Es asombroso que el que anda demostrando la calidad diferencial de su tauromaquia en esporádicas ocasiones por plazas de pueblo se le siga ignorando, quizá, por el simple hecho de no entrar, por razones obvias, en el atractivo juego de intercambios y exigencias.
Qué difícil es volver a encontrar el camino para llegar a ese lugar donde el triunfo adquiere su valor. Salir del fondo del olvido pese a saberse que en sus formas están los fundamentos del toreo. Los mismos con los que contribuyó en algunas de sus recordadas tardes a la búsqueda de un triunfo que jamás le llegó con la contundencia necesaria. Ora por el toro, ora por la espada, nunca acabó de dar continuidad al virtuosismo de su concepto a modo de convertirlo en auténticos aldabonazos, relegándolo a situaciones insostenibles e inmerecidas.
Claramente Alfonso Oliva Soto es un torero de arte. Cuanto más profundiza en su tauromaquia más parece convencer. Sobre todo, al aficionado que gusta de la creatividad de una tauromaquia estimulante y emocional. Esa en la que aparece el ole en lo sublime y no el silencio en lo vulgar.
Es un torero necesario, porque sus formas diferenciales son parte esencial del propio toreo que potencia el presente y le abre camino al futuro.
Relacionado: Oliva Soto indulta un toro en Checayani-Perú
No hay comentarios:
Publicar un comentario