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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 17 de enero de 2022

Ellos se arropan / por Pla Ventura


¿Cómo se entiende que siendo figuras del toreo tengan que arroparse entre ellos porque no congregan media plaza en ningún lugar? Las figuras del toreo, antaño, siempre retaban a los más jóvenes, a todos aquellos chavales que habían triunfado con los que les gustaba medirse, de ahí las muchas oportunidades que había, las que propiciaban que toreros jóvenes, de la noche a la mañana entraran a formar parte de la élite de los toreros de cada época. Claro que, lo que digo es historia pura que nunca más se volverá a repetir.

Ellos se arropan

Pla Ventura
Toros de Lidia / 17 Enero 2021
La propia inseguridad que tienen las figuras del toreo ante ellos mismos es la que provoca que se arropen entre todos, la feria de Valencia anunciada es el ejemplo de lo que digo. Los toreros de élite, por mucho que se les reconozca en los medios y les den tratamiento de figuras todos tienen miedo; miedo al no ser reconocidos por los aficionados cuando éstos no llenan una plaza de toros, de ahí el arropamiento del que hablo para que, tres máximas figuras juntas puedan llenar una plaza que, pese a todo, hace tiempo que eso no ocurre y, lo que es peor, tardaremos en ver de nuevo un no hay billetes en plaza alguna.

Ante lo dicho, la pregunta es obligada. ¿Cómo se entiende que siendo figuras del toreo tengan que arroparse entre ellos porque no congregan media plaza en ningún lugar? Las figuras del toreo, antaño, siempre retaban a los más jóvenes, a todos aquellos chavales que habían triunfado con los que les gustaba medirse, de ahí las muchas oportunidades que había, las que propiciaban que toreros jóvenes, de la noche a la mañana entraran a formar parte de la élite de los toreros de cada época. Claro que, lo que digo es historia pura que nunca más se volverá a repetir.

Al respecto de lo que digo hay un dato revelador y es que los aficionados no somos los culpables de que la gente haya desertado de las plazas de toros; algo se está haciendo mal desde hace ya muchos años para que tres figuras del toreo no conciten la atención de más allá de las tres mil personas en los tendidos. Lo dicho es tremendamente preocupante; vamos que, si yo fuera torero y analizara lo que estoy pensando me pondría a temblar. ¿Se imagina alguien a Rafael Nadal en una cancha de tenis en un gran eslalon con apenas mil personas? Eso no ha ocurrido jamás porque, en definitiva, el maestro de la raqueta, con su talento y astucia sigue conquistando a los aficionados a dicho deporte. Rafael Nadal, como digo, es uno de los mejores deportistas de todos los tiempos y, los aficionados así se lo hacen saber llenando por completo las canchas donde él actúa.

En los toros, como sabemos y según dicen los plumíferos al respecto, Morante es el “dios” del toreo que, como artista no tiene rivales pero, he aquí el quid de la cuestión por la que Morante no llena plaza alguna y, lo que es peor, en el pasado año actuó en repetidas ocasiones ante poco más de tres mil personas. Muchas cosas tenemos que arreglar para que las aguas vuelvan a su cauce; es decir, a que los aficionados y el propio gentío se ilusionen ante cualquier ídolo que les llene por completo, algo que no ocurre en la actualidad. ¿Dónde está el mal o el error que estamos cometiendo? Durante los dos últimos años hemos tenido la suerte de echarle la culpa a la pandemia pero, mucho antes de que ésta apareciera los males descritos ya estaban presentes.

No queremos aprender ni mucho menos avanzar. Al parecer, el conformismo reinante les basta y les sobra para arañar un puñado de euros que, ni por asomo se parece al dinero que antes generaban las figuras y que se podían repartir entre todos, toreros, ganaderos y empresarios. Ahora todo es distinto. El dinero se esfumó por arte de magia; o dicho en cristiano, si los aficionados no llenan las plazas de toros difícilmente podemos hablar del dinero de antaño. Como explico, reina la apatía, la desilusión, el toro muerto cuando sale por toriles, se ha perdido la emoción salvo en las contadas excepciones que todos sabemos. Con semejante panorama, ¿quién vendería el colchón para comprar una entrada de toros?

El toro auténtico y la renovación del escalafón podrían ser acicates verdaderos para que el aficionado volviera a las plazas de toros pero, como vemos, en los últimos años, la única renovación que hemos tenido ha sido los nombres de Emilio de Justo y Diego Urdiales que, a ambos toreros les ha costado veinte años de sus vidas para que se les reconozca y, dentro de todo, menos mal que dicho diestros no han perdido su identidad como grandes toreros que son. El pasado año llegaron Ortega y Aguado, dos buenos toreros pero que, no esperemos mucho más porque las figuras del toreo no piensan marcharse jamás, de modo que, aperturar más carteles seguirá siendo una quimera. Seguiremos sufriendo a los de siempre y, con un poquito de suerte, como les ha ocurrido a los chavales citados, podrán encontrar un hueco que, dicho sea de paso, les han dado la bendición porque forman parte del grupo de los que no molestan.

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