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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 7 de abril de 2011

San Isidro 2011. El pitorreo cartelario / Por José Ramón Márquez

Galería May MoréEscaparate

San Isidro 2011. El pitorreo cartelario


José Ramón Márquez

Hoy, la prensa. ¡Con lo que fue la prensa hasta hace poco y lo que es hoy! La noticia de los carteles llega a las páginas de papel de los periódicos. Antes, el oráculo, ahora... Me voy al Abc, que uno aprendió a leer con Cañabate: be, i, e, ene, uve, e, ene, i, de, a., y todo junto ‘Bienvenida’. ¡Ahí es nada, Antonio!, y en la sala que ostenta ese nombre de tantos toreros tan buenos y tan íntegros se montó el aquelarre para hacer pasar el tetra brik de Don Simón por Vega Sicilia Único de 1942, del cual dan cuenta en la página sesenta y seis del centenario diario.

Dice el titular: “La feria de San Isidro más espectacular de Taurodelta”. Jopé. Vamos a leer un poco. Ahí dicen que Abella, a quien sus íntimos llaman Abeya, opina que “la Comunidad de Madrid ha valorado muy positivamente los carteles tanto por la presencia de figuras como por dar cabida a los distintos encastes” ¡Qué tío! O sea, que a Madrid vienen las figuras. Claro, hombre. En vez de irse a la Feria de San Dámaso en Valdeliebres como venían haciendo las figuras los últimos lustros, y gracias a los esfuerzos de los Choperón, se ha conseguido, para satisfacción de Abella/Abeya, que este año se vengan a Madrid los reyes del escalafón a dar lustre a la “feria más espectacular”. Eso es un mérito indudable de los Choperón y también de la influencia benéfica que habrá ejercido sobre ellos ese gran muñidor que es Abella/Abeya, porque la verdad es que pudiendo haber contratado a Juan Antonio Siro o a Curro Escarcena o a Antonio Márquez, han tenido el detallazo de llamar a July, a Luque o a Manzanares, que se ve que los hombres querían hacer una gran feria para despedirse y echar la casa por la ventana.

Y sobre los encastes esos de los que alardea el gerente, pues lo mismo, porque aquí se dan de tortas los ganaderos de ‘eliminando lo anterior’ con los del ‘al amparo del artículo 7 de los Estatutos’, que eso debe de ser lo de la variedad de encastes, porque yo me pierdo entre Vellosinos, Ventorrillos, Cortijillos, Montecillos y Cuvillos, cuando lo que uno entiende por variedad de encastes es Miura, Conde de la Corte, Concha y Sierra, Victorino Martín o Prieto de la Cal, además de las cuatro que todos sabemos y que las traen a Madrid para rellenar huecos y para intentar tapar la boca a los que no tragan con tanto pasteleo.

Luego dice Andrés Amorós, en un recuadro titulado “Mejoran los carteles”, que ‘las figuras siguen exigiendo unas divisas determinadas’. Eso es sintácticamente correcto y se corresponde con una desagradable realidad, pero yo creo que el bueno de Andrés se queda muy corto en esa descripción de un nefasto hecho probado y que más bien, haciendo gala de su independencia y de la de su periódico, que nada debe a los Choperón ni a las tales figuras, debería ser más beligerante contra la mixtificación que significa el que no se aproveche la ocasión para que unas figuras traídas a Madrid con tanto esfuerzo pierdan la ocasión de medirse con sus iguales, con toros de casta, de poder y de arrobas, en vez de con las consabidas cucarachas colaboracionistas con las que sueñan, de forma ventajista y torticera, y con las que se podrán chulos y sacarán pecho sin ton ni son. Uno es romántico y cree que la misión del crítico independiente debería ser más la defensa beligerante de un espectáculo que, o es pasión, o no es nada.

Si San Isidro fuese lo que dicen por ahí que es, serían las propias figuras las que se darían de tortas por estar en los carteles de esta ”Copa del Mundo del Toreo” en la forma digna y decente en la que los toreros deben venir a Madrid. El hecho deplorable es que en esta pachanga del tres al cuarto el Milán (El Cid) juega contra el Algeciras (Ventorrillo), el Barcelona (Morante) juega contra el Sestao River (Cuvillo) o el Real Madrid (Manzanares) juega contra la U.D. Socuéllamos (Garcigrande); y eso ni es copa ni es nada, si acaso la copa de Machaquito que hay que tragarse después de leer esta triste página sesenta y seis tan poco crítica y repasar los carteles otra vez, como quien ara en el mar.


 

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