Decepcionante corrida de Juan Pedro Domecq tras un año de ausencia, una breve faena muy bien dicha de Morante, exhibición de Pablo Aguado a la verónica, pobre aportación de Manzanares y sensación general de hartazgo…
DESPUÉS DE UN año de barbecho en la Maestranza, Juan Pedro Domecq estaba más obligado que otras veces. Pesaban, además, la categoría y la condición de tres de las cuatro corridas previas del abono: una despampanante de Fermín Bohórquez, una tan completa como seria de Santiago Domecq y solo en la víspera una tercera dispar de El Parralejo con mayoría de bravos. Las tres dieron espectáculo. En ninguna de ellas se cubrió poco más de un tercio del aforo. Estaba escrito que con un cartel de los llamados de figuras se llenaría la plaza y eso pasó.
Por segunda vez en cinco tardes de abono se colgó el No hay billetes. Corrida de expectación, pero no tanta. El gancho de Morante sigue siendo irresistible. Manzanares ha ido perdiendo crédito. Pablo Aguado, con sello de torero artista, no ha vuelto a repetir su fantástica irrupción de hace seis años. Por decisión del ganadero los toros se soltaron con divisa negra de luto por rendir homenaje a Ramón Ybarra, su mejor amigo de siempre.
Fue corrida en tipo pero de desiguales hechuras y en el caso de dos toros -primero y tercero- de pobre trapío. Hubo un sexto toro de hermoso remate y un segundo colorado muy bien rematado. Las comparaciones con el cuajo tan severo de la corrida de Bohórquez o con la armonía de la de Santiago Domecq fueron inevitables. No se dejaron sentir protestas por ninguno de los seis toros de este envío de retorno de Juan Pedro, pero sí sonaron con fuerza los pitos en el arrastre de los tres últimos, que fueron, cada uno de una manera, compendio de desdichas.
Un primer puyazo durísimo resultó casi letal para el cuarto y Morante no perdió el tiempo con él. El quinto, acapachado y lustroso, fue toro a su aire, la pasividad de Manzanares no ayudó y entonces se sintió más que en toda la tarde el hartazgo general.
El espléndido sexto, de apoyos frágiles después de sangrado, se fue a las tablas y junto a ellas se rajó sin disimulo. No fue mucho mejor el balance de la primera parte, solo que Morante se deleitó en una breve faena de toreo de compás, sencilla, variada, improvisada, resuelta en un palmo de terreno y rubricada con una estocada en los bajos. Singular el mimo con que Morante trató al toro, que había incluso galopado en banderillas -un soberbio par de poder a poder de Curro Javier- y se avino sin duelo al juego de Morante, bien plantado, compuesto con naturalidad y listo para cortar cuando el toro pidió la cuenta.
Desconfiado, Manzanares abusó de los lances preventivos en el recibo del segundo, que se estiró de salida, desmontó a Paco María en el primer puyazo y derribó al tiempo a uno de los caballos modélicos de la cuadra de Peña. El segundo puyazo fue duro y a partir de él empezó a darse a la fuga el toro, distraído pero tratable. Sorprendido en dos bazas menores, Manzanares se fue por la espada. Una entera trasera. Tardó un siglo en colocarse para descabellar.
El tercero barría la arena con las borlas del rabo. Tomó con ganas el capote de Pablo Aguado. Un manojo de nueve verónicas de bello corte y manos bajas, y media de remate a cámara lenta. Fue el mejor momento de la corrida. Un galleo, un quite por chicuelina y un segundo quite a la verónica, que estuvo de más, y lo pagó el toro, que cabeceó en varas y a los doce viajes de muleta se paró casi en seco. Aguado se empeñó más de lo debido y hasta se puso de frente para torear al natural. Una parodia. Quiso repetir la exhibición de su talento como capotero clásico en el sexto. Sin tanto éxito, pero la revolera de remate fue antológica. La lidia en banderillas de ese toro fue un despropósito, tiempos muertos sin razón y preparativos de los banderilleros ajenos al menor rigor. Con el toro rajado tocó montar la espada y terminar. Casi dos horas muy duras de ver. Se hicieron eternas.
FICHA DEL FESTEJO
Sevilla. 5ª de abono. Muy caluroso. Lleno. 12.500 almas. Dos horas de función.
Seis toros de Juan Pedro Domecq.
Morante, saludos y silencio.
Manzanares, silencio en los dos.
Pablo Aguado, silencio en los dos.
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