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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 15 de abril de 2011

Moraleja de Finito: "¡Esos cojones, en Despeñaperros!" / Por José Ramón Márquez

Derechazo de Finito a un tornay en Piedrabuena
Fiestas del Cristo 2010

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Moraleja de Finito:
"¡Esos cojones, en Despeñaperros!"

José Ramón Márquez

El día 23 de marzo de 1901 riñeron en Córdoba, o mejor aún, riñeron las copas de montilla que respectivamente llevaban en su cuerpo, los toreros José Rodríguez (Bebe Chico) y Rafael Martínez (Cerrajillas). Como la riña se calentó y fue a más, en apoyo de sus convicciones el Cerrajillas se vio en la necesidad de sacar una navaja de buen porte y, viendo la contundencia de los argumentos esgrimidos por su antagonista, Bebe Chico extrajo del bolsillo un revólver con el que realizó dos disparos que, acaso por la intercesión de Baco, no impactaron en el blanco. Cerrajillas cayó al suelo, bien a causa del susto o bien a causa del vinillo, rompiéndose la nariz. Los contendientes fueron llevados a la Prevención y tres años más tarde, que la administración de la Justicia nunca jamás ha visto entre nosotros su acción entorpecida por las prisas, se dictó sentencia contra el Bebe por lesiones con las atenuantes de embriaguez no habitual, arrebato y obcecación.

El día 14 de abril de 2011 fueron detenidos varios miembros de la cuadrilla del torero natural de Sabadell Juan Serrano (que ostenta el incomprensible apodo de Finito de Córdoba) porque, según informa El Correo de Andalucía, al finalizar la corrida de toros en Utrera y cuando abandonaban la plaza de toros en la furgoneta, unos aficionados increparon al torero diciendo que Finito había estado fatal (cosa nada extraña en este diestro, que fue un prometedor novillero), y tras un cruce de palabras, contra todo pronóstico, se abrió la puerta de la citada furgoneta de la que emergieron, como escuadrilla vengadora, el mozo de espadas, un peón y otra persona, que se abalanzaron a agredir a los que habían proferido las palabras consideradas como inconvenientes.

Es curioso cómo, ahora que los toreros son una balsa de aceite, que hay muchos que hasta se dan besitos y todo cuando se despiden al final de la corrida, ahora que se han montado el trust para manejar los hilos de la fiesta y erradicar de ella todo lo que tenga algo que ver con competencia o desafío, para repartirse los toritos que no meten miedo, ahora que hasta los toros se compran en leasing, ahora que esperan que el chisme de la cultura les traiga la reducción del IVA, único fin de ese aquelarre, no hayan aún encontrado un remedio para que ese desgraciado público, esos latosos aficionados cuyo único derecho es el de pasar por la taquilla a soltar los euros que sostienen el tinglado sean obligados a mantenerse callados y diciendo a todo ‘sí, señor’.Porque lo ideal, ya que hablamos de cultura, es que el público esté bien calladito, como hace la gente culta en el Real o en el Auditorio. Y claro, si por las buenas no va la cosa, no habrá más remedio que tomar medidas drásticas, que por ahí es donde apunta la cuadrilla de Finito. Claro que a la vista de lo que habían hecho antes el la plaza de toros el maestro y la cuadrilla, más bien habría que decirles lo que el mozo de estoques de Gallito, Caracol el del Bulto, le dijo a la famosa locomotora que penosamente les había traído de Andalucía a Madrid: “¡Esos cojones, en Despeñaperros!”

Un partidario de Finito en Piedrabuena
Fiestas del Cristo 2010

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