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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 24 de julio de 2015

2ª de Mont de Marsan (Francia). Lo que pudo ser y no fue / por J. A. del Moral


El protagonista local de la tarde en el viejo y entrañable escenario de PlumaÇon, fue el diestro local, Thomas Duffau. Los tendidos se llenaron por completo para ver triunfar al paisano.


"...Podríamos decir que, al igual que el éxito de los toreros depende de la suerte que tengan con las reses que les correspondan, el mayor o menor triunfo de los ganaderos también depende de la suerte que tengan sus toros, según y cómo sean las manos en que caigan los mejores..."


Lo que pudo ser y no fue

El protagonista local de la tarde en el viejo y entrañable escenario de PlumaÇon, fue el diestro local, Thomas Duffau. Los tendidos se llenaron por completo para ver triunfar al paisano. Para la ocasión, le hicieron compañía el populista Juan José Padilla y el siempre atractivo José María Manzanares. La corrida fue de Juan Pedro Domecq, seriamente presentada y tan desigual en su juego con tres toros de lio grande, uno mediano y dos muy deslucidos.

Podríamos decir que, al igual que el éxito de los toreros depende de la suerte que tengan con las reses que les correspondan, el mayor o menor triunfo de los ganaderos también depende de la suerte que tengan sus toros, según y cómo sean las manos en que caigan los mejores. Los tres más gratos del envío de ayer fueron el tercero, el cuarto y el sexto. Abrió plaza el mediano. Y resultaron francamente malos el segundo y el quinto. En definitiva, que el peor parado fue Manzanares.

Peor parado aunque, con sus oponentes, el alicantino anduvo muy por encima de sus malas condiciones. Manzanares hizo serios, elegantes y quizá excesivos esfuerzos para sacar el poco partido que tuvieron sus dos toros y a ambos los mató al segundo envite. Por lo que supe de sus propias palabras, los garrafales fallos a espadas que cometió en Santander el día anterior no se debieron a ninguna lesión. O sea que, lo que le pasa a Manzanares con la espada es que, por ahora no se siente igual de bien que cuando salía a colosal estocada por toro. Las dos que propinó ayer tras fallar a la primera, fueron de las que le convirtieron en el matador más bueno y más seguro de la historia. Hay que desear que recupere pronto el envidiable sitio que tuvo con la espada.
Como decíamos, muchos salimos de la plaza pensando en cómo hubiera sido la tarde de haberle correspondido a Manzanares al menos uno de los tres buenos toros que vimos. Imagino que el ganadero pensaría lo mismo mientras abandonaba la plaza camino de Santander donde le lidiaron otra suya hoy. Así pues, lo que pudo ser con Manzanares, no fue.

Lo de Padilla parece irremediable a estas alturas de su meritísima vuelta a los ruedos tras el terrible percance de Zaragoza, le sonría o no la suerte. Salvo con las banderillas, no dio pie con bola aunque intentó sobreponerse a la falta de forma y de sitio que padece con toda clase de martingalas. No se acopló con el feble primero que tuvo calidad pese a embestir sin humillar. Y anduvo por debajo del muy bravo cuarto que, sin embargo, a punto estuvo de echarse cuando Padilla trataba de cuádralo para entrarlo a matar. Y es que los malos tratos pueden aburrir hasta los más bravos. En la petición de oreja que le regalaron al jerezano hubo muchos gritos de los que la reclamaron al palco con tanta insistencia que, el joven que presidía resistiéndose, terminó sacando el pañuelo blanco. Y en la vuelta al ruedo de Padilla portando el despojo, lo mismo pero al revés. Otros tantos protestaron su concesión.

En el resultado de lo que pudo ser y no fue, quien más sufrió fue Thomas Duffau. Perdió con la espada al menos dos orejas de las que podía haber conseguido. Una del tercer toro y otra del sexto que, como ya he dicho, fueron los dos mejores de la corrida con notoria diferencia.
Por lo que a mi opinión respecta, Duffau me causó muy buena impresión tanto con el capote como con la muleta. Sobre todo por como templó con ambos engaños. Fue una pena que no rematara con la espada lo que había hecho antes del momento supremo. En décimas de segundo perdió el gran triunfo que le hubiera abierto muchas puertas de plazas galas y españolas. La oreja que cortó del último toro le abrirá la de su casa el próximo año.

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