De la tristeza sólo queda la derrota
Francisco de Jongh. Mérida, Venezuela
Cuando escuchamos en los medios de comunicación la mal acogida noticia de la prohibición de los toros en Cataluña era lógica la indignación y rabia manifestada por todos los que tenemos gusto por la Fiesta Brava. Sin embargo, el tiempo ha pasado, las agujas del reloj siguen girando y los lamentos se siguen observando. Si se observó un pírrico triunfo de los antitaurinos en Barcelona, es debido a su unión y su propósito bien marcado.
Me parece, e insisto, es mi opinión, que la defensa de la tauromaquia debe ir mucho más allá de plasmar letras en una hoja, de culpar a unos y a otros, al gobierno de rojos, de blancos o azules, a la recesión económica o a los burgueses. Aún cuando sea cierto que el alto costo de la vida que a todos nos ha envuelto influye directamente en el desarrollo y fomento de las corridas de toros, pero no podemos nosotros mismo predecir una pérdida total de la tauromaquia cuando durante tantos años ha subsistido y evolucionado, pese a los cambios de gobiernos, guerras y recesiones. ¿Somos entonces capaces de destruir lo que queremos?
No es justo que demostremos escribir bien o mal sin tomar acciones contundentes, sin crear frentes de defensa, sin accionar ante las autoridades competentes; no es justo que en Colombia, por ejemplo, la Corte Constitucional nos haya favorecido declarando la constitucionalidad de la fiesta, pero gracias a la solicitud de abolición que hicieran los antitaurinos, porque no se fue capaz de solicitar nosotros su protección. No es justo, que en España, Colombia, Ecuador, y nuestra Venezuela, entre otros países de tradición taurina, se pretenda poner punto y final al arte taurino por movimientos formados por una persona que no tiene la nacionalidad de ninguno de estos países, sería tanto como ir nosotros al Argentina a solicitar la prohibición del tango por ser un baile inmoral.
La pelea es peleando, no llorando, las batallas se ganan en el frente de batalla, no detrás de la trinchera viendo qué pasa. Es hora ya de tomar acciones contundentes, de defender lo que tanto amamos y llevamos dentro del alma, lo que ha hecho que fronteras se unan y no se piense en nacionalidades sino en sentimientos. Es hora de hacer lo que hacen los contrarios, protestar para defender, protestar para proteger, la fiesta no es ilegal, la fiesta no es inmoral, la fiesta porta una identidad cultural y la misma, por ser un derecho humano, tiene que ser respetada.
Actuemos, hagamos algo, y no quedemos sólo en lamentarnos, pues de la tristeza sólo queda la derrota.
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