El rey desnudo
""...Así pues, los eslabones de la cadena que atenaza y aprisiona al aficionado son evidentes: Una Comunidad propietaria omnímoda, unos empresarios logreros, unos medios de comunicación bacinillas y el tonto del abonado que contribuye a que todo siga igual. A que el rey vaya desnudo sin que nadie tenga coraje suficiente como para espetárselo a la cara. A que aquí no pase nada...""
AQUÍ NO PASA NADA
""...Así pues, los eslabones de la cadena que atenaza y aprisiona al aficionado son evidentes: Una Comunidad propietaria omnímoda, unos empresarios logreros, unos medios de comunicación bacinillas y el tonto del abonado que contribuye a que todo siga igual. A que el rey vaya desnudo sin que nadie tenga coraje suficiente como para espetárselo a la cara. A que aquí no pase nada...""
Por Francisco Callejo
¿O alguien tiene un fundamento irrefutable para considerar lo contrario?. Aquí no pasa nada. Una gavilla de matuteros programa el ciclo más deleznable de lo que da en llamarse Feria de San Isidro, y no pasa nada.
La patulea de mogrollos que encuentra cobijo bajo el mullido acomodo de esa zafiedad absurda que da en llamarse Consejo de Asuntos Taurinos bendice la incalificable cochambre de serial con que se castiga al aficionado de Madrid, y no pasa nada.
La Feria termina respondiendo a las expectativas que su ausencia de atractivo hacía concebir, y no pasa nada.
Los actuales proxenetas que chulean la programación anual de la plaza hacen público su deseo por solicitar la prórroga, y no pasa nada.
No pasa nada.Y es normal que no pase. El empresariado taurino conoce a la perfección el perfil de su clientela. Sabe que se trata de irredentos transeúntes de taquilla que guardan con celosa avaricia su prerrogativa de renovación de abono. Tipos secuestrados por el abyecto chantaje de gozar del alquiler de una localidad que, en caso de no renovar, perderían irremediablemente. Y a ver qué haría ese personal de infantería las tardes de mayo a que su inercia les ha acostumbrado. Esto manifiesta a las claras la falta de cultura de que adolece el abonado de la Plaza de Las Ventas. Tipos de perfil plano que, fuera de sus manoseadas rutinas, carecen de estímulos para asomarse a nuevos horizontes, o simplemente de amor propio para reivindicar su cuota de dignidad.
Adobemos esta circunstancia con todas esas especias en que se cocina la alienada inercia del tonto del abonado, y sabremos por qué no pasa nada.
Los medios de comunicación ponen en marcha su sempiterna cantinela de noticias, análisis, y características de cada festejo, sin cuestionar ya su génesis.
El tendido siete orquesta su indefectible diálisis creando un espectáculo alternativo de aparente oposición. Y digo aparente, porque en realidad contribuye a esponjar el acomodo de una empresa que siempre se ha servido de ellos. No sé si de forma consensuada, o espontánea, pero que el tendido siete es un aliado de la empresa resulta harto evidente.
Se castiga a las figuras consagradas sin background mediático impíamente; se trata con servil esmero a inútiles con aval de firmas de marca; se da permanente chanza a menesterosos con supuesto perfil de caballo ganador; y se espera siempre a un incapaz al que vestir de reina por un día. Eso es Madrid. Hipotéticamente la primera plaza del mundo.
Lo que en realidad sucede, es que la temporada transcurre por otros derroteros que no marca en absoluto Madrid. Las Ventas se ha convertido en un terruño autista sin eco en el resto de ferias, donde la lógica se impone a golpe de certeza. Madrid es el ridículo rey al que unos siniestros sastres están satirizando haciéndole creer que le han confeccionado un traje mágico sólo apto para ojos avezados. Pero esos sastres, lo que bien saben, es que ese rey es un pobre pisaverde al que engañar resulta tan sencillo que se han hecho con la patente de su vestuario.
Un rey al que todavía nadie se ha atrevido a decirle que va desnudo, por temor a que el resto tache la irreverencia de necedad. Pero para necedad la de un colectivo que se tiene por prontuario de primacías y es el mayor catacaldos de la temporada española.
¡El rey va desnudo!.
Que no salgan ahora a contarnos memeces los inspirados plumillas que subrayan las altísimas exigencias de la Comunidad de Madrid a la hora de establecer su pliego de condiciones para las potenciales empresas adjudicatarias, como si estas pudieran apelar a ello como atenuante de la porquería que sirven envasada en temporada.
Cierto es que a la Comunidad de Madrid sólo le interesa la tajada que saca de esta gallina de los huevos de oro, pero también es cierto que hay patadas para hacerse con el manejo de la empresa de Madrid. Por lo que todo invita a sospechar que algún tipo de ganancia se da en ello.
Así pues, los eslabones de la cadena que atenaza y aprisiona al aficionado son evidentes:
Una Comunidad propietaria omnímoda, unos empresarios logreros, unos medios de comunicación bacinillas y el tonto del abonado que contribuye a que todo siga igual. A que el rey vaya desnudo sin que nadie tenga coraje suficiente como para espetárselo a la cara. A que aquí no pase nada.
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