El taurinismo sigue sin dar con la tecla para la renovación de la cartelería taurina.
Un grito en el cielo
Que la publicidad en el mundo de los toros es una asignatura pendiente, es algo palmario. Y que los carteles con que se anuncian ferias y corridas, lejos de progresar -tras mucho tiempo anclados en el tiempo y habiendo perdido ya su esencia- corren con gran velocidad marcha atrás se comprueba sólo con ver los ejemplos de los últimos años.
Y seguimos en esa peligrosa y deprimente deriva. La empresa responsable de la plaza de toros de Valencia, tras vérselas y deseárselas para rematar a tiempo las combinaciones que dan forma a la feria de fallas, en mucho menos tiempo dieron a conocer el cartel anunciador de la misma.
Se trata de una obra del artista barcelonés Jordi Pallarés que representa una cabeza de toro y en la que se juega con, según el propio autor, los colores básicos de la fiesta, aunque es difícil distinguirlos en un primer golpe de vista.
Aunque sobre gustos dicen que no hay nada escrito, lo que es claro es que hay cosas que son evidentes. Y esta obra, con todos mis respetos, es una birria. Una birria, entiéndase, teniendo en cuenta el fin para el que se ha creado, que no es otro que anunciar y dar imagen a la feria de fallas. Y digo que es una birria por que no veo por parte alguna dónde está la relación. Dónde aparece, aunque sea de manera subliminal, el espíritu de las fallas, dónde se ve representada Valencia y dónde su conexión. Podría haber servido igual para Sevilla, Madrid o para una concentración antitaurina.
Una feria en la que se celebra el vigesimoquinto aniversario del torero más importante de los últimos tiempos merecía, creo, el que se le recordase y tuviese en cuenta en el affiche, y el carácter especial de este serial también debería haber tenido un protagonismo que, lo mire por dónde el mire, no lo encuentro.
Se ve que debo ser un burro en cuestiones artísticas pero, lo siento, en lo que a cartelería se refiere, Valencia lleva ya acumulados dos horrores seguidos. Porque recuerden el bodrio que se nos encasquetó para la última feria de julio... Y, además, pienso yo ¿no hay nadie en Valencia que pueda hacer algo, no digo mejor, pero sí, al menos, un poco mas bonito?
Y otro tanto se puede decir de la obra elegida para dar a conocer la temporada en la Maestranza sevillana -que lleva ya muchos años sin atinar en este punto-, un collage del pintor e historiador del arte Juan Fernández Lacomba que, para quien no lo supiese, bien podría identificarlo con un pastiche pergeñado por alumnas de una cátedra ambulante de la sección femenina. Dicho sea con todo respeto para ambas partes.
Los taurinos, buscando esa nota de modernidad que se echa en falta en el toreo -y, sobre todo en la gestión del negocio- tiran de nombres sin tener en cuenta ni su afinidad con el mundo del toro ni su especialidad, algo esencial y que se aplica a todas las artes y las ciencias.
En cualquier manual se puede leer que el atractivo visual y la fuerza emotiva de un buen cartel hacen de él una forma eficaz para comunicar mensajes a las personas, a un grupo, a una institución..., por esta razón el cartel ha pasado a ocupar, en los medios de comunicación, un importante lugar. Fue Josep Renau, uno de nuestros mejores cartelistas, quien dijo que un cartel publicitario era un grito pegado a la pared. Ahora, con estos ejemplos de última generación, el grito hay que ponerlo en el cielo.
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El grito en las Fallas 2015 será el caloret de los Gintonic que se mete por la garganté Rita la alcaldesa.
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