Esta poesía escrita por mi hermano Manolo con recuerdos de los clásicos españoles, contiene además otros recuerdos más cercanos y personales: los de cuando de niños nos llevaban a Misa del Gallo a la Parroquia de San Nicolás, con Don Paulino en el púlpito y el organista tocando la Marcha Real, el Himno Nacional, durante la Elevación. A nosotros, siendo niños, asistir a la Misa del Gallo nos hacía ilusión por pura novelería: la de salir a la calle a las doce de la noche. Pero recuerdo dos ocasiones un tanto especiales.
Una fue que estaba la hora tan serena, que a la salida de la Misa del Gallo casi hacia calor, y algunos feligreses se quitaban el abrigo.
La otra ocasión fue memorable. La casa de doña Pilar Guerra estaba exactamente enfrente de la nuestra, y las fachadas eran simétricas, pero su casa tenía mucha más profundidad, que permitía elevar una torre muy separada de la calle, torre que servía de ocasional gallinero, palomar y hasta en una Navidad, de corral para un borreguito. En unas Navidades le habían regalado a doña Pilar un gallo. Y en el momento en que salíamos nosotros a la calle, el gallo empezó a cantar. Para quienes estábamos ya cerca de la iglesia, fue una sensación maravillosa, porque la Misa del Gallo de aquella Navidad, fue una Misa del Gallo, pero de verdad.
Para mi madre Aurora, inteligencia preclara, que nos enseñó a querer a las mujeres.
José María Portillo de Fabra
Córdoba, 26 de Diciembre de 2025

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