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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 25 de agosto de 2019

El fiasco del Real Madrid en un día de confusión de Zidane



El peor parado en el empate del Real Madrid contra el Valladolid es Zidane. Tuvo uno de esos días de confusión. En los cambios y en no saber cómo cerrar el partido tras el gol de Benzema.

Sergio Ramos reclama a sus compañeros en una acción de ataque del Valladolid. (EFE)


DECEPCIONANTE ESTRENO EN EL BERNABÉU
El fiasco del Real Madrid en un día de confusión de Zidane

El Confidencial.com / 24/08/2019 
Los mismos problemas de la temporada pasada se repitieron en el estreno del 'viejo' Real Madrid en el Bernabéu. El empate (1-1) contra el Valladolid es algo más que un accidente. Es un equipo poco fiable. Con problemas para hacer goles y frágil atrás. La falta de contundencia la paga carísima. Se atasca, se desespera y convierte los partidos en ruletas rusas. La temporada pasada se dejó 17 puntos en el Bernabéu. Ya van dos. De salvarse alguien hay que señalar a Benzema y su dignidad. Sigue siendo el futbolista más decisivo en un equipo con una ausencia de liderazgo preocupante. Benzema vio el descalabro. Hizo un maravilloso gol y no fue suficiente. Asumió la responsabilidad cuando al resto de compañeros le quemaba la pelota. Un giro, desde la frontal del área (minuto 82), con un derechazo ajustado adelantó al Real Madrid. 

El peor parado es Zidane. Tuvo uno de esos días de confusión. No supo cerrar el partido. Hacer compacto el equipo. Tiene que volver a aclarar sus ideas. Armó un equipo ofensivo con James, Bale, Isco y Benzema. 

El colombiano tuvo un cariñoso recibimiento de los aficionados después de más de 800 días de su último partido en el Bernabéu. La grada quiere a James. Le gusta su estilo elegante. La fiesta de James acabó en batacazo con el gol del empate del Valladolid.

Los aplausos a James los tiene que interpretar Zidane como un reproche de una afición que no entiende por qué un día le puso la cruz y el cafetero se tuvo que marchar dos años al Bayern de Múnich. De vuelta y sin salida, si no llega una oferta de más de 40 millones de euros que pueda convencer a Florentino, y a James no le queda más remedio que aceptar que es uno más. El trato es recuperarlo cuanto antes. Le dio 57 minutos contra el Valladolid. En el cambio con Vinicius, el colombiano y el entrenador exteriorizaron con un saludo la reconciliación.

Benzema, en el remate del gol del Real Madrid. (EFE)

James hizo un buen partido. Más que aceptable. Agitó las acciones de ataque, estuvo participativo y comprometido en la recuperación del balón. Pero sin puntería, como el resto de compañeros. Dispuso de remates con la zurda y de cabeza y no acertó. Cuando el partido se puso cuesta arriba extrañó otra decisión de Zidane. No apostar por un rematador. Luka Jovic estaba en el banquillo y el Real Madrid necesitaba agresividad y definición. Las urgencias y los nervios aparecieron en un equipo con problemas de pegada. Vinicius no era la solución. Zidane tardó en meter en el campo a Jovic (minuto 68) por Isco. La primera pelota que tocó, a menos de un minuto de entrar en el campo, fue un remate de cabeza que pegó en el larguero.

James tiene de su parte al Bernabéu pero, como a Gareth Bale, se le va a pedir que tire la puerta como si fueran dos recién llegados. Es la exigencia para los dos indultados. La que tiene Zidane es que se note que el equipo esté más rodado y dé la sensación de asimilar mejores mecanismos para finalizar las jugadas. La falta de gol sigue estando ahí cuando se enfrenta a rivales ordenados y sufridos como el Valladolid. Del galés, qué decir. Bastante tiene con ser un superviviente. Sin espacios, cuando no puede correr y contragolpear, queda reducido a la normalidad. Su especialidad no está en liderar o echarse el equipo a las espaldas en este tipo de partidos atascados. Se enreda. Se diluye. Desaparece.

No luce los fichajes

Zidane es un jeroglífico. En el segundo partido del Real Madrid en la Liga entraron en el once Bale y James. Claudicar suele ser una derrota. En el caso de Zidane produce, desde fuera, un chasco. Cuando regresó en el peor momento de la crisis de la temporada pasada se anunció que lo hacía con plenos poderes, para meter la tijera y remover la plantilla. Era lo esperado. Llevamos dos partidos de Liga y en ninguno de los dos onces luce ningún fichaje. En Vigo, contra el Celta, jugó Bale. Contra el Valladolid le tocó a James y repitió el galés. Cada vez recuerda más el caso del galés y el colombiano a la temporada que Jorge Valdano, en el banquillo, se quiso quitar de encima a Amavisca y Zamorano. No pudo. Los dos fueron claves. Hicieron una grandísima temporada. Decía Jorge Valdano hace unos días, recordando este episodio, que no se podía imaginar que Amavisca y Zamorano le odiaran tanto.

Se desconoce si James y Bale han tenido en algún momento ese sentimiento de abominar a Zidane. Lo que se sabe es que el galés y el colombiano se han salido con la suya de quedarse en el Real Madrid y el entrenador tiene que pasar por el aro. Ponerlos. Lo hace, además, por las lesiones de Marco Asensio (de larga duración) y la de Hazard. Cuando esté el belga les será más complicado entrar en el equipo titular. Hace una semana el beneficiado fue Vinicius. Al joven brasileño le tocó pasar por el banquillo en esta ocasión y las cámaras captaron una cara seria en la primera parte. Tocaba dar bola a James. Demostrarle que es uno más y se tiene que meter en la dinámica de una temporada en la que Zidane anuncia que habrá rotaciones y jugarán muchos minutos todos.

Veremos si es el caso de Keylor Navas, que se volvió a quedar en el banquillo. Pese a que Zidane nos haga creer que no le ha pedido salir, se le va a hacer muy duro al costarricense estar a la sombra del belga. Courtois fue protagonista en la agonía de un partido de ida y vuelta. Sufrió pesadillas en la segunda parte. Puso los puños duros para repeler un fortísimo disparo. El susto se lo llevó el Bernabéu en una clara ocasión que falló el Valladolid en la línea de gol. En el agujero defensivo de la segunda parte hizo todo lo que pudo hasta el gol del empate de Sergi Guardiola. Una nueva desilusión para el Bernabéu.

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