DENYSE BEAULIEU
PERIODISTA
Periodista francesa, en los 80 revolucionó el mundo del toreo seduciendo a toreros y posando desnuda con un capote para una revista, todo lo cual contó con detalle y crudeza en el aún inédito Mis perros andaluces.
—¿No se decidió a publicar su libro «Mis perros andaluces»?
—Al contrario. Sigo pensando en hacer un libro sobre mis experiencias sevillanas. Trabajo en este momento en una obra para la editorial inglesa Harper Collins que entrelaza mis recuerdos olfativos, algunos ensayos y encuentros en el mundo de la perfumería. Sevilla juega en esto un papel importante porque fue allí donde realmente descubrí los olores. El libro siguiente contará, sin duda, mis aventuras andaluzas.
—¿Por qué no se publicó, si varias editoriales se interesaron por él?
—El lenguaje de mi relato era extremadamente crudo, lo que espantó a algunos editores de entonces. Si lo rehago, atenuaré la crudeza, porque ahora no me parece tan pertinente expresarme así.
—Usted se relacionó con varios toreros. ¿Cuál es el mejor recuerdo que guarda de ellos?
—La entrevista que me concedió Paco Ojeda. Realmente, escuchó mis preguntas y las respondió. Era eso lo que yo buscaba, respuestas. Los otros, se me echaron encima. No les dije que no. No es ni un buen ni un mal recuerdo, es un relato.—Estuvo varias temporadas taurinas en Sevilla.
¿Qué es lo que más le gustó de la ciudad, además de los toros?
—El olor de las flores del naranjo, de la cera de los cirios y el incienso mezclados. Esa belleza de la ciudad, que se ofrece y que se escapa. El duende. Enrique. Todo.
—Un torero amenazó con querellarse contra usted por haber contado intimidades en una revista- ¿En qué quedó aquello?
—Los perros andaluces ladraron, pero no mordieron.
—¿Ha conservado la amistad con algún torero?
—No. No fui su amiga.
—¿Una mujer tan desinhibida como usted puede ser amiga de alguien tan, digamos, apegado a la tradición como un torero?
—En el mundo taurino, tal y como lo conocí, sólo había tres papeles posibles para la mujer. La respetable, la puta y la bella extranjera. Yo me colé en este último como quien se acerca a un mito. La amistad la encontré en otra parte.
—¿El mundo del toreo tiene un atractivo erótico particular?
—Podría hablar de la proximidad de la muerte... pero, ¿qué responder para no caer en el lugar común? Lo que me perturbaba era precisamente caer en el cliché. O darle la vuelta, ser la que mata al torero. Fue lo que hice, simbólicamente, cuando publiqué ese artículo por el que se formó tanto escándalo.
—¿Comprobó si los toreros son mejores hombres en algún sentido?
—¿Mejores que quién? Me parecieron más extraños que otros hombres porque su arte tiene mucho de ritual. Pero el valor se puede encontrar en otra parte.
—¿Qué le parece que quieran prohibir las corridas de toros?
—La corrida es uno de los últimos rituales vivos de Europa. Dicho lo cual, comprendo a quienes lo encuentran insostenible; lo es, ésa es su fuerza.
—Usted ha dirigido, entre otras, la revista Bagatelle, sobre seducción y sexualidad. ¿Dio cabida en esas páginas al mundo del toreo?
—No. Eso formaba parte de mi mundo, no del de mis lectoras.
—También es autora de una enciclopedia cultural sobre sexo. ¿Ha incluido algún torero?
—Tampoco. Me he concentrado sobre los personajes, las obras y los fenómenos más relevantes de la historia de la sexualidad. En una obra publicada en Francia y Estados Unidos, estaba fuera de lugar.
—Hablando de seducción, ¿los hombres siguen estando más indefensos que las mujeres?
—Si los hombres se defienden hoy es más bien por el rechazo, la resistencia pasiva, la huida. Los hombres son víctimas que se mueven y conmueven.
—¿Considera el perfume como una de las bellas artes?
—Sí, cuando el creador de un perfume trabaja fuera de las obligaciones del marketing donde le cabe la posibilidad de ser un autor. ¡Los perfumes son poemas químicos! Son más complicados de estudiar que otras formas de creación artística porque hay poca gente que haya desarrollado su cultura olfativa y porque la industria del perfume es muy secreta, pero es posible. En los frascos encontramos universos enteros.
—¿Los perfumes con nombres inspirados por Sevilla le parecen a la altura de la ciudad?
—El perfume que expresaría «el embrujo de Sevilla» aún no existe. Pero trabajo en ello con uno de los mejores perfumistas de su generación —que no es Alberto Morillas, una gran «nariz» nativa de Sevilla a la que debemos, entre otros, «Kenzo Flower»—. Lamento que el nombre de «Duende» esté cogido por un perfume que está lejos de expresar lo que Lorca entendía por esta palabra…
—Fue alumna de Julia Kristeva, esposa de Phillippe Sollers, experto en la obra de Sade. ¿También usted se interesó por las andanzas del Marqués?
—No son las aventuras de Sade las que me interesaron, sino la idea de una filosofía de la alcoba… El pensamiento debe entrar a través del cuerpo.
—¿Volvería a posar desnuda para una revista, como hizo en los años ochenta?
—¿Está de broma? Lo hice porque pagaban bien. Además, era modelo de grandes fotógrafos como Bettina Rheims o Claude Alexandre. Pero ahora… como mínimo habría que resucitar a Helmut Newton.
—Creo que en aquella ocasión posó acompañada de un capote de torero. ¿Fue algo artístico o sólo una travesura?
—Yo no fui quien decidió con qué accesorios posar. Entonces, estaba conmocionada por el escándalo que había desencadenado sin quererlo realmente, creí que el artículo de «Globe» no sería leído más que por unos pocos miles de personas en Francia. Después, me dejé llevar por los acontecimientos… ¡Qué comedia! Pero nunca quise herir a quienes se vieron cuestionados por aquella historia. Éramos todos tan jóvenes… Espero que me hayan perdonado ya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario