No nos engañen. No van contra la degradación de un oficio practicado por discapacitados, sino contra uno de los semilleros de la tauromaquia, fuente de suertes inventadas por unos artistas geniales que han nutrido el repertorio de grandes figuras del toreo. Muchos niños que van a ver este espectáculo terminan –como hemos terminado tantos niños—por convertirse en aficionados al Arte Mayor del Toreo.
El toreo cómico visto desde Moncloa
FERNANDO FERNÁNDEZ ROMÁN
Obispo y Oro /Agosto 2021
Que levante la mano quien sepa de carrerilla el nombre y el cargo del último gabinete ministerial de Pedro Sánchez. ¿A que les he cogido en bragas? Conmigo no cuenten. No tengo ni idea de quien ni cual, ni cuándo ni cómo. Ni Para qué. Ni siquiera sé el número exacto de carteras que rodean la mesa del carterista principal del Reino. ¿Veintidós?, ¿veintitrés? Por ahí anda la cosa. Por tal motivo, he tenido que entrar en el espabilaburros oficial de Mr. Google para percatarme de que una tal Ione Bellarra, recién nombrada ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 –derivación, a la baja, de la Vicepresidencia segunda que ostentaba el dimisionario Pablo Iglesias—, es una joven de Pamplona, licenciada en psicología y militante de Podemos desde sus primeros balbuceos, con asiento en las Cámaras parlamentarias desde hace lo menos cuatro legislaturas. La verdad es que la chica es maja. Tiene cara de buena gente y, seguramente, lo será; pero, como a la mayoría de sus correligionarios, le puede el sectarismo ideológico; por eso centrifuga sus decisiones con la impulsividad y el poderío que debe insuflar tan rimbombante cargo. Esta semana que ya declina ha tenido la ocurrencia de llamar la atención acerca de un espectáculo cómico-taurino anunciado –y espero que ayer celebrado—en la población extremeña de Zahínos, provincia de Badajoz, pidiendo su cancelación; es decir, poco menos que prohibiéndolo. Lo ha pedido el gobierno de la nación al ayuntamiento de un pueblo. ¿Cómo debe reaccionar el alcalde de una pequeña población rural ante la advertencia -¿admonición?— proveniente del Palacio de la Moncloa o de donde esté instalado el despacho ministerial de marras y sus derivados? Lo lógico es suponer que al alcalde de Zahínos le temblarían las canillas; pero no. En este caso, la primera autoridad de este pueblo próximo a la raya de Portugal le ha salido respondón a tan alta autoridad del Estado. El alcalde en cuestión se llama Gregorio Gallego y es del P.P., partido que domina ampliamente las concejalías. Dice el señor Gallego que tiene autorizada la función por la Junta de Extremadura y el espectáculo cumple la normativa vigente; así que… “¡pa’lante”. ¿Argumento de Bellarra?, pues que la actuación de los “enanitos toreros” ante un público mayoritariamente infantil “atenta contra los principios fundamentales de la Convención sobre los Derechos de las personas con discapacidad”. Así ven el toreo cómico y sus diminutos intérpretes desde Moncloa. Ítem más: el director general del citado departamento ministerial, llamado Jesús Martín Blanco, que tiene, precisamente esa discapacidad, técnicamente conocida como displasias óseas y popularmente como “enanismo”, defiende la moción de su jefa proclamando que “en España ya no hay bufones”, ofreciendo además un programa específico de reciclaje para acceder a un empleo “digno y decente”. ¿Cómo el suyo, quizá? Explíqueme por qué un artista que hace humor con su trabajo no puede medir un metro cuarenta de estatura. Explíqueme por qué no puede dedicarse a torear becerros de forma absolutamente light ante un auditorio mayoritariamente infantil. Durante años el toreo cómico se ha nutrido de hombres y mujeres afectados por “enanismo” que han encontrado en esta disciplina taurina un medio de trabajo absolutamente “digno y decente”, provocando la hilaridad –la felicidad—de miles de niños y niñas, que veían en estos diminutos y graciosos toreadores una réplica en tamaño a su figura infantil. No nos engañen. No van contra la degradación de un oficio practicado por discapacitados, sino contra uno de los semilleros de la tauromaquia, fuente de suertes inventadas por unos artistas geniales que han nutrido el repertorio de grandes figuras del toreo. Muchos niños que van a ver este espectáculo terminan –como hemos terminado tantos niños—por convertirse en aficionados al Arte Mayor del Toreo. Tan impregnado de arte está un óleo pintado por un genio del pincel como la caricatura dibujada por un genio del lapicero. Uno y otro se retroalimentan con sus respectivas réplicas. Efectivamente, en España ya no hay “meninas ni bufones” en Palacio. Bueno, en el de la Moncloa, quizá.
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