José Ramón Márquez
Hoy empezó la Feria de la Confusión, que va después de San Isidro y que nadie sabe qué diablos pinta aquí y nadie se digna explicar. Nosotros, como personas disciplinadas que somos, nos compramos el abono en su día y nos disponemos a recibir esta segunda ración de abuso.
Hoy se anunció una corrida de Valdefresno. Fue perfectamente aprobada por el cuerpo veterinario, pues además de tener sus cuatro patas cada uno de los animales, haciendo un total de veinticuatro, tenían sus correspondientes rabos, a uno por cabeza, que suman seis, así como sus cuernos en la sienes, que sumaban un total de doce. El cuerpo veterinario, de exigente baremo, el que echó a la calle a uno de Dolores Aguirre, a dos de Palha y a seis de Adolfo Martín, estimó que estos doce cuernos, seis rabos y veinticuatro patas de Valdefresno eran óptimos para la lidia y, como en esos colegios coladero donde pagas para que te aprueben, ellos dieron su nihil obstat al ganado, con un par, que no les faltaba nada.
La corrida, así en conjunto, servirá, con toda certeza, para que el famoso pelmazo Barquerito, el que acuñó, entre otros, el término tan taurino de ‘toro suavón’, nos vuelva a recordar todo el rollo patatero ese de los Lisardos, los Atanasios, los Atasardos y los Lisarnasios, extremando el cuidado de no decir a gritos lo obvio que es que si el ganadero tuviese un poco de decencia y supiese lo que es el honor de la divisa debería enviar a toda velocidad al matadero, como mínimo, a las madres y padres de estos Pitonero, Manzanilla II, Pomposito, Manzanilla I, Cigarro y Marqués, que hay que ser descarado, mal aficionado y pésimo ganadero para tener la desfachatez de enviar esta corrida a ningún lado que no sean las calles de un pueblo en fiestas.
Con la basura del ganado descrito anteriormente se midieron tres tíos vestidos de oro.
Urdiales hizo el ridículo por tercera vez en lo que va de feria, dando la razón a los que siempre pensamos que era un torero de vaivén que nos dará muchas más de arena que de cal. No hubo rastro de la torería y la disposición que ha mostrado en otras ocasiones y da toda la impresión de que es otro al que le han engañado como a un chino a base de comerle la oreja con que si la pata atrás permite prolongar la duración del pase y demás zarandajas espartacojuleras que parece que son el único modelo válido, visto lo visto en la recién acabada feria. Vuelva usted, Urdiales, a lo suyo cuanto antes y déjese de zarandajas; los experimentos, con gaseosa.
Rubén Pinar es tan basto como su maestro. Es tan pésimo como su maestro. Es tan prescindible como su maestro. Es la exacta copia de su maestro, pero no manda, y si manda aquí no llega, como dijo el clásico; por ello, al faltarle esa dimensión pública que conlleva el mandar, le falta el halago de las ondas herzianas, de las señales digitales, de la tinta impresa, del luminoso internet, pues nadie le hace ni caso. Por esa causa se produce la paradoja de que lo que en manos de su maestro causa delirios y desmayos en las gentes, ejecutado por el discípulo aventajado sólo causa sopor en un público no aleccionado. Además pegó dos sartenazos a sus toros que deberían estar penados por el código civil e hizo trabajar lo suyo a los areneros para recoger tanta porquería como quedó en el ruedo.
A propósito de Tendero ya caí, durante la feria, en la tentación del chiste fácil entre su apellido y su futuro. Por seguir en esa línea, hoy alguien hizo la broma de decir, mientras él tundía a mantazos a su primero, ese neologismo taurino de que el toro ‘reponía’ y nos dimos cuenta entonces de que en las tiendas hay ahora un nuevo oficio que es el de ‘reponedor’, por lo cual pensamos que el chico progresa adecuadamente en su inexorable camino hacia el comercio detallista.
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