Escribe don Luis Suárez Avila en el Diario de Cádiz
Yo no digo que en una corrida goyesca que se precie renazca la suerte de los “dominguillos”, ni se echen los perros a la res, ni tan siguiera que el diestro se ate con grilletes a una mesa, ni se desjarreten a los toros con la medialuna. Nada de eso. Desde que Antonio Ordoñez inventò las goyescas en Ronda, ya no hay plaza que, un año sí y otro también, ensaye su goyesca. Y ahí me ponen a areneros, al torilero, a mulilleros, a mozos de plaza, vestidos de Chorrojumo y a los toreros, picadores y banderilleros, presuntamente ataviados, como en tiempos de Goya, pero menos. Si uno repasa los grabados de Goya y sus toros de Burdeos, o los de Carnicero, o los de Alenza, los de Pérez Villamil, o los de Lameyer, verá las asombrosas diferencias con la indumentaria que usan ahora y que llaman “goyesca”. Pero, sobre todo, en nada se distinguen por, otra parte, de una corrida normal y corriente de nuestros días. Fuentes documentales, escritas y pintadas hay para poder resucitar en esas corridas algunas suertes de aquellos tiempos. Yo, en mi vida, tan solo he visto dos veces en la Real Plaza de El Puerto ejecutar, por ejemplo, el salto de la garrocha. Y no estaría mal ponerlo en la cartilla de torear en las corridas llamadas goyescas aquí, donde, como escribió Fernando Villalón:
“En las salinas del Puerto/ se encarga a los salineros/ las garrochas de majagua/ que gastan los mozos buenos”.
O, por lo menos, que se usen banderillas abullonadas con su bandera, que por eso se llaman así. Si se quiere mimetizar, debe procurarse mimetizar con tino y propiedad. Lo que hay, solamente es cuestión de guardarropa y taquilla.
Luis Suárez Ávila
(Nota bene. Chorrojumo y Mariano Fernández eran la misma persona)
Via: Villamarina
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