José Ramón Márquez
¿Qué se podría decir de esta corrida? ¿Qué dirán los que viven de esto? Yo, como abonado, como aficionado, como tío tonto que sufraga el espectáculo, lo tengo bastante claro, y es que odio los cuvillos, odio sus caritas de imbéciles, odio sus cuernecitos, sus carreritas, su lengüecita larga y llena de babas. Que si uno fue así o fue asado, me importa un pito, porque lo que queda para la historia es que hoy en Las Ventas no hubo toros; hubo franquicias bóvidas, bichos estúpidos, y me importa un saco lo que diga el coñazo de Barquerito, que si el segundo según, que si el tercero terciaba, que si el cuarto cuarteaba. Eso no eran toros, eso eran hamburguesas de Mc Donalds que valen lo mismo en Moscú que en Islamabad, una basura de toros y un oprobio para los inanes toreros que han tenido la desfachatez de ponerse enfrente de semejantes residuos tóxicos y para quien tenga la desfachatez de cantarlos como buenos.
¿Y la tarde? Pues con la porquería que va descria por delante como toros, se podría llamar Club de capotes, que es lo único que ha habido. Vamos por partes. Entre tanto lío de capotes hay que volver a decir que los seguidores de esta franquicia de fast-food , toreo exquisito para paladares de gusto deficiente que se llama Morante de La Puebla, se han vuelto locos una vez más con su capote deficiente y precocinado, que han vuelto a jalear lo bueno y lo pésimo al mismo nivel y que han conseguido volver a dar la sensación de que M orante es alguien cuando no es apenas nadie. Una excepción son los lances por chicuelinas que dio el de La Puebla, tan personales, tan naturales y tan fantásticas que pasan al archivo directamente junto a las de Manzanares, Paula y Gregorio Tébar. Eso fue grande y es lo único que hizo Morante, porque las verónicas precocinadas no valieron apenas, por previsibles y porque apemas si contienen un gramo de verdad.
Luego vino Rivera a hacer su toreo de aficionado aventajado. Le tocó el mismo papel que a su hermano, años ha. Su hermano se quedó de espectador en un duelo de quites entre Ponce y Pepito Arroyo; hoy le tocó a él lo mismo entre Morante y Luque. Rivera le hizo al torito que hacía quinto una filigrana de capote que fue bonita y aplaudida, como se merecía, y luego, en sus dos toros, demostró que él es un ‘aficionado práctico’ aventajado y que su sitio no está en las grandes citas y frente a los toreros, porque este torero canta de forma muy patente su gran falta de oficio.
Lo mejor de la tarde vino de un ’pique’ de quites entre Morante y Luque en el que Luque dio tres excelsas medias verónicas, cargando la suerte, llevando al toro toreado, que fueron de lo mejor y que sirvieron, sobre todo, como descubrimiento de Luque como capotero.
Sin embargo, que con esta basurilla de toros nadie haya cortado ni media orejilla es lo que canta de veras la realidad de la tarde, tarde de tontuna y de toreo moderno, que las gentes poco aleccionadas y desconocedoras tomarán por una gran tarde de toros, como cuando quieren comparar al pobre muñeco de La Puebla con el gran Rafael El Gallo.
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