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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 28 de agosto de 2019

MANOLETE: PENSAMIENTOS TAURINOS / por José María Sánchez Martínez-Rivero.




Manuel Rodríguez, Manolete, a lo largo de su vida torera hizo multitud de declaraciones a la prensa de la época, en las que daba a conocer su pensamiento taurino. Han transcurrido 72 años de su muerte en Linares y algo más de tiempo de esas manifestaciones; por lo que hay aficionados que las han podido conocer y, otros nuevos, que no las conocen. A ellos va dirigido este modesto ensayo. Tratemos de coordinarlas.



MANOLETE: PENSAMIENTOS TAURINOS

Nos dice cómo empezó su afición y primer triunfo:

Da la casualidad que el primer dinero que yo gané con los toros fue en Montilla. Esto tiene su historia porque de ahí arranca todo.

Acababa yo de salir de los Salesianos. Me reunía con chavales y aficionados como yo. Una mañana estábamos sentados en Córdoba, en el Campo de la Merced, varios maletillas hambrientos de toros y de comida, y de pronto vino uno y dio la noticia que estábamos esperando siempre: “Esta tarde hay jerraero en el Lobatón. ¿Queréis que vayamos p’allá?.” “¿Dónde está el Lobatón?”, preguntó mi primo. “Hombre, ahí al lao”, contestó otro. “Pues vamos p’allá”.
Y yo, que era el más chiquitín de todos, que parecía un lagarto en pié, me puse en marcha con ellos, y ala que ale, anda que anda. De vez en cuando le preguntábamos al que nos había embarcao: “Pero oye tú, ¿dónde está el Lobatón? A ver si nos llevas a Madrid a pie”.

Y él, siempre impertérrito, nos contestaba:
“Detrás de ese cerro”.
Subíamos el cerro, lo bajábamos y... ¡nada!
“Pero, chiquillo, ¿dónde está el Lobatón?”, volvíamos a preguntarle. 
“Detrás de ese cerro”.
Y así anduvimos once kilómetros. Hambrientos y extenuados llegamos al cortijo, en el preciso momento en que los gañanes, delante de un gran perol, se disponían a comer un cocido con cada garbanzo como una avellana y con cada trozo de tocino y chorizo que se desmayaba uno de verlo... ¡Pero cualquiera pedía a los gañanes un pedazo de tocino! Al vernos llegar, nos dijeron: 

“¿Qué queréis ustedes aquí?”. 
“Pues mire usted, que nos habían dicho que esta tarde había jerraero y veníamos a ver si nos dejaban torear alguna becerrilla...”
“Pero si vosotros no vais a ninguna parte, ¡so peste!”.
Y variando el tono de voz al mirarme a mí, exclamó con tremenda intención de burla: 
“¿Y este también viene a toreá?”
Y me señaló con el dedo, seguramente por lo pequeño lo raro y lo insignificante que era, y, claro está, vinieron las guasas consiguientes.

En esto llegó el dueño del cortijo, que era don Ricardo López, y más  por lástima que por otra cosa, mandó que nos echaran unas becerras. ¡Allí hubieras visto a los chavales pelearse por la muletilla! Torearon varias novillas y yo, como era el más pequeño y el más tímido, no me atrevía a intervenir para nada; pero en esto echan una que no había quien la arrancara. Probaron todos, y ¡nada! Entonces don Ricardo López se dirigió a mí y me dijo:
“Oye, nene, ¿quieres tú también probar a ver si la haces embestir?”
“¡Sí, señor!”, le respondí loco de contento. 
Entonces dirigiéndose a los otros ordenó: 
“Entregar la muleta a ese chavea”.

Cuando la cogí me fui a la becerra poco a poco acortando terreno, hasta que conseguí que se arrancase y le di unos pases monumentales. Algo debió ver en mí don Ricardo López, porque me hizo el favor de traerme en su automóvil a Córdoba y durante el camino me propuso amablemente:

“¿Quieres venir mañana a Montilla? Te llevo si quieres; toreamos unos becerros muy bonitos”. 
Yo acepté encantado; al día siguiente me fui con él a Montilla. Salió mi novillo y se lo brindé. Quedé bien y me regaló cinco duros, que recuerdo me los gasté en una pastelería que hay en la calle Corredera. ¡Eran canela!

En otras manifestaciones se refiere a su vocación taurina así:

Mi vida está totalmente centrada en mi vocación. Cuando yo puedo con la muleta en la izquierda, dar una serie larga de naturales y terminar limpiamente con el de pecho me siento feliz. Nada me preocupa entonces de lo que pasa en torno a mí. 


Al diestro de Córdoba se le acusó, no siempre, de torear toros pequeños. Se refiere a esto así:

Lamento que haya quien crea dentro de la afición que siento en algunos momentos reparos en torear el toro demasiado grande. Nunca pensé en ello. Procuro, esos si, en lo que me es posible, elegir toros de buena casta; pero sin que el tamaño me haya impresionado nunca. Recientemente he toreado una buena corrida en Sevilla sin haber puesto el menor reparo. En contra de lo que cree la afición, el tamaño de los toros no es siempre lo más esencial de una buena tarde. Lo que sí resulta extraño es que los buenos aficionados estimen que el toreo que hoy piden se pueda hacer con toda clase de ganado. No. Si eso fuera posible, los toreros quedaríamos bien en todas las ocasiones. Nadie pasa una mala tarde por gusto. 
Esta sencilla afirmación debería pensarla el público, y parece olvidarla. Cada uno hace lo que sabe y puede teniendo en cuenta las condiciones de los toros con los cuales se enfrenta. Justamente la ambición de quedar bien es muchas veces causa de que algunas cosas se realicen algo atropelladamente y resulte deslucida una faena que sin esa legítima ambición de los toreros acaso resultaría más aceptable.

La corrida de Villamarta a que hace referencia Manolete se celebró en Sevilla, el 20 de abril de 1944, alternando con los diestros Pepe Luís Vázquez y Andaluz.

Mucho se ha hablado y se habla, entre los aficionados, de los terrenos del toro. Manuel Rodríguez, lo tenía claro:

El toro no tiene terrenos, porque no es un ente de razón y no hay registrador de la propiedad que pueda delimitárselos. Todos los terrenos son del torero, único ser inteligente que entra en juego. Otra cosa son las querencias.



El toreo de capa:

Aunque he practicado lances de capa de muy variado repertorio, los he ido eliminando, poco a poco, para proseguir perfeccionando los fundamentales, en los que el torero no ayuda al pase, movilizándose al compás del toro y esquivándole con el cuerpo. Por eso son mis preferidos la verónica y el remate a la media, que constituyen la base y la solera del toreo de capa. Me parecen lo más bello, difícil y expuesto dentro de esta fase de la lidia.

Para el torero existen pases perfectos durante las faenas:

En el toreo se deben practicar únicamente los pases que se consideren perfectos. Yo personalmente, prefiero aquellos que requieren la inmovilidad del torero. Con la muleta baso mis faenas en el natural con la izquierda pase esencial de todo el toreo.

El diestro de Córdoba nos dice como se ha de ejecutar el pase natural:

Para mi modesto criterio entiendo debe darse así. En el toro que embiste, sin adelantar la muleta, dejando llegar al toro hasta que los pitones estén a una distancia como de una cuarta de la muleta. Entonces se corre la mano con la máxima lentitud y se estira el brazo todo lo que pueda. La pierna izquierda ha de quedarse completamente inmóvil. Cuando el pase llegue a su terminación hay que girar con la pierna derecha, hasta quedar en posición de darle el siguiente muletazo en el mismo terreno en que se inició el primero, y así sucesivamente dar todos los que se puedan o deje dar el toro. En cambio, cuando el toro no tiene arrancada hay que provocarla. Es entonces cuando está justificado el adelantar la muleta, para que el toro embista. Una vez logrado esto se debe hacer lo mismo que queda explicado en el otro caso.


¿Qué terreno es el apropiado para ejecutar el pase natural? Así lo considera:

Para mí ese terreno es el de los medios. En él, al toro que es quedado hay que citarlo en corto, y al toro que embiste franco, más distante.



Apartado especial requiere la famosa manoletina que daba el diestro de Córdoba, no como un adorno, si no como un pase, según opinaba el crítico del diario Pueblo don Antonio Bellón. Es decir, en otros toreros un adorno, en Manolete un pase por su forma de ejecutarla. El torero opinaba así:

Sobre la manoletina debo decir que tuve la suerte de difundir ese pase, que desde luego, yo no he creado, y que estimo que cuando se da de lado conservándose de costado ante el toro, gana en calidad, porque a la indudable emoción que encierra se une la finalidad de correr el brazo derecho hacia atrás llevando toreado al toro y dándole la salida adecuada.

“Llevando toreado al toro...” , he ahí el porqué en el Monstruo de Córdoba era un pase y no un adorno.


En su último año de torero, 1947, el cordobés empezó a notar la hostilidad de los públicos, no todos desde luego, a su toreo y se quejaba así:

En las corridas del norte he podido apreciar bien la hostilidad de los públicos. Cuando a un compañero le salía un toro manso la gente le pedía que acabara con él de una vez. En cambio a mí, en los toros que no admitían faena me han pitado, aunque los haya matado decorosamente.

Pues..., es verdad estoy disgustado. El público es cada vez más exigente conmigo. Quiere que a todos los toros les haga faena grande y eso no puede ser. Es imposible. Y ya no toleran ni disculpan nada. ¡Que más quisiera uno que todas las tardes le salieran las cosas bien!



Conviene aquí traer a colación las palabras que le dirigió su amigo Pepe Luís Vázquez:

Te lo vas  a llevar pronto y mucho; pero los públicos no te perdonaran que las entradas de tus corridas sean las más caras y hayas puesto el toreo por las nubes. Así fue. 



Otro de los temas de la época era el dinero de Manolete. El torero aborda este asunto difícil así:

¿Qué cuanto dinero gano? Pues... ni tanto como dicen mis enemigos, ni tan poco como dicen mis amigos. Más de un sesenta por ciento se va en cada corrida. Si alguien nos diera más del cuarenta, ese que resta, estoy dispuesto a traspasarle el negocio. Así pensamos Camará y yo. 



En la corrida de Beneficencia celebrada en Madrid, el 16 de julio de 1947, alternando con Gitanillo de Triana y Pepín Martín Vázquez, Manolete fue herido por el toro Babilonio de Bohórquez, número 55, de 490 kilos, negro bragado. En el mundillo taurino de la época se dice que el motivo de la cogida fue un grito, que desde el tendido, le dio un espectador. Manolete se expresa, sereno y tranquilo, explicándolo:

No fue ese el motivo. En realidad ese espectador me dijo tantas cosas. Aquel hombre pertenece a esa clase de gentes que sienten un gran placer en mortificar a uno, cuando no se puede responder  al agravio con el agravio y a la violencia con la violencia. Desde que salí al ruedo y dejé el capote de paseo, empezó a meterse sistemáticamente conmigo, y como lo hizo a destiempo y con injusticia, a mí me producía algo de amargura, porque en esa corrida puse toda mi alma. ¡Si lo sabré yo! Y, además, salieron las cosas bien porque Dios quiso. 

Con gracia andaluza explica lo que le decía el espectador impertinente y lo que le respondió él:

¡Hombre, por Dios!¡Si me tenía ya frito! “Que si ya es hora de que vinieras a Madrid”, “¡Aquí queremos cogerte!”, “Aquí estarás mal y en Valencia peor”; y después que yo creía haber hecho una faena de pases naturales muy ceñida y muy de verdad, salta el tío y me grita: “Menos cuento, menos cuento”, “¡Acércate más y menos cuento!”, entonces fue cuando ya no pude más y me dirigí a él y creo que le dije: “¡Baje usted aquí, so venao, que le voy a dar los veinte naturales que necesita!”

Este incidente demuestra que los toreros oyen todo lo que el público les dice, sea bueno o malo. Esto lo explica el diestro cordobés así:

Oigo todo lo que me dicen en las plazas y hasta las que me dicen por las calles. A lo mejor siento un tío que a dos metros de mí exclama: “¡Ahí va Manolete, que no viene a la plaza de Madrid ni atao, porque en las de provincias torea becerros!” 
A mí no me molesta , no; yo las echo todas en un saco. Y las agradables compensan a las desagradables. En la plaza ya es otra cosa; cuando se está muy placeao se recoge la intención, el matiz de cada frase y la buena o mala fe con que se dice.


En el mundillo taurino de 1947 se hablaba ya de la retirada de Manolete, lógica, después de tantos años compitiendo con él mismo y con los públicos.  El Monstruo de Córdoba, lo manifiesta:

A nadie se lo he dicho pero me retiro profesionalmente al final de esta temporada. La existencia que llevamos los toreros es muy triste aunque el público crea lo contrario. La vida que hacemos es peor que la de los anacoretas; no sacamos de ella ningún jugo; de un lado para otro, sin descansar en ninguna parte, cargados de angustia, llevando a cuestas la vergüenza de las tardes malas, cuando el público se convierte en una fiera ululante de terrible crueldad, que no quiere ver las razones que hemos tenido para no hacer faena brillante a un toro que está huido, que no embiste, que da cornás a diestro y siniestro, que está quedao o que muchas veces, está toreao antes de llegar a la plaza. El público no quiere saber de razones. Ha ido a divertirse para eso a pagado caro, y no tolera la menor vacilación ante el toro, como si la vida nuestra no valiese ná. Es muy dura esta profesión. Nuestras horas de la temporada son permanente tortura, siempre con una interrogación en el cerebro: “¡Dios mío!” “¿Cómo quedaré en esta corrida?”; “¿Me matará un toro esta tarde?”. Y sin poder disfrutar de nada porque todo nos está prohibido.

Pese a estas declaraciones, algo pesimistas, Manolete, matiza que en el toreo hay momentos amargos y otros felices:

El toreo tiene ratos buenos. En la corrida de la Legión, en Madrid, tuve las dos cosas. Salió un toro, “Soñador” de nombre de don Antonio Pérez Tabernero muy pronto y alegre. Por su estampa era de los que gustan al público; pero su temperamento no era como para poderlo acoplar al toreo armonioso y lento que hoy el público quiere. Toreándolo de tal forma no te podías escapar, como no fuera por un milagro de Dios. Yo me di perfecta cuenta de todo cuando cogí la muleta y la espada. Pero estábamos en Madrid y no había más remedio que optar por la enfermería o por el ridículo. Yo me decidí por la primera. Pero con tanta suerte, que cuando el toro me cogió, yo ya lo había “calado” por las agujas. 

Todas las cornadas que me tiró en el suelo, como ya estaba el toro medio muerto, no me hicieron ni el menor rasguño. Y cual no sería mi sorpresa y mi alegría cuando, al incorporarme vi al toro rodar sin puntilla. Fue este un toro que, si no me decido, hubiera echado un gran borrón en mi carrera artística. Un “Soñador” ¡para soñarlo! 

También nos cuenta el momento más emocionante que, para él, tenía la corrida de toros:

Para mí el momento más emocionante, dentro ya del ruedo, es aquel en que va a salir el toro que nos toca en suerte y que puede ser nuestro asesino. Ese: “¡ya está ahí!”, es el momento más emocionante. Quedan a otro lado las tardes de gran triunfo que también son emocionantes y reconfortan el ánimo. 



Manolete pensaba en su porvenir después de retirado y lo cuenta así:

Seguramente viviré en Córdoba y me dedicaré a los negocios y al campo. A mí me gusta mucho montar a caballo y hacer vida de labor. Pasaré grandes temporadas en Madrid, que en realidad es el sitio que más me gusta de España. ¡Cualquiera sabe!


El toro Islero  de Miura y en la plaza de Linares frustró todos estos deseos del gran diestro cordobés. En este 2019 se cumplen 72 años de su fallecimiento.
En el mundillo taurino existen supersticiones que muchos toreros, no todos, llevan a rajatabla. Manolete no era ajeno a algunas de esas supersticiones:

Uso siempre la misma montera –esté como esté-, bueno excepto en México por haberla olvidado mi mozo de espadas ¡y el toro me cogió grave!
Nunca he usado un vestido de torear grana y oro por ser del color de la muleta.
Los sombreros sobre el perchero, no sobre la cama.
Me dan suerte los ternos de colores claros.
Siempre en la primera corrida de la temporada me visto de azul celeste y oro.
Al hilo de lo manifestado por Manolete en torno a los colores preferidos de sus vestidos de torear diremos que en Madrid usó el celeste y oro; morado; verde; rosa pálido; marrón y en su última corrida, blanco y oro.

Mucho se hablaba de la seriedad de Manolete en la plaza:

Un día una señora me pregunto: “¿Manolo porqué estas tan serio en la plaza?”, le respondí: “Señora es que en esos momentos no estoy en un bautizo. ¿Es cosa de risa que a la seis de la tarde esté en el patio de cuadrillas y a la seis y media pueda estar ante la presencia de Dios?”



Hagamos un resumen del toreo de Manolete, visto desde el lado de la crítica, por medio del gran periodista Ricardo García, K-Hito:

Manolete es ese. El mejor, el único, el que ha milimetrado el toreo, el que ha revuelto todas las reglas de torear, el que acabó con lo de cargar la suerte y tantas otras bagatelas. La suerte no se carga sobre las piernas, que esa es una ventaja que Manolete rechazó. El torero debe jugar solo el brazo y la muñeca y eso basta.



¿Qué opinaba una mujer importante en su vida,  Lupe Sino, novia del torero y artista de cine, del toreo de  Manolete?

A mí me gusta el toreo de Manolete, por encima de todos. ¿Usted ha visto valor más escalofriante que el suyo? ¿Y su serenidad? ¿Y su desprecio de la vida?
Yo me he vuelto loca aplaudiéndole cuando torea. En la corrida de Beneficencia después de aquello de no retirarse cuando el toro le cogió y se arrancó hacia el engaño, se me descompuso el reloj de pulsera de tanto aplaudir. Y luego cuando pasaba por el callejón, camino de la enfermería, por delante de mi localidad no pude contenerme y le grité: “Eres el más grande del mundo”. Me miró, me dio las gracias muy atento... ¡pero sin sonreír! ¡Ah, si Manolete sonriera!



Elegía a Manolete de A. Muñoz Rojas, 1947:

Llórale vieja madre Andalucía
Llórale en tus piedras y en tus ríos,
lloren por las cañadas tus adelfas olivares
y viñas de tus lomas.
Que lloren hombre y mujer, abran los ojos
atónitos los niños mientras pasa tu cuerpo
derribado como un mástil medio henchidas
las velas aún de gloria.

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Dedicado al gran torero Rafaelillo, todo valor, pundonor y entrega, deseándole pronta recuperación.

En Collado Villalba y agosto de 2019
José María Sánchez Martínez-Rivero.

2 comentarios:

  1. Excelente articulo que nos acerca, aún más si cabe, a la figura del que para la gran mayoría de aficionados fuera el mejor torero de la época.
    Felicidades José María

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  2. Meritorio artículo del señor Martínez-Rivero en el que nos enseña a los que no hemos vivido esa época lo que pensaba Manolete de su toreo. Es interesante conocer la historia del toreo mediante artículos como éste. Felicidades. Muchas gracias.

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