Con casi treinta años como matador, continúa no sólo cuajando extraordinarias actuaciones casi a diario sino que sigue perfeccionando una técnica que hace ya mucho tiempo parecía haber llegado a su culmen, dando una nueva vuelta de tuerca a una tauromaquia que, en sus manos, proporciona nuevo prodigios año tras año.
Un año más el primero
Un año más, Enrique Ponce es el nombre que domina, denomina y argumenta la temporada en este tiempo de estadísticas, recuentos y balances, siendo su actuación a lo largo de la temporada lo más sobresaliente de todo lo que respecta a este negocio.
Con casi treinta años como matador, continúa no sólo cuajando extraordinarias actuaciones casi a diario sino que sigue perfeccionando una técnica que hace ya mucho tiempo parecía haber llegado a su culmen, dando una nueva vuelta de tuerca a una tauromaquia que, en sus manos, proporciona nuevo prodigios año tras año.
En 2017, liderando el escalafón final con cerca de sesenta contratos y habiendo perdido varios -por suspensión debido al mal tiempo en Colmenar y por lesión en Zafra y Úbeda, por ejemplo-, agrandó su ya de por sí inmensa leyenda, volviendo a salir a hombros de Las Ventas, encandilando en cosos tan significativos como los de Sevilla, Bilbao, Valladolid, Salamanca, Nimes o Zaragoza, indultando toros en Málaga o Ciudad Real, dando verdaderos y exclusivos recitales en Córdoba, Albacete, Istres, Teruel, Almería, Linares, Palencia… por citar sólo sitios en los que consiguió grandes triunfos, ya que fueron también muchos en los que tras firmar extraordinarias faenas, el fallo a espadas le cerró no pocas puertas grandes. Todo ello hace que, otra vez, fuese, sin duda alguna, el gran triunfador de la campaña.
Ya se ha dicho un montón de veces que es admirable la capacidad de Ponce para sorprender una y otra vez. Y si en 2016 cuajó una temporada que parecía imposible de superar, haciendo evidente su calidad de taumaturgo, en 2017 daba otra vuelta de tuerca y, en una especie de más difícil todavía, firmaba un ejercicio realmente excepcional y que sirve tanto para confirmar su etiqueta de torero irrepetible como de punto de apoyo, de arranque para seguir hablando de él en 2018 como diestro que se supera a sí mismo campaña tras campaña. Y con esta que se analiza lleva ya 28 como matador…
De principio a fin su trayectoria fue impecable, dejando faenas que pueden considerarse ya históricas o para figurar en cualquier antología. Presente en todas las ferias de primer orden, no sólo consiguió proezas como volver a salir a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas sino que entusiasmó prácticamente por donde pasó, sumando dos nuevos indultos a su ya inmensa lista en este apartado y logrando actuaciones redondas en plazas como Córdoba, Albacete, Granada, Alicante, Teruel, Santander, San Sebastián, Almería, Bilbao, Linares, Palencia, Mérida, Valladolid, Murcia, Salamanca, Nimes, Logroño, Sevilla o Zaragoza, por no hacer muy larga la lista e interminable este artículo. Pero, además, procuró limar y perfeccionar más todavía su toreo, toreando mucho más despacio, con más temple, con más suavidad, con más dominio, con más cadencia, pudiendo a cualquier toro que se le pusiese delante y demostrando una técnica de una perfección casi absoluta a la vez que un pundonor y afición que le ponen a la cabeza de la torería. Y no sólo actual. Para él no hay toro imposible ni toro malo. Todos tienen su lidia y a todos sacó partido. Como tampoco hay público de primera o de segunda. Por donde fue lo dio todo, siendo en esto también ejemplo.
Sumó, hasta la fecha -todavía le quedan 4 ó 5 en plazas americanas- 55 actuaciones, de las que 13 tuvieron como escenario plazas mejicanas y una en Colombia. De las 41 corridas toreadas en plazas de España y Francia 16 lo fueron de primera categoría y 14 de segunda. En total cosechó 68 orejas y 4 rabos, al margen de los trofeos simbólicos concedidos al indultar aquellos dos toros ya dichos, saliendo a hombros por la puerta grande en 23 ocasiones. Ahí queda eso.
Un año más, por enésima vez, Enrique Ponce fue, de lejos, el matador más destacado de la campaña taurina, cuajando un ejercicio sencillamente espectacular en el que maravilló a diario, poniéndose como principal rival -y superándose, que ya es rizar el rizo- a sí mismo.
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