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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 30 de junio de 2015

Burgos: el escándalo trae cola...


Cayetano

"...Para que la Fiesta sin toro, la llamo así a falta de que el marketing la bautice de otra manera, se lleve a cabo en un coso moderno como el Coliseum se necesita, fundamentalmente, una ganadería como la de La Palmosilla, que cría animales que parecen astados de lidia, pero solo lo parecen, y unas figuras del toreo que exijan un hierro de ese tipo.

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Burgos - martes, 30 de junio de 2015
El lamentable juego de los toros, o lo que fueran, de La Palmosilla hunde uno de los festejos más esperados de la feria en el que solo se salvó Cayetano

Ahora que los profesionales del toro, y también los aficionados, agitamos el discurso del miedo (¡A las trincheras, que viene el coco!) debido a la entrada en las corporaciones municipales y autonómicas de fuerzas políticas abiertamente antitaurinas, quizá lo que ocurrió ayer en el Coliseum (en festejos como ése no merece el honor de ser llamado El Plantío) es la evolución de la Fiesta que se reclama desde fuera para su subsistencia. 

Me explico. La razón más importante que se esgrime para prohibir la Tauromaquia es el sufrimiento del toro. Se entiende, por tanto, que si en un festejo no hay astados de lidia, no hay sufrimiento. Y ayer, toro, o sea, lo que se entiende como tal, con su bravura, su casta, su codicia, su nobleza, su transmisión y pongan ustedes todas las cualidades que debe tener un burel, no hubo sobre el albero burgalés. Hubo animales, eso sí, con sus dos orejas, sus dos ojos, su rabo, sus cuernos y sus patas endebles que les hacían estar más tiempo en el suelo que de pie. Ojo, que lo mismo Burgos patenta el espectáculo y hacemos a la ciudad de oro. Dejo la idea en el aire. Hay que buscar, eso sí, un nombre más comercial porque La Fiesta sin toro para ponerlo en un cartel queda un poco largo. 

Para que la Fiesta sin toro, la llamo así a falta de que el marketing la bautice de otra manera, se lleve a cabo en un coso moderno como el Coliseum se necesita, fundamentalmente, una ganadería como la de La Palmosilla, que cría animales que parecen astados de lidia, pero solo lo parecen, y unas figuras del toreo que exijan un hierro de ese tipo. 

El empresario, en este caso, no deja de ser un invitado de lujo: él considera que las figuras van a atraer a gente a su plaza y, por ello, contrata las divisas que éstos le exigen. Ni un pero a su labor. Se requiere también de un público que acuda presto al espectáculo, pero eso no es difícil si se anuncian matadores de postín como Morante de la Puebla, Miguel Ángel Perera y Cayetano.

Puestos a redondear, se puede jugar también con la fecha. El día grande de las fiestas de la ciudad. Así, la expectación será máxima y la ilusión llenará la plaza. Por cierto, la plaza no podrá ser de toros, porque la clave es que se lidien animales que solo lo parezcan.

Es recomendable, para esta Fiesta sin toros que el presidente colabore porque si, de repente, saca el pañuelo verde ante la manifiesta invalidez de un burel y por chiqueros sale un sobrero que embiste, pues se fastidia el invento. Así que necesitamos autoridades con el pañuelito de marras en el bolsillo. 
De todo eso que conforma ese espectáculo que no se parece a una corrida de toros tuvimos ayer en el Coliseum que se engalanó para celebrar el día grande de los Sampedros. Con himno y todo que, a la postre, fue el momento de mayor emoción de una tarde que está condenada al olvido más absoluto. Salvo, claro, que esto sea el reflejo de lo que nos espera en el futuro. 

A todo esto, que quizá los cronistas o críticos, como gusten, sobramos en esta nueva Fiesta, porque es complicado hacer un relato de un festejo taurino que no es tal. Porque, y aquí está la clave por si aún no ha quedado claro, sin toro, esto no tiene sentido. Lo que más se pareció ayer a un astado fue el sexto. Nada del otro mundo, pero al menos no se derrumbaba. Incluso tenía calidad en la embestida. Se encontró, además, con un sorprendente Cayetano que quiso que la gente que llenó el Coliseum saliera del mismo con una mínima alegría. Tiró de casta, el torero digo, que el animal tampoco andaba sobrado, y planteó una faena templada. Con empaque. Se gustó con la muleta en la mano izquierda, aunque tuviera que sacar los naturales de uno en uno. Muletazos sueltos, pero profundos. Además, tiró de populismo para acabar de convencer a un público que, a esas alturas, tenía un cabreo de escándalo. Y lo consiguió porque cuando mató al burel se pidió con fuerza la oreja. 

Fue el único trofeo de la tarde, aunque Perera, en su versión de enfermero, casi logra tocar pelo ante el segundo, pero la espada le privó del apéndice. Morante de la Puebla pasó por Burgos. Se llegó a estirar a la verónica, hasta que se dio cuenta que sin toro, no hay Fiesta. Igual los antitaurinos están dentro y no fuera. 

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