A (Ignacio) Sánchez Mejías no le interesa la política, pero cuando al advenimiento de la República española algunas bandas de granujas saquean las iglesias de Sevilla, el sacristán de Nuestra Señora de la Esperanza -familiarmente La Macarena- viene muy emcionado a encontrarle.
-Don Ignacio, hay que salvar a la Virgen de la Macarena.
-¿Dónde está?-
La he bajado del altar y la he escondido en mi casa. Para no llamar la atención, la he metido en mi cama como si fuera una persona.
Durante la noche, Ignacio carga una camioneta con cuerdas, escaleras y un mortero de cal, va a recoger la estatua del maravilloso rostro y, en cuanto amanece, se dirige con su cargamento al cementerio de San Fernando, alegando ser un marmolista que viene a reparar una tumba. Con su llave personal abre la placa de metal que da acceso al sepulcro situado bajo el monumento funerario de Joselito y allí deposita su preciosa carga. Durante más de dos meses toda Sevilla comenta la desaparición de la imagen de la Virgen, sin sospechar que está escondida y bajo la protección del héroe que tantas veces en vida había implorado su ayuda.
LOS TOROS DESDE LA BARRERA / CLAUDE POPELIN
Via: Salmonetes ya no nos quedan
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