Los animalistas, como se ha demostrado, son gentes muy peligrosas que, por supuesto, llevan un dictador sobre sus espaldas que ejerce de forma despiadada contra los que somos normales; es decir, los que acatamos las leyes con toda la naturalidad del mundo. Y digo acatar porque si los toros son un espectáculo legal como otras diversiones, a nadie se nos ocurre ponernos en contra de la ley que, para eso se ha promulgado.
El problema de la democracia es que permite que en cada esquina existan miles de dictadores para atacar a todo aquello que a estas gentuzas no les guste. La prueba es fehaciente, pese a que los toros son una fiesta que data de varios siglos atrás, está protegida por ley pero, los mandatarios de todo el mundo, en acciones totalmente amariconadas porque saben que esos apestosos también votan, cuando éstos se pronuncian contra los toros miran hacia otro lado y si los impulsores de la prohibición están dentro del gobierno, para colmo, les dan cancha para sus maldades.
Pese a lo que llevamos sufriendo al respecto de dichos dictadorcillos de mierda aquí en España, como sabemos, ha sido ahora en Francia cuando han resurgido esos grupos violentos que, desde el mismísimo Parlamento galo están atacando a los toros con una saña desmedida. Al parecer, los franceses han ganado la primera batalla pero como se le ponga freno a dicha cuestión, en un momento determinado nos pueden arrebatar algo que nos pertenece y que nadie se alarme porque unos hijos de padres desconocidos se cargaron los toros en Cataluña, amén de todas las plazas que tenemos cerradas en España, ayuntamientos dirigidos por dictadores de izquierdas.
Y si la fiesta es legal, ¿cómo puede ser posible que desde los altos estamentos de la nación se permita que haya dictadores en cualquier municipio de nuestra piel de toro? Muy sencillo, porque los mismos que nos rigen son los primeros que quieren que desaparezca para siempre la fiesta más genuina de España como son los toros. Creíamos que la democracia era gratis y, gran error el nuestro, por ella hay que pagar facturas carísimas como por ejemplo, como antes decía, que aniden dictadores en cualquier esquina impensable.
Yo entendería que los toros murieran por inanición, justamente porque ese espectáculo no le interesase a nadie y muriera como lo hicieron los cines de verano, pero que una sarta de criminales esparcidos por todo el mundo, por sus caprichos, por sus cojones, que la quieran erradicar me parece una carencia absoluta de nuestras leyes que, como es notorio permiten las mayores aberraciones que jamás podríamos pensar; que atacaran a la fiesta de los toros por el placer de hacerle daño a la sociedad en que vivimos es propio de seres malignos, gentes sin escrúpulos que, -vaya hijos de puta- amparándose en la protección animal atentan contra una fiesta de la que viven cientos de miles de personas, manifestación artística al margen, así como sus ancestros arraigados en dichos festejos desde siglos atrás. O sea que, una gran parte de la sociedad en que vivimos quiere estar en guerra permanente contra los que no piensan como ellos. Los animalistas de todo el mundo son el ejemplo de todo lo contado. Lo triste de la cuestión es que tenemos una ley que nos protege pero que, los mandatarios de todo el mundo cierran los ojos, miran hacia Cuenca para que los dictadores atenten contra la libertad que la gran mayoría anhelamos.
Y así, sin respeto a las leyes queremos progresar. ¿Cómo? Lo que sí está claro es que los que respetamos la ley somos unos idiotas consumados porque nos dejamos avasallar por esos dictadores a los que, la propia ley, en vez defenestrarlos les dan cancha para sus maldades. Quiera Dios que algún día reine la cordura en España –y en todo el mundo- y tengamos unos dirigentes capaces de cumplir y hacer cumplir las leyes, cosa que ya pongo en duda visto todo lo que estamos padeciendo.
Gentuzas como los que portan la pancarta que mostramos son los que deberían de sufrir el peso de la ley y se tratados como los que son, animales irracionales.
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