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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 22 de marzo de 2020

¿Por qué los ancianos «caen como moscas» en las residencias públicas y en las vinculadas a la Iglesia no ha habido ningún muerto por coronavirus?



Es la caridad cristiana convertida en norma de vida: dar de comer a quien tiene hambre, de beber al que tiene sed, vestir al desnudo y visitar al enfermo… por amor a Cristo.

¿Por qué los ancianos «caen como moscas» en las residencias públicas y en las vinculadas a la Iglesia no ha habido ningún muerto por coronavirus?

Madrid, 22 Marzo 2020
La crisis de la pandemia y el continuo goteo de ancianos fallecidos en las residencias geriátricas despierta muchos interrogantes. Corren ya más que rumores… Ancianos con patologías crónicas, apuraditos en su estado de salud, están cayendo como moscas. ¿Han dejado de recibir tratamiento y están engrosando las listas de fallecidos por coronavirus? Ciertamente lo público, lo estatal, que en otras épocas era señal de seriedad y confianza, se ha convertido, en este sistema liberal y globalista, en sinónimo de recortes y servicios mínimos. Y lo privado, que en otros momentos estuvo casi exclusivamente en manos de la Iglesia, es ahora sinónimo de beneficio empresarial y de recortes en personal especializado.

Los residentes en los geriátricos estatales no dejan de ser una inversión a fondo perdido en permanente déficit, pues los que acceden a una de estas plazas son perceptores de pensiones mínimas, míseras y deleznables. Pero, al ser tantas, constituyen un dispendio insoportable para un Estado sin alma, que ha olvidado el beneficio que en el pasado recibió de los mayores, para centrarse únicamente en el presente. Un geriátrico estatal está en permanente quiebra técnica. El dinero que necesitan para no colapsar les llega de fuera, de los caudales públicos. Los residentes no compensan, ni de lejos, con sus ingresos lo que el Estado consume por cada plaza en sus geriátricos.

Los viejos pobres y que viven tantos años no dejan de ser un incordio para un sistema arruinado que vive de esquilmar al contribuyente.

Por otro lado, la iniciativa privada se centra en aquellos ancianos que pueden pagar su hospedaje, pero como se rigen lógicamente por el beneficio empresarial, no pueden dejar de buscarlo.

Invierten en grandes y aparentemente confortables instalaciones, pero ahorran en personal con el consecuente déficit de atención especializada. Auxiliares y enfermeras con horarios terribles y mal pagados, desmotivados y muchos de ellos permanentemente cansados, dejando siempre a salvo su vocación y su buena voluntad. Instalaciones a veces de lujo, pero una atención personal limitada.

El Estado no puede dejar de considerar una rémora presupuestar ingentes partidas para mantener residencias públicas en permanente déficit, con jubilados que no cubren con sus pensiones la atención que reciben… y lo privado, con su búsqueda de beneficio empresarial, presentan ambos para los ancianos asilados un panorama de lo más desmoralizante.

Otra cosa son las instituciones religiosas, congregaciones femeninas en su mayor parte, que tienen como esencial en su vocación la consagración al cuidado de la ancianidad. Ahí están las Hermanitas de los Pobres, las de los Ancianos Desamparados, las de San Vicente de Paúl, por nombrar unas cuantas… Aquí ya no cabe el balance empresarial positivo o los recortes de los Presupuestos Generales del Estado

Se trata de la vocación divina que las llama a reconocer en el rostro de cada anciano limitado, enfermo o desahuciado, el rostro sufriente de Cristo que les dice: “Todo lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hicisteis…”

Es la caridad cristiana convertida en norma de vida: dar de comer a quien tiene hambre, de beber al que tiene sed, vestir al desnudo y visitar al enfermo… por amor a Cristo.

En este momento, las residencias geriátricas gestionadas por religiosas católicas no son noticia por haber dado que hablar en esta situación de pandemia. Ni una sola víctima mortal por el coronavirus. Ningún contagiado. Ningún hospitalizado. Por lo cual damos gracias a Dios y las felicitamos de corazón. Otra cosa es que, en esta desgraciada nación, como en muchas otras, cuando se hace ideología de Estado como “llegar tarde a casa, sola y borracha”, las vocaciones femeninas para la consagración religiosa sean cercenadas desde la más tierna infancia. Así se han ido quedando vacíos los noviciados de esas buenas monjas que tanta gloria material y espiritual siguen dando a la Iglesia católica. Dios las bendiga y las guarde en estos difíciles momentos.

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