a la subordinación cultural e ideológica cuyas dos piezas centrales eran el librecomercio y la hispanofobia que llevaba al desprecio de toda nuestra herencia cultural.
Nacimos como un árbol sin raíces y con un sector social cómodo en la situación de dependencia porque recibía su tajada del imperio británico y luego del norteamericano. Por eso les fue tan difícil a los movimientos nacionales cambiar esa realidad. El peronismo lo logró convirtiendo a la Argentina en diez años de gobierno en una potencia industrial que llegó a fabricar en 1950 el cuarto avión a reacción del mundo, el famoso I.Ae. 33, conocido popularmente como el Pulqui II. Sin embargo, esa experiencia, esa insubordinación fundante, fue derrotada por la fuerza expulsada del poder, en septiembre de 1955, mediante un golpe de estado detrás del cual estuvo sin ninguna duda la pérfida Albión. Después, con Menem y con los Kirchner el peronismo se transformó de un movimiento de insubordinación fundante en un partido de administración de la dependencia siempre de rodillas ante el poder mundial; pero esa es otra historia. Como verás, esta vez he recogido el guante y contestado a tu última y agudísima pregunta.
[1] Aquí Castillo hace un juego de palabras destinado a insultar a Su Majestad Felipe VI (al que tenía delante) al tiempo que alude a “Felipillo”, el intérprete que acompañó a Francisco Pizarro y a Diego de Almagro durante la conquista de Perú y Chile.
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