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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 4 de julio de 2015

Venezuela: El valor de la Crónica para la Identidad / por Francisco González Cruz.




“Un pueblo que no sabe hacer un análisis de la realidad que está viviendo, se atomiza, se fragmenta Los intereses particulares priman sobre el interés común, el bien común”.

Cardenal Jorge Mario Bergoglio


UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

NÚCLEO “RAFAEL RANGEL”
CONSEJO DE DESARROLLO CIENTÍFICO,
HUMANÍSTICO, TECNOLÓGICO Y DE LAS ARTES
FONDO EDITORIAL “MARIO BRICEÑO IRAGORRY”

I COLOQUIO DE CRONISTAS TRUJILLANOS


Conferencia Inaugural:
El valor de la Crónica para la Identidad.

Geógrafo Francisco González Cruz
Geografo, Rector de La Uiversidad "Valle del Momboy"


“El Tajo es más bello que el río que corre por mi aldea,
pero el Tajo no es más bello que el río que corre por mi aldea
porque el Tajo no es el río que corre por mi aldea”.

Así comienza uno de los más hermosos poemas de Fernando Pessoa, quien lo escribió con el nombre de Alberto Caeiro, uno de los muchos heterónimos que usaba para expresar sus diversos estilos y para tratar de equilibrar sus pleitos íntimos entre las emociones y las razones.

Y lo tomo para iniciar estas palabras en un evento donde las cosas del corazón corren a la par con las cosas cerebrales. Pues nadie se mete a este oficio de cronista sino es por los caminos del alma, para luego ir decantando las cosas que se cuentan, documentándolas, verificándolas y soltándolas para que vuelen con sus propias alas y se posen donde encuentren lectores de las coloridas estampas de los tiempos corridos o que corren en el amado lugar de las querencias.

Este evento será motivo de fecundas crónicas, por la fuerza telúrica que le dio vida, y por la aquilatada convocatoria que reúne a las personas que hacen el oficio de escribir de y en nuestros diversos lugares. Un evento que representa un gran esfuerzo de organización y una convocatoria efectiva. Por ello mi gratitud a sus organizadores, en particular al Profesor Alí Medina Machado, de voluntad a toda prueba, quien es el diestro “curador” de este coloquio, por haberme invitado a participar y a dar estas palabras iniciales.

Se da en el marco más general de la XIII Feria Universitaria del Libro del Núcleo “Rafael Rangel” de la Universidad de Los Andes, esta vez dedicada a la “Crónica Emérita Trujillana” y de otras actividades todas relacionadas con los libros.

Los asuntos que me preocupan y me ocupan tienen que ver con el desarrollo humano sustentable, que tiene más olor de futuro que de pasado. Trata más de diseñar porvenires, de asumir desafíos, de otear posibilidades. Porque uno siente que nuestra tierra trujillana – y la venezolana – merece mejor suerte.  Que la realidad de hoy no representa la realidad implicada en la esencia o en la naturaleza de nuestra trujillanidad. Que por aquí hay una realidad escondida y mezquina que no se manifiesta sino en destellos - por cierto luminosos – pero que no alcanzan a iluminar las posibles realidades.

Hay un Trujillo en proyecto. Existe una fuerza que está aquí, quizás como la fuerza geológica que acumula el sistema de fallas de Boconó, que Dios no quiera se desate de repente sino poquito a poco. Está tomando fuerza, como tensando la cuerda, para cuando se dispare vuelvan los Cuicas y sus valores, y los primeros fundadores de la Trujillo hispana con sus sueños de ser el centro del talento de las nuevas tierras, o los que crearon la provincia en los días previos a los años sangrientos de la Guerra a Muerte, o que regresen también los que sembraron los cafetales, razones y pasiones de los mejores tiempos que hemos vivido.

El Trujillo implicado, que está aquí entre nosotros pero que tiene que expresarse con esa energía portentosa, es  un “Lugar de lugares”. No es de una homogeneidad ancha como la llanera, o de una capitalidad absorbente como la identidad zuliana que es maracucha, no, es nuestra geografía entrañable una identidad diversa y rica, heterogénea y variada, con tantos lugares como son las crónicas que la registran, con trazos limpios que como los versos de Pessoa, que nacen del amor a la comarca.

Esas realidades existieron, existen y están allí, aunque algunos hayan preferido destacar las miradas indulgentes sobre los aborígenes, o la procrastinacion de los primeros trujillanos ante el corsario, o la epopeya heroica de la independencia, o las guerras estúpidas de los caudillos, o el complaciente celestinaje con el  centralismo, porque si a ver vamos, a la inmensa mayoría le ha importado un bledo todo, si medimos la realidad por la ignorancia generalizada de la memoria histórica.

Por supuesto que los trujillanos podemos reivindicar aquellas fecundas realidades que existieron y las que el devenir registra,  que al recordárselas a la gente causan asombro, el mismo que se necesita para atizar la hoguera de la esperanza. La mirada que vea el tamaño de esas utopías que unos pocos soñaron y alimentaron, hasta lograr admirables avances en aquellos tiempos de carencias y dificultades casi inimaginables para las mentes de ahora.

Por ello la crónica es vital para poner de manifiesto esa realidad implicada, como la registrada por los primeros cronistas, gracias a los cuales sabemos que “la gente de estas provincias de los Cuicas es toda bien dispuesta y de buen parecer” como escribió fray Pedro Simón. O fray Pedro de Aguado afirma que es gente “muy lucida y bien agestada” según cita del Hermano Nectario María.

Nación de lugares era la nación Cuicas. En cada valle, en cada páramo, en cada paraje  adecuado vivía un grupo humano que cultivaba con criterios de sustentabilidad la tierra, elaboraba utensilios de barro y de madera, adoraba sus dioses y se gobernaba mediante la sabiduría de sus tabyskeyes y de sus ancianos.

Por los cronistas sabemos que sobre la estructura territorial indígena se crea el nuevo orden colonial y se fundan los nuevos centros poblados, muchos de ellos adosándole a la denominación indígena el nombre del santo patrono católico: El Dulce Nombre de Jesús de Escuque, San Alejo del Valle del Boconó, San Juan Bautista de Carache, San Pablo de Bomboy,  La Mesa de San Pedro de Esnujaque,  San Bernabé de Niquitao, San José de Tostós, San Miguel Arcángel de Burbusay, San Juan de Betijoque…

Así se van re-creando y creando los lugares trujillanos, y los sucesos que van fraguando la identidad, con todos las particularidades expresadas en los giros del lenguaje, en los mitos y leyendas, en las mujeres y hombres que van formando y conformando el gentilicio, y los músicos, y los sabores de los fogones, y los ateneos y casas de cultura, y los íconos de cada comarca, las particularidades del culto religioso...en fin. Y ello en la interacción creativa con un medio natural de una complejidad enorme, conformando de esa manera todo aquello que se convierte en la razón de ser del oficio del cronista.

Con el principio hologramático del pensamiento complejo, así como Trujillo es más que la suma de los elementos que lo integran, así también cada uno de nosotros llevamos la presencia de la sociedad y del territorio y lo expresamos también de manera muy diversa.  ¿Existe algo más complejo que la realidad trujillana, en la cual coexisten a la vez los elementos de grandeza y bajeza, creatividad y  rutina, de solidaridad y disyunción, riqueza y pobreza? Quebradero de cabezas de economistas y sociólogos afirmaba Emigdio Cañizales Guédez. Para los geógrafos un desafío, diría yo. Y para los cronistas la fuente inagotable de temas y pasiones.

En medio de esta realidad, cuando el cronista pierde ese natural apego a lo fáctico, o exagera su licencia creativa para pasar a imaginarse cosas, puede dar el paso, como no, al cuento o a la novela, pero también a versiones tergiversadas, inventadas o falseadas que mucho perjuicio hacen a la identidad. Trujillo ha sufrido en carne propia el daño que unos falsos cronistas hacen a la colectividad, a la memoria y a los propios sueños de futuro. La ética es entonces condición indispensable de este oficio.

Decíamos que el Trujillo posible está yacente, por debajo de la cruda realidad evidente. Me estoy refiriendo a una de las más modernas e interesantes teorías mediante la cual  David Bohm considera que en realidad todo está ordenado según un orden preestablecido. De este orden nosotros podemos conocer a través de nuestros sentidos e instrumentos el orden que él llama Explicado. Sin embargo subyacente a este orden existe otro que él llama orden Implicado. Lo llama así porque considera que esta plegado sobre si y mientras no se despliegue no podemos conocerlo. La suma de los dos formaría la Totalidad.

Bueno la idea es que las evidencias de ese Trujillo “plegado sobre sí”  las ponen de manifiesto los poetas, los músicos y – sobre todo – los cronistas. También los creadores y los que le dan valor a la “Trujillanidad”. Son los que descubren “los ángeles y los demonios” de nuestra identidad, para poder conocer lo mejor de nosotros, para potenciarlo y desplegarlo, pero también para exorcizar demonios existentes, o hacernos cargo de ellos.

Cuando no estaba de moda el papa Francisco y se llamaba Cardenal Jorge Mario Bergoglio escribió unas reflexiones sobre América Latina titulado: “El camino hacia el futuro: llevando consigo la memoria de las raíces”. Allí afirma: “Un pueblo que no tiene memoria de sus raíces y que vive importando programas de supervivencia, de acción, de crecimiento desde otro lado, está perdiendo uno de los pilares más importantes de su identidad como pueblo”.
Y agrega: Un pueblo sin coraje es un pueblo fácilmente dominable, sumiso en el mal sentido de la palabra. Cuando un  pueblo no tiene coraje se hace sumiso de los poderes de turno, de los imperios de turno, o de las modas de turno, imperios culturales, políticos, económicos, cualquier cosa que hegemoniza e impide crecer en la pluriformidad”.

Más adelante afirma: “Un pueblo que no sabe hacer un análisis de la realidad que está viviendo, se atomiza, se fragmenta Los intereses particulares priman sobre el interés común, el bien común”.

Para concluir: “Decía alguien que la realidad se capta mejor desde la periferia que desde el centro, y es verdad. O sea, no vamos a entender la realidad de lo que nos pasa como pueblo, y por lo tanto no vamos a poder construir en el presente el coraje para el futuro con la memoria de nuestras raíces, si no salimos del estado de “instalación en el centro”, de quietud, de tranquilidad, y no nos metemos en lo periférico y lo marginal”.

Desde los cuatro puntos cardinales vienen a la ciudad capital los escritores, a decirnos las cosas de las que escriben, que son  las que han venido moldeando la heterogénea singularidad trujillana, esta indudable identidad que es la síntesis de las identidades locales. Allí en esas crónicas están los indicios o señales de ese Trujillo que debe emerger, pues en la sabrosa crónica de un cozó, en la relación de la portentosa iniciativa del ferrocarril de La Ceiba, o en las leyendas de los Momoyes protectores de las lagunas, está ese Trujillo que queremos, que nos emociona y que mantiene la esperanza como el fuego latente de las brasas cubiertas por las cenizas en los fogones parameños, en espera de la mano diligente que las atice.

No existe futuro auténtico sin el calor de esas brasas. No hay destino cierto que no tenga como puerto de salida la tierra propia, la cultura propia, los sueños propios. Naturaleza y cultura en una síntesis que parte desde los tiempos remotos hacia los tiempos ignotos, que siempre serán más seguros y nos darán menor incertidumbre si los construimos nosotros mismos, con la argamasa conformada por lo nuestro, sabiendo escoger los novedoso y lo exógeno que nos sea útil.

Traigamos de nuevo a Bergoglio, esta vez como el papa Francisco y con esa portentosa encíclica “Alabado seas”. Dice:
“Junto con el patrimonio natural, hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado. Es parte de la identidad común de un lugar y una base para construir una ciudad habitable. No se trata de destruir y de crear nuevas ciudades supuestamente más ecológicas, donde no siempre se vuelve deseable vivir. Hace falta incorporar la historia, la cultura y la arquitectura de un lugar, manteniendo su identidad original. Por eso, la ecología también supone el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad en su sentido más amplio. De manera más directa, reclama prestar atención a las culturas locales a la hora de analizar cuestiones relacionadas con el medio ambiente, poniendo en diálogo el lenguaje científico-técnico con el lenguaje popular. Es la cultura no sólo en el sentido de los monumentos del pasado, sino especialmente en su sentido vivo, dinámico y participativo, que no puede excluirse a la hora de repensar la relación del ser humano con el ambiente”.

Y hablando, diría yo, de lugarización, agrega Francisco: “La visión consumista del ser humano, alentada por los engranajes de la actual economía globalizada, tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad. Por eso, pretender resolver todas las dificultades a través de normativas uniformes o de intervenciones técnicas lleva a desatender la complejidad de las problemáticas locales, que requieren la intervención activa de los habitantes. Los nuevos procesos que se van gestando no siempre pueden ser incorporados en esquemas establecidos desde afuera, sino que deben partir de la misma cultura local. Así como la vida y el mundo son dinámicos, el cuidado del mundo debe ser flexible y dinámico. Las soluciones meramente técnicas corren el riesgo de atender a síntomas que no responden a las problemáticas más profundas. Hace falta incorporar la perspectiva de los derechos de los pueblos y las culturas, y así entender que el desarrollo de un grupo social supone un proceso histórico dentro de un contexto cultural y requiere del continuado protagonismo de los actores sociales locales desde su propia cultura. Ni siquiera la noción de calidad de vida puede imponerse, sino que debe entenderse dentro del mundo de símbolos y hábitos propios de cada grupo humano.

Más adelante afirma: “La desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal”.
Aquí tenemos pues la Encíclica de los cronistas.

Amigos: si perdemos las memorias del pasado y la rica identidad del presente, perdemos el futuro. Sin raíces no es posible el Trujillo que queremos.  Este encuentro será memorable si aquí se refuerza el propósito de ir al rescate y al enriquecimiento de nuestra identidad, no para la nostalgia, ni para tener la vista hacia atrás, sino precisamente para no vivir en el presente y en el futuro en medio de la nostalgia, sino optimistas de ir desplegando ese Trujillo que está encendido, a pesar de las cenizas.

Termino con una cita de Don Mario Briceño Iragorry: “Cuantas veces he hablado  de la necesidad  en que estamos de poner fin a la larga conspiración de prudencia que desde todos los confines amenaza nuestro progreso social”.

Gracias por su paciencia.

FGC/julio 2015

Monumento a Nuestra Señora de la Paz: En el cerro llamado Peña de la Virgen, se encuentra uno de los atractivos turísticos religioso más importante del estado Trujillo: el monumento a la Virgen de la Paz, obra del escultor gaditano Manuel de la Fuente, inaugurado en diciembre de 1993.


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