Lo diré millones de veces y nunca me cansaré de repetirlo; es la emoción el único valor que puede salvar a la fiesta del cataclismo en que está sumida y, para que dicho precio tenga la vigencia adecuada es imprescindible el toro; de igual modo el torero pero, por encima de todo el toro.
Quiero emocionarme
Pla Ventura
Toros de Lidia / 30 diciembre, 2021El primer sentimiento que debe albergar todo aficionado, según mi criterio, no debería ser otro que la propia emoción cuando se presencia un festejo taurino. Muchos de los que acuden a los recintos taurinos, por su escaso bagaje a nivel de aficionados se conforman con la diversión pero, tal acepción me parece una banalidad, sencillamente porque ante un acto de tanta liturgia hermosa como es que un hombre se juegue la vida frente a un toro, si a eso le denominamos diversión, pensemos en Llapisera en sus mejores tiempos y acabaremos antes.
Tenemos muchos espectáculos para divertirnos, razón por la que al efecto no debemos ni podemos mancillar a la fiesta de los toros como una pura diversión porque, dentro de un ruedo, si existe la realidad como siempre se presupone, no hay nada más sagrado que ello. No podemos divertirnos contemplando como un hombre se juega la vida y, si eso ocurre es que no hay emoción alguna, por tanto, nos dan un espectáculo devaluado y carente de la más mínima veracidad. Para divertirnos tenemos el fútbol, el cine, el circo, el teatro y otros muchos espectáculos que nos hacen pasar un rato divertido.
Lo diré millones de veces y nunca me cansaré de repetirlo; es la emoción el único valor que puede salvar a la fiesta del cataclismo en que está sumida y, para que dicho precio tenga la vigencia adecuada es imprescindible el toro; de igual modo el torero pero, por encima de todo el toro. Siempre sale el toro dicen todos los que asisten al espectáculo con el ánimo de pasar una tarde divertida que, precisamente por eso, porque casi nunca sale el toro, en los festejos se aburre hasta Dios.
Los toreros, por regla natural, eligen las ganaderías con garantías que, las mismas, en demasiadas ocasiones son un fracaso estrepitoso porque no hay nada más aburrido en el mundo que un toro sin casta ni emoción; vamos, lo que en la terminología de aficionados entendemos como burros con cuernos que, parecen toros, es cierto, pero esos animalitos no son siempre garantía de nada lo que nos hace sospechar que los toreros de renombre viven equivocados porque no enmiendan error alguno y, así, años tras año, como elección ganadera siempre eligen los toritos criados a modo para que no molesten a sus lidiadores, que apenas tengan fuerza alguna y que la borreguez sea la tónica dominante en cada festejo de expectación que, ya lo dice la sabiduría popular, festejo de expectación, festejo de decepción. Es más, ¿dónde está la garantía que buscan?
Es inaudito que, con la de toros que tenemos en las “tres mil” ganaderías que tenemos en España, a diario, por parte de las figuras, elijan siempre lo mismo; vamos que, aquello de que en la variedad está el gusto no va con ellos porque siempre nos ofrecen el mismo “menú” que, en honor a la verdad se nos atraganta a todos por lo repetitivo en cada plaza de toros.
Insisto, quiero emocionarme, pero me lo ponen muy difícil. Al parecer, por lo que vemos, ese mal endémico al que nos referimos es algo consustancial en todos los países del mundo en que se celebran festejos taurinos, la prueba no es otra que el primer festejo que Movistar nos televisó desde Cali en que, ante una corrida indigna, desclasada, sin alientos y sin el menor atisbo de bravura, la emoción no apareció por ningún lado salvo en uno de los toros, un “santo varón” de Guachicono que, De Justo, estuvo torerísimo pero, dicha corrida nos sirvió para que entendiéramos los motivos por los cuales la plaza estaba casi vacía. Una corrida insulsa que se tapó por la cara pero con menos fuerzas que un canario. Otra prueba más de que, sin el elemento toro la fiesta languidece por ella misma, al tiempo que ahuyenta a los aficionados para que deserten de cualquier plaza de toros, el dato evidente es que en Cali, en el festejo que cito, apenas había poco más de tres mil personas en los tendidos.
Por cierto, de haber estado Morante en la corrida como estaba anunciado, al respecto de la pica, allí hubiera comprendido que su invento de la pica es pura entelequia porque en Cali no se picaron los toros, con un rasguño iban apañados. Siendo así, ¿para qué otro tipo de puya si la que tenemos no se usa?
No hay comentarios:
Publicar un comentario