Brindemos por la Navidad que vivimos, para que su espíritu de buenos deseos inunde el mundo.
Brindemos por nuestros seres queridos, para que lo sigan siendo pero queriéndoles más todavía.
Brindemos por tantos y tantos que en el mundo entero han sido víctimas del famoso, y despreciable, coronavirus, con el deseo de que se acabe pronto y nos deje vivir en paz. Y que quienes perdieron a los suyos sean capaces de pasar tan dolorosa página.
Brindemos por cuantos padecen y han padecido por causas de volcanes, inundaciones, terremotos y otros fenómenos atmosféricos, para que las secuelas duren poco y recuperen sus vidas plenamente.
Brindemos, con toda nuestra fuerza, por nuestra querida Fiesta Brava, quien también ha padecido todo tipo de vejaciones, además de los efectos de la pandemia, para que recupere pronto la vitalidad que siempre tuvo.
Brindemos por la afición taurina, para que seamos capaces de mantener la fuerza con la que hay que seguir apoyándola. Se necesita de todos para su relanzamiento.
Que ese acto tan torero, el de brindar, se convierta en la lanzadera que se necesita para que, desde el respeto con el que se hace, sea un ejemplo para los no taurinos. Brindemos.
Brindemos porque el virus se aleje de nuestra vida cotidiana, para que el aire nos traiga tiempos mejores en todo y para todos.
Brindemos para que la vida nos permita seguir encontrándonos con todos nuestros amigos, que son el sostén del conjunto de nuestros triunfos y fracasos. Sin ellos sería todo más duro.
Brindemos, como no puede ser de otro modo, por el Año Nuevo, para que el 2022 se convierta en el espaldarazo para todos los sueños individuales y colectivos.
Brindemos por lo que sea, pero que no se nos olvide brindar, que no deja de ser una señal inequívoca de nuestros buenos deseos. Como un abrazo, pero sin tocarnos, brindemos.
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