En realidad te trajeron para dos cosas. La primera, que era ganar al Benfica en el Camp Nou, no la lograste. Ese era el partido que tenías que ganar pero fuiste incapaz de hacerlo. La segunda, que está por ver que la logres, consiste en meter al Barça entre los cuatro primeros de la Liga. Y ayer, después de un mes y un día de la presentación del nuevo mesías, dijiste lo mismo que dijo Koeman y que le costó el puesto. Él dijo "esto es lo que hay" y tú dijiste "esta es nuestra realidad".
No, Xavi, no
No, Xavi, no, la nueva etapa empezó cuando te trajeron a ti. O eso es, al menos, lo que vendió el Barça. Contigo iban a dejar de jugar los que no tenían que jugar pero que, aún así, jugaban con Koeman. Tú le ibas a dar un papel aún más protagonista a la nueva generación de futbolistas surgidos de la cantera. Tus métodos, llevados a cabo con éxito en el potentísimo Al-Sadd de Qatar, iban a revolucionar al equipo. Tú sí que sabías lo que necesitaban los jugadores porque conocías el club por dentro y habías sido uno de los artífices, si no el principal, del mejor Fútbol Club Barcelona de la historia. Eras el hombre, el elegido, el nuevo guía. Lo anterior había sido un desastre porque nadie comprendía cómo y a qué quieren en Barcelona que juegue el equipo pero tú sí lo comprendías porque a ti, a diferencia de tu antecesor en el cargo, te cabe el Barça en la cabeza. Ibas a recuperar a Dembélé y a enchufar a Piqué, eras el nuevo Guardiola. A tu presentación en el Camp Nou, y de eso hace ya un mes, acudieron diez mil enfervorizados culés. Y aquel día, no sé si te acuerdas de eso, botaste con Laporta, celebrando de antemano el éxito que a buen seguro se iba a producir. Atrás quedaban las negras etapas de Setién y de Koeman, al fin llegaba al banquillo azulgrana el chico de oro para iniciar una nueva era a la que se dio el banderazo de salida un 8 de noviembre. Ese día se acabó lo malo y empezó lo nuevo. O sea, ese día arrancó una nueva etapa contigo al frente.
Y el efecto, ahora sabemos que hipnótico, fue inmediato. Los futbolistas reían en el entrenamiento y jugaban a piedra, papel y tijera. Nada que ver con aquel entierro de tercera que era el equipo con Koeman. No quitaste a los que se esperaba que quitaras pero sí filtraste (o alguien filtró por ti) tus diez mandamientos. En realidad no escondían nada nuevo, no había en aquellas normas de orden interno nada que otros entrenadores no hubieran hecho antes que tú, pero aquello se vendió como un maná intelectual que estaba al alcance de muy pocos. Tácticamente hablando tampoco es que innovases demasiado pero sí diste entrada a Abde, que acabó apagándose, y prescindiste o relegaste a un segundo plano exactamente a los mismos jugadores de los que prescindió o a quienes relegó Koeman.
Lo hiciste porque, aunque no tienes categoría para ser el entrenador del Barcelona y si lo eres es única y exclusivamente por la situación de pánico deportivo que vive el club y el caos financiero por el que atraviesa, no eres tonto y sabes distinguir un buen futbolista de otro que no lo es tanto o que no tiene la calidad necesaria para jugar en un club de la exigencia del culé.
Tus palmeros, que antes lo fueron de Koeman y antes de serlo de Koeman lo fueron de Setién y antes de serlo de Setién lo fueron de Valverde, no vieron brotes verdes en tus pírricas victorias o en tus empates a nada, no, vieron el Amazonas. El equipo tenía otro brío incluso en la derrota. Presionaba más arriba. Atacaba de otro modo. Y, mientras tanto, tú hablabas de lo que realmente sabes, de los valores. Y los planetas que giraban a tu alrededor lo hacían del ADN, esa demencial mentira que os ha tenido encerrados en una burbuja durante los últimos veinticinco años. Tú eras ADN Barça, Koeman no. Tú sabías algo que no sabíamos los demás.
En realidad te trajeron para dos cosas. La primera, que era ganar al Benfica en el Camp Nou, no la lograste. Ese era el partido que tenías que ganar pero fuiste incapaz de hacerlo. La segunda, que está por ver que la logres, consiste en meter al Barça entre los cuatro primeros de la Liga. Y ayer, después de un mes y un día de la presentación del nuevo mesías, dijiste lo mismo que dijo Koeman y que le costó el puesto. Él dijo "esto es lo que hay" y tú dijiste "esta es nuestra realidad". Pero para este viaje no hacía falta traerse tantas alforjas desde Doha, ¿no? Y ahora, Xavi de mis entretelas, pretendes escurrir el bulto diciendo que ayer empezó otra etapa. Nueva sí es, desde luego, porque hacía veintiún años que el Barcelona no quedaba apeado de la Champions en la fase de grupos, pero no empieza nada sino que continúa. Continúa contigo a la cabeza.
¿Sabes cual ha sido el ADN, o sea el ácido desoxirribonucleico del Barcelona? El ADN era Lionel Andrés Messi. El ADN era Neymar. El ADN era Suárez. Tú eras el ADN. El ADN eran los excepcionales futbolistas que, ahora se sabe, fichasteis a precios prohibitivos que acabaron por comprometer definitivamente la estabilidad económica del club. Y mientras eso sucedió todos, incluído tú mismo por supuesto, mirasteis hacia otro lado. Os hicisteis fuertes en el vestuario y, al olor de los títulos, convertisteis a los directivos en vuestros prisioneros. Os dejasteis llevar y ahora os hace falta un profundo e inmediato reciclaje, uno de eso que, conociéndoos, no vais a admitir porque vosotros sois el Barça. Pero recuerda, Xavi, que el Milan también era el Milan y lleva una década dando tumbos por ahí. Si, como afirmaste ayer, es cierto que empieza una nueva etapa, lo menos que puede decirse es que es más tenebrosa aún que la anterior. Y contigo como amo del calabozo, hablando de los valors, no sé qué que qué sé yo...
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