Por Pedro Javier Cáceres
Escribo desde Murcia
12 de Septiembre de 2010.-Una de las escasas ferias del calendario donde los toreros y los ganaderos se van, siguiendo ruta, con el dinero convenido por su actuación. Dinero, además, generalmente por encima, o muy por encima, de ferias similares (incluso de mayor rango), pero sobre todo honorarios seguros y al vencimiento inmediato de contrato.Tal circunstancia que debería ser normal es cuasi excepción. Mal diagnóstico.
El toro está a punto de la banca rota. Se está moviendo a base de pagarés. Este invierno puede ser tremendamente convulso. El caso Romero Leal puede repetirse. Y no solamente en los gaches si no en plaza de postín y de primera primerísima.
A la burbuja inmobiliaria y de la hostelería le puede seguir la del sector taurino. Los síntomas son similares y los antecedentes de crecer en terrenos pantanosos y ficticios también. A la ruina del ladrillo y el fogón le está echando el aliento en el cogote la industria del “cuerno”.
Las entradas ya están al límite. El sol, lo más barato —que tampoco lo es-, es nocivo para la salud por las infraestructuras obsoletas de los cosos taurinos. El espectáculo generalmente dice poco y cuando dice no se enseña; ni el susodicho ni tampoco los protagonistas que son la cara del mismo.
Y luego, los cachés de las figuras.
Las empresas están la mayoría en números rojos, por los costos y por los cánones de explotación. Y si estos son negociables sensibilizando a externos, como son los propietarios de piso plaza, quien no tiene sensibilidad ni consciencia del momento que se vive son las toreros: principalmente las figuras, sus subalternos y los subalternos de los toreros del amplio colectivo de la clase media y los nuevos, con ambiente, o veteranos y noveles con coyuntura emergente.
Del plantel de más de un centenar de matadores, o dos, ganan dinero a penas una docena: mucho, quizá menos del que se merecen, no lo dudo; pero infinitamente más que el que generan. La mayoría del escalafón mal vive (también es cierto que muchos de estos se llaman toreros pero lo son de capricho o vagancia), y la clase media y toreros emergentes sobreviven; quizá para pasar el invierno y esperar tiempos mejores. Toreros de 20 o 30 corridas torean para las cuadrillas y la comisión del apoderado.
No sólo es la descompensación de honorarios entre las pocas figuras y los toreros de clase media, en el equilibrio que deben hacer los empresarios para medio cuadrar sus cuentas, la perversión del sistema, no. Sobre todo en los circuitos de primera y segunda que, a estos toreros y jóvenes promesas, les puede servir de promoción.
La brecha del sistema por donde se van tantas ilusiones y fluyen desasosiegos y decepciones, asqueo, recelos y demás, está en el abuso que, de actuar en los pueblos y gaches, están haciendo, desde hace ya mucho tiempo, las principales figuras del escalafón; salvo honrosas excepciones. Repasen carteles habidos y por haber (consultar medios especializados).
Es ahí donde, a los cinco, siete, o diez millones de las figuras se contraponen, lógico, los mínimos o el “túnel” para aquellos que tiene la suerte de encontrar algún hueco con el que al menos sumar festejos que son en muchos casos argumento para que los empresarios los pongan o no, por derecho o en sustituciones. Esa es otra, y de la que nos ocuparemos en breve por ser este año escandaloso.
A tal desafuero económico se une el “tapón” que significa que las figuras toreen en barbechos para no dejar paso a otros toreros que, de ser sí, propiciaría, además del reparto de costos, satisfacer los mínimos honorarios establecidos o la cotización, más o menos, modesta de los mismos para poder vivir… en torero.
La anormalidad debería ser abordada por los matadores, pues ellos se generan el problema unos a otros. Improbable. Por que a los pingues beneficios por matar dos becerros en la talanquera se une la repercusión mediática de un sector, el de la prensa taurina, todavía más en crisis, que no evalúa con criterio de categorías ni mide por el mismo rasero a figuras o no; siempre al sol que más calienta.
Con este panorama obvia hablarse de promoción de nuevos valores, novilleros y becerristas. Y los ganaderos, más menos. La mayoría refugiada en los “cupos” y los fondos europeos.
Expuesto lo cual ¿como va a renunciar una figura a llevarse un dinerito en un pueblo con tan solo fonda pensión u hostal para vestirse de torero, si a penas es algo más de dos horas de chamizo para ascender, nuevamente, a los palacios en su gloria y grandeza?
Verbigracia: un rabo cortado, una faena de una figura ha pretendido dar la vuelta al mundo y se ha catalogado, si no, poco menos que histórica, sí la cumbre de su temporada.
Sucedió en Cantalejo.
Nota
Cantalejo (Segovia) 3.997 habitantes en 20Plaza de toros de 4.000 espectadoresHotel el Polvorín; dos estrellas.
Hostales, Stop y Romi y Pensión, Dora
elimparcial.es
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