Los infames y cobardes ataques acaecidos hoy en París son una directa y nueva afrenta al corazón de nuestra civilización occidental y cristiana.
Frente a esto no nos queda mejor opción que fortalecer y reivindicar los códigos de valores de nuestra cultura, no vanalizar con ellos y usarlos como escudo frente al odio ciego que florece junto a nosotros.
Los valores y principios de nuestra civilización constituyen nuestra fuerza.
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