Amigo del alma, tendría que precisar, y no es frase complaciente. Porque fue Felipe tan bueno y generoso, tan cercano y sincero, sencillo y muy atento, que recordándole ahora se me acaban los calificativos para elogiarle.
Tan absolutamente agradable, apacible y cordial en el trato, fue Felipe sobre todo eso que conocemos como una persona sin maldad, que es a la postre lo que define a los buenos de verdad. Así que he de empezar proclamándole como uno de los hombres más buenos que he conocido en mi vida. Tal es de clara y rotunda la impresión que siempre tuve de él.
De su carismática figura sobresalía una sonrisa que venía a ser una especie de marca propia, como gesto tolerante y de aprobación por todo y de todos. Pues reía en cualquier situación, ¡y cómo era la risa de Felipe! incluso para disculpar y encajar un contratiempo.
Esa bondad, tan natural, algo muy importante, tuvo carácter de bendición en la tarea que desempeñó como docente. O dicho con la expresión más clásica y popular, fue Maestro de Escuela. Un hombre que se ocupó de enseñar. Y por su talento y el trato que dió en las aulas fue querido, respetado y admirado por padres y alumnos.
Además, como notable complemento de sus funciones pedagógicas, Felipe de Paco ejerció asimismo como cronista taurino, faceta ésta que le hizo ser muy apreciado en el ambiente de "la Fiesta". Gran aficionado y profundo conocedor de los secretos de la lidia, sus opiniones venían a ser artículos de fe por la rigurosidad y absoluta independencia con las que juzgaba el juego del toro y la capacidad artística y de valor del torero. Y estuvo tan identificado con el mundillo taurino que hasta llegó a firmar sus escritos con el seudónimo de "Calañés", término que identifica una prenda muy característica y apreciada del toreo de antaño, como forma de reivindicar lo auténtico de la tradición.
Felipe de Paco, o ya "Calañés", ha estado en todos los frentes de la información taurina. Yo tuve el honor y la dicha de contar con él como corresponsal en Murcia de la Agencia EFE. Ahí conocí a esa persona tan buena cuyas virtudes y parámetros de conducta fueron desde entonces una encomiable referencia para mí. Ha ejercido igualmente en periódicos, emisoras de radio y cadenas de televisión en su zona. También como miembro destacado del Club Taurino de Cehegín, su localidad natal, llevó a cabo importantes actuaciones para fomentar y proyectar la tauromaquia en todas sus vertientes. Ha ayudado a todos los toreros de su tierra sin excepción. Fue maestro en las aulas del torero Pepín Liria, cuya carrera en los ruedos apoyó con tanta puntualidad como pasión, desplazándose prácticamente a todas las plazas donde actuaba, sobre todo en los compromisos de mayor responsabilidad, y tanto que escribió la mejor biografía que hay de él. En su importante obra literaria destacan dos libros dedicados a la centenaria plaza de toros de Cehegín, volúmenes en los que me distinguió ofreciéndome en ambos la firma del prólogo.
Mi admirable amigo y maestro Felipe de Paco fue un lujo de persona, no me cansaré de repetir. Y como profesional de la comunicación, también por su incansable y concienzuda tarea de investigador e historiador, rompió moldes. Ahí están su palmarés y sus cotas para acabar con el tópico de que en provincias se va por detrás de Madrid. Él fue figura indiscutible sin necesidad de salir de Murcia.
Dios le tenga en su Gloria
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