“Un pueblo que no sabe hacer un análisis de la realidad que está viviendo, se atomiza, se fragmenta Los intereses particulares priman sobre el interés común, el bien común”.
Cardenal Jorge Mario Bergoglio
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
NÚCLEO
“RAFAEL RANGEL”
CONSEJO
DE DESARROLLO CIENTÍFICO,
HUMANÍSTICO,
TECNOLÓGICO Y DE LAS ARTES
FONDO
EDITORIAL “MARIO BRICEÑO IRAGORRY”
I
COLOQUIO DE CRONISTAS TRUJILLANOS
Conferencia Inaugural:
El valor de la Crónica para la Identidad.
Geógrafo
Francisco González Cruz
Geografo, Rector de La Uiversidad "Valle del Momboy"
“El Tajo es más bello que el río que corre por mi aldea,
pero el Tajo no es más bello que el río que corre por mi
aldea
porque el Tajo no es el río que corre por mi aldea”.
Así
comienza uno de los más hermosos poemas de Fernando Pessoa, quien lo escribió
con el nombre de Alberto Caeiro, uno de los muchos heterónimos que usaba para
expresar sus diversos estilos y para tratar de equilibrar sus pleitos íntimos
entre las emociones y las razones.
Y lo
tomo para iniciar estas palabras en un evento donde las cosas del corazón
corren a la par con las cosas cerebrales. Pues nadie se mete a este oficio de
cronista sino es por los caminos del alma, para luego ir decantando las cosas
que se cuentan, documentándolas, verificándolas y soltándolas para que vuelen
con sus propias alas y se posen donde encuentren lectores de las coloridas
estampas de los tiempos corridos o que corren en el amado lugar de las
querencias.
Este
evento será motivo de fecundas crónicas, por la fuerza telúrica que le dio
vida, y por la aquilatada convocatoria que reúne a las personas que hacen el
oficio de escribir de y en nuestros diversos lugares. Un evento que representa
un gran esfuerzo de organización y una convocatoria efectiva. Por ello mi
gratitud a sus organizadores, en particular al Profesor Alí Medina Machado, de
voluntad a toda prueba, quien es el diestro “curador” de este coloquio, por
haberme invitado a participar y a dar estas palabras iniciales.
Se
da en el marco más general de la XIII Feria Universitaria del Libro del Núcleo
“Rafael Rangel” de la Universidad de Los Andes, esta vez dedicada a la “Crónica
Emérita Trujillana” y de otras actividades todas relacionadas con los libros.
Los
asuntos que me preocupan y me ocupan tienen que ver con el desarrollo humano
sustentable, que tiene más olor de futuro que de pasado. Trata más de diseñar
porvenires, de asumir desafíos, de otear posibilidades. Porque uno siente que
nuestra tierra trujillana – y la venezolana – merece mejor suerte. Que la realidad de hoy no representa la
realidad implicada en la esencia o en la naturaleza de nuestra trujillanidad.
Que por aquí hay una realidad escondida y mezquina que no se manifiesta sino en
destellos - por cierto luminosos – pero que no alcanzan a iluminar las posibles
realidades.
Hay
un Trujillo en proyecto. Existe una fuerza que está aquí, quizás como la fuerza
geológica que acumula el sistema de fallas de Boconó, que Dios no quiera se
desate de repente sino poquito a poco. Está tomando fuerza, como tensando la
cuerda, para cuando se dispare vuelvan los Cuicas y sus valores, y los primeros
fundadores de la Trujillo hispana con sus sueños de ser el centro del talento
de las nuevas tierras, o los que crearon la provincia en los días previos a los
años sangrientos de la Guerra a Muerte, o que regresen también los que
sembraron los cafetales, razones y pasiones de los mejores tiempos que hemos
vivido.
El
Trujillo implicado, que está aquí entre nosotros pero que tiene que expresarse
con esa energía portentosa, es un “Lugar
de lugares”. No es de una homogeneidad ancha como la llanera, o de una
capitalidad absorbente como la identidad zuliana que es maracucha, no, es nuestra
geografía entrañable una identidad diversa y rica, heterogénea y variada, con
tantos lugares como son las crónicas que la registran, con trazos limpios que
como los versos de Pessoa, que nacen del amor a la comarca.
Esas
realidades existieron, existen y están allí, aunque algunos hayan preferido
destacar las miradas indulgentes sobre los aborígenes, o la procrastinacion de
los primeros trujillanos ante el corsario, o la epopeya heroica de la
independencia, o las guerras estúpidas de los caudillos, o el complaciente
celestinaje con el centralismo, porque
si a ver vamos, a la inmensa mayoría le ha importado un bledo todo, si medimos
la realidad por la ignorancia generalizada de la memoria histórica.
Por
supuesto que los trujillanos podemos reivindicar aquellas fecundas realidades
que existieron y las que el devenir registra, que al recordárselas a la gente causan
asombro, el mismo que se necesita para atizar la hoguera de la esperanza. La
mirada que vea el tamaño de esas utopías que unos pocos soñaron y alimentaron,
hasta lograr admirables avances en aquellos tiempos de carencias y dificultades
casi inimaginables para las mentes de ahora.
Por
ello la crónica es vital para poner de manifiesto esa realidad implicada, como
la registrada por los primeros cronistas, gracias a los cuales sabemos que “la
gente de estas provincias de los Cuicas es toda bien dispuesta y de buen
parecer” como escribió fray Pedro Simón. O fray Pedro de Aguado afirma que es
gente “muy lucida y bien agestada” según cita del Hermano Nectario María.
Nación
de lugares era la nación Cuicas. En cada valle, en cada páramo, en cada
paraje adecuado vivía un grupo humano
que cultivaba con criterios de sustentabilidad la tierra, elaboraba utensilios
de barro y de madera, adoraba sus dioses y se gobernaba mediante la sabiduría
de sus tabyskeyes y de sus ancianos.
Por
los cronistas sabemos que sobre la estructura territorial indígena se crea el
nuevo orden colonial y se fundan los nuevos centros poblados, muchos de ellos
adosándole a la denominación indígena el nombre del santo patrono católico: El
Dulce Nombre de Jesús de Escuque, San Alejo del Valle del Boconó, San Juan
Bautista de Carache, San Pablo de Bomboy,
La Mesa de San Pedro de Esnujaque,
San Bernabé de Niquitao, San José de Tostós, San Miguel Arcángel de
Burbusay, San Juan de Betijoque…
Así
se van re-creando y creando los lugares trujillanos, y los sucesos que van
fraguando la identidad, con todos las particularidades expresadas en los giros
del lenguaje, en los mitos y leyendas, en las mujeres y hombres que van
formando y conformando el gentilicio, y los músicos, y los sabores de los
fogones, y los ateneos y casas de cultura, y los íconos de cada comarca, las
particularidades del culto religioso...en fin. Y ello en la interacción creativa
con un medio natural de una complejidad enorme, conformando de esa manera todo
aquello que se convierte en la razón de ser del oficio del cronista.
Con
el principio hologramático del pensamiento complejo, así como Trujillo es más
que la suma de los elementos que lo integran, así también cada uno de nosotros
llevamos la presencia de la sociedad y del territorio y lo expresamos también
de manera muy diversa. ¿Existe algo más
complejo que la realidad trujillana, en la cual coexisten a la vez los
elementos de grandeza y bajeza, creatividad y
rutina, de solidaridad y disyunción, riqueza y pobreza? Quebradero de
cabezas de economistas y sociólogos afirmaba Emigdio Cañizales Guédez. Para los geógrafos un desafío, diría yo. Y para los cronistas la fuente inagotable
de temas y pasiones.
En
medio de esta realidad, cuando el cronista pierde ese natural apego a lo
fáctico, o exagera su licencia creativa para pasar a imaginarse cosas, puede
dar el paso, como no, al cuento o a la novela, pero también a versiones
tergiversadas, inventadas o falseadas que mucho perjuicio hacen a la identidad.
Trujillo ha sufrido en carne propia el daño que unos falsos cronistas hacen a
la colectividad, a la memoria y a los propios sueños de futuro. La ética es
entonces condición indispensable de este oficio.
Decíamos
que el Trujillo posible está yacente, por debajo de la cruda realidad evidente.
Me estoy refiriendo a una de las más modernas e interesantes teorías mediante
la cual David Bohm considera
que en realidad todo está ordenado según un orden preestablecido. De este orden
nosotros podemos conocer a través de nuestros sentidos e instrumentos el orden
que él llama Explicado. Sin embargo subyacente a este orden existe otro que él
llama orden Implicado. Lo llama así porque considera que esta plegado sobre si
y mientras no se despliegue no podemos conocerlo. La suma de los dos formaría
la Totalidad.
Bueno
la idea es que las evidencias de ese Trujillo “plegado sobre sí” las ponen de manifiesto los poetas, los
músicos y – sobre todo – los cronistas. También los creadores y los que le dan
valor a la “Trujillanidad”. Son los que descubren “los ángeles y los demonios”
de nuestra identidad, para poder conocer lo mejor de nosotros, para potenciarlo
y desplegarlo, pero también para exorcizar demonios existentes, o hacernos
cargo de ellos.
Cuando
no estaba de moda el papa Francisco y se llamaba Cardenal Jorge Mario Bergoglio
escribió unas reflexiones sobre América Latina titulado:
“El camino hacia el futuro: llevando consigo la memoria de las raíces”. Allí
afirma: “Un pueblo que no tiene memoria
de sus raíces y que vive importando programas de supervivencia, de acción, de
crecimiento desde otro lado, está perdiendo uno de los pilares más importantes
de su identidad como pueblo”.
Y
agrega: Un pueblo sin coraje es un pueblo
fácilmente dominable, sumiso en el mal sentido de la palabra. Cuando un pueblo no tiene coraje se hace sumiso de los
poderes de turno, de los imperios de turno, o de las modas de turno, imperios
culturales, políticos, económicos, cualquier cosa que hegemoniza e impide
crecer en la pluriformidad”.
Más
adelante afirma: “Un pueblo que no sabe
hacer un análisis de la realidad que está viviendo, se atomiza, se fragmenta
Los intereses particulares priman sobre el interés común, el bien común”.
Para
concluir: “Decía alguien que la realidad
se capta mejor desde la periferia que desde el centro, y es verdad. O sea, no
vamos a entender la realidad de lo que nos pasa como pueblo, y por lo tanto no
vamos a poder construir en el presente el coraje para el futuro con la memoria
de nuestras raíces, si no salimos del estado de “instalación en el centro”, de
quietud, de tranquilidad, y no nos metemos en lo periférico y lo marginal”.
Desde
los cuatro puntos cardinales vienen a la ciudad capital los escritores, a
decirnos las cosas de las que escriben, que son
las que han venido moldeando la heterogénea singularidad trujillana,
esta indudable identidad que es la síntesis de las identidades locales. Allí en
esas crónicas están los indicios o señales de ese Trujillo que debe emerger,
pues en la sabrosa crónica de un cozó, en la relación de la portentosa
iniciativa del ferrocarril de La Ceiba, o en las leyendas de los Momoyes
protectores de las lagunas, está ese Trujillo que queremos, que nos emociona y
que mantiene la esperanza como el fuego latente de las brasas cubiertas por las
cenizas en los fogones parameños, en espera de la mano diligente que las atice.
No
existe futuro auténtico sin el calor de esas brasas. No hay destino cierto que
no tenga como puerto de salida la tierra propia, la cultura propia, los sueños
propios. Naturaleza y cultura en una síntesis que parte desde los tiempos
remotos hacia los tiempos ignotos, que siempre serán más seguros y nos darán
menor incertidumbre si los construimos nosotros mismos, con la argamasa
conformada por lo nuestro, sabiendo escoger los novedoso y lo exógeno que nos
sea útil.
Traigamos
de nuevo a Bergoglio, esta vez como el papa Francisco y con esa portentosa encíclica
“Alabado seas”. Dice:
“Junto con el patrimonio natural, hay un patrimonio
histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado. Es parte de la identidad
común de un lugar y una base para construir una ciudad habitable. No se trata
de destruir y de crear nuevas ciudades supuestamente más ecológicas, donde no
siempre se vuelve deseable vivir. Hace falta incorporar la historia, la cultura
y la arquitectura de un lugar, manteniendo su identidad original. Por eso, la
ecología también supone el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad
en su sentido más amplio. De manera más directa, reclama prestar atención a las
culturas locales a la hora de analizar cuestiones relacionadas con el medio
ambiente, poniendo en diálogo el lenguaje científico-técnico con el lenguaje
popular. Es la cultura no sólo en el sentido de los monumentos del pasado, sino
especialmente en su sentido vivo, dinámico y participativo, que no puede
excluirse a la hora de repensar la relación del ser humano con el ambiente”.
Y hablando,
diría yo, de lugarización, agrega Francisco: “La visión consumista del ser humano, alentada por los engranajes de la
actual economía globalizada, tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar
la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad. Por eso,
pretender resolver todas las dificultades a través de normativas uniformes o de
intervenciones técnicas lleva a desatender la complejidad de las problemáticas
locales, que requieren la intervención activa de los habitantes. Los nuevos procesos
que se van gestando no siempre pueden ser incorporados en esquemas establecidos
desde afuera, sino que deben partir de la misma cultura local. Así como la vida
y el mundo son dinámicos, el cuidado del mundo debe ser flexible y dinámico.
Las soluciones meramente técnicas corren el riesgo de atender a síntomas que no
responden a las problemáticas más profundas. Hace falta incorporar la
perspectiva de los derechos de los pueblos y las culturas, y así entender que
el desarrollo de un grupo social supone un proceso histórico dentro de un
contexto cultural y requiere del continuado protagonismo de los actores
sociales locales desde su propia cultura. Ni siquiera la noción de calidad de
vida puede imponerse, sino que debe entenderse dentro del mundo de símbolos y
hábitos propios de cada grupo humano.
Más
adelante afirma: “La desaparición de una
cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o
vegetal”.
Aquí
tenemos pues la Encíclica de los cronistas.
Amigos:
si perdemos las memorias del pasado y la rica identidad del presente, perdemos
el futuro. Sin raíces no es posible el Trujillo que queremos. Este encuentro será memorable si aquí se
refuerza el propósito de ir al rescate y al enriquecimiento de nuestra
identidad, no para la nostalgia, ni para tener la vista hacia atrás, sino
precisamente para no vivir en el presente y en el futuro en medio de la
nostalgia, sino optimistas de ir desplegando ese Trujillo que está encendido, a
pesar de las cenizas.
Termino
con una cita de Don Mario Briceño Iragorry: “Cuantas veces he hablado de la necesidad en que estamos de poner fin a la larga
conspiración de prudencia que desde todos los confines amenaza nuestro progreso
social”.
Gracias
por su paciencia.
FGC/julio
2015
Monumento a Nuestra Señora de la Paz: En el cerro llamado Peña de la Virgen, se encuentra uno de los atractivos turísticos religioso más importante del estado Trujillo: el monumento a la Virgen de la Paz, obra del escultor gaditano Manuel de la Fuente, inaugurado en diciembre de 1993.
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