"...Un episodio más de la Feria del Pilar más animada del último quinquenio. Y el cierzo y Simón Casas, señores, vienen de Europa. El toro raptó a Europa. Europa se quedó en España y ahora resulta que llega por los Pirineos..."
EL CIERZO QUE VIENE DE EUROPA
ZARAGOZA, ESTACIÓN FINAL DE LA TEMPORADA TAURINA
BENJAMÍN BENTURA REMACHA
Zaragoza, 27 de octubre de 2015.
El cierzo es un viento recio y frío que algunos llaman del Moncayo, la cumbre de la provincia de Zaragoza en su frontera con Soria. Pero ese viento viene del Cantábrico, Europa, y se encauza por el camino del Ebro, río torero con la contribución de los de Aragón, Navarra, La Rioja y buena parte de Las Vascongadas. Y su fuerza y vigor estuvo presente en la primera corrida de la Feria del Pilar de este año para defender lo que conocemos por fiesta española. Por primera vez en muchos años, el autobús que me trae desde mi casa a la plaza de toros iba al completo y se vació en casi su totalidad en la parada más cercana al coso de Pignatelli. Allí nos esperaban los antis. Ni caso. Dentro de la plaza, un ambiente sensacional, pancartas alusivas a Cataluña y Baleares, canciones y ese grito que tan bien suena de ¡Libertad! Libertad para ir a los toros o comerse un huevo frito con puntillas doradas aunque lo haya puesto una gallina metida en una jaula de un palmo de altura y con la luz encendida día y noche. En un bar de la ciudad se venden huevos fritos de GALLINAS FELICES con patatas y jamón. Me figuro yo que serán gallinas de corral o de monte, de esas que andan sueltas y tienen un par de gallos de alta cresta roja y precioso plumaje. Las otras, las de las granjas ponedoras, hubiera querido ser toro de lidia.
Y ese primer día del Pilar de Zaragoza me gustó especialmente Talavante porque me sorprende. Su toreo es algo así como el “jazz” a la música. Sin pentagrama. Y es que la fiesta está más cuadriculada que un óleo de Antonio López y ocurre en nuestra histórica plaza que los espectadores aplauden cuando un picador levanta el palo aunque el toro empuje al caballo a las tablas y hasta derribe. En este apartado de la bravura del toro no creo que ninguno supere al cuarto de la corrida del día del Pilar, que se llamaba “Pescadero”, bella estampa, pelo negro, recién cumplida la mayoría de edad y 545 quilos. Pertenecía a la ganadería de Daniel Ruiz, de Albacete, con procedencia de “Jandilla” y, por tanto, no muy querido por los llamados puristas (puritanos, más bien). El caso es que la bravura surge en cualquier lugar, día u hora y que “Pescador” fue un toro bravo. Y para un toro bravo es necesario un torero bravísimo, cosa que nadie discute que lo es y lo demuestra Julián López “El Juli” y por lo que a mí me interesa. Ya tengo dos toreros en mi lista de favoritos. Lo son también Morante por su duende y Ponce, un magno (el más magno de la historia del toreo) que no pudo acudir a la cita pilarista y fue sustituido por “el improvisador”. Ya son cuatro. Sigo el consejo de un experto en Tauromaquia: “El mejor aficionado es al que le caben más toreros en su cabeza”.
Paso de puntillas por la corrida de Zalduendo, reconozco el mérito de sus lidiadores y apunto un detalle que no creo que pasara por la mente del señor presidente para negarle la segunda oreja a Padilla en el cuarto toro de Zalduendo. Solo un detalle que no tienen en cuenta la mayoría de los espectadores y parte de los críticos: una estocada en la que se pierde la muleta ya no es una estocada perfecta y esa segunda oreja exige perfección en todo. Bueno la perfección en el toreo es relativa. Quizás también el señor Bentué, presidente, consideró excesivos los muletazos que Padilla ejecutó con las dos rodillas en tierra. Hubo un diestro famoso que se prodigó en este tipo de toreo. Era Agustín Parra “Parrita” y lo hacía porque le pasaba lo que al de Jerez: tenía una buena estatura y, en pie, a estos diestros se les notan más los defectos que a los más bajitos, tipo Camino, que también era torero de mis predilecciones. O Pepe Luis, el santo patrono del sevillanismo al que rezo con fervor.
Y llegamos a la novillada de la Feria. Del victorioso y paisano señor Marcuello que anuncia su ganadería como de “Los Maños”. Marcuello es el Victorino aragonés. También como el de Galapagar, es de pueblo, no es tocinero pero se dedica a carrozar camiones y remolques, tiene sus animales en la Sierra de Santo Domingo y buscó la bravura casi en las mismas fuentes que el señor Martín, en lo de Vistahermosa, los Saltillos santificados con los santacolomeños del prolífico Mayoral y un ajuste de lo de Bucaré de Buendía. Lo que no sé es si Marcuello podrá superar tipos y caras para presentarse ya con toros en plazas de primera. Lo han sufrido los de Santa Coloma hasta casi desaparecer por completo Pero la bravura está ahí y se agradece su mimo y cuidado. La cosa se preparó para repetir la apoteosis del año pasado y se rozó el larguero de una vuelta al ruedo merecida por el cuarto de la tarde lidiado con buen pulso y exquisita calidad por Ginés Marín. Varea confirmó lo mostrado el año anterior y acreditó que está en buenas manos, en la de Santiago López, que es un buen cuidador de toreros. Espero que Marín y Varea engrosen mi lista de favoritos. En el caso del mexicano Valadez lo veo más difícil.
Una curiosidad que puede interesar a los reglamentistas: en la corrida del día del Pilar, mano a mano (o pata de caballo) de Diego Ventura y Julián López “El Juli”, hubo sobresaliente para este último pero no para el caballero. Es que no lo contempla el Reglamento, cierto, pero ¿no puede sufrir una cogida el rejoneador solitario y no poder continuar la lidia? ¿Un rejoneador sobresaliente con sus caballos? El sobresaliente de a pie de esta ocasión fue Jeremy Banti, al que yo no conocía de nada. Entonces, sabiendo de las inclinaciones del galo Simón Casas, le pregunté al sabio y afrancesado “Barquerito” por el rubio y bien vestido Banti. Me lo aclaró todo: es matador de toros con alternativa en Francia no confirmada en España, de buena técnica y mejor manejo de la espada y que ejerce como tal sobresaliente en las corridas de su país que lo requieren.
En la corrida de Adolfo Martín, entre cárdenos bragados y negros entrepelados hubo uno que destacó por su edad y por la conformación de su cabeza. Hubiera cumplido los 6 años en el mes de diciembre próximo, se llamaba “Lagartero”, pesó 495 quilos y era excesivamente cornipaso, circunstancia esta que pudo suponer el rechazo de los veedores en las corridas que había lidiado antes don Andrés. A Zaragoza. Allí pasa todo. Pese a la destartalada cornamenta del “martinico”, Ricardo Torres lo mató de una buena estocada, la que hubiera necesitado en San Jorge para alcanzar un gran triunfo. Rafaelillo, heroico; Paulita en el detalle sin rematar. Al sexto, otro “Lagartero”, un año y tres meses más joven, le pudo cortar alguna oreja. Y las oportunidades hay que aprovecharlas. Simón Casas, orgulloso de su campaña con las fotos nada comunes de Morante, “El Juli”, Talavante, Urdiales y López Simón, dice que el año que viene va a ser el de la remontada de la fiesta y que en sus plazas les va a dar sitio a los nuevos, los que han tomado la alternativa recientemente como Roca Rey y los que la van a tomar a principio de la temporada que viene como Ginés Marín y Varea.
El sábado, 17 de octubre, hubo cosas curiosas y sorprendente. La primera que Talavante se viniera a Zaragoza con sus toros de Garcigrande y Domingo Hernández y López Simón con sus tres de “El Vellosino” y que no hubo sorteo. ¿Es eso reglamentario? Ya sabe el que me leyere que no soy muy partidario del Reglamento y menos de que cada comunidad tenga su propia legislación. Pero si el presidente pasó por alto el trámite del sorteo habitual ¿por qué no transigió con el espadazo tendido y el descabello a la primera con los Talavante remató una faena inenarrable, ligada, cosida, con vainicas y pespuntes, con flores y canciones, con gallardía, imaginación, con la locura transmitida a la mayoría de los espectadores.
Solo le concedió una oreja del llamado “Colchonero”, de Domingo Hernández, 622 quilos y a cuatro meses de cumplir los 6 años. La cosa tuvo un extraño remate: el ínclito Alejandro, extremeño de nacimiento, cogió montera y capote, se fue hacia los medios, pasó junto al alguacilillo de las altas plumas que tenía la oreja de “Colchonero” en su mano, lo ignoró olímpicamente y dio dos ovacionadas vueltas al ruedo. Yo, en mis 75 años de espectador y escribiente taurino no había visto nada parecido. He visto tirar el trofeo bajo el estribo de la barrera, entregárselo a alguno de los subalternos o lanzarlo contra alguien del tendido o el callejón. Lo de Talavante es algo nuevo bajo el sol que alumbra las arenas de los ruedos del mundo. Que hablen de uno aunque sea bien.
Y en la corrida de rejones del domingo, la despedida de Fermín Bohórquez, las magistrales lecciones de toreo de Pablo Hermoso de Mendoza y las dos orejas y la salida a hombros de la francesita Lea Vicens. Es un encanto a caballo. Tanto que me recuerda en apostura a don Álavaro Domecq Díez. Con una coleta rubia y la agradable y seductora sonrisa. Al sexto toro lo mató de un rejonazo sin puntilla y dejó al jubilado y al magister con la boca abierta. Un episodio más de la Feria del Pilar más animada del último quinquenio. Y el cierzo y Simón Casas, señores, vienen de Europa. El toro raptó a Europa. Europa se quedó en España y ahora resulta que llega por los Pirineos.
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