Plaza de la Real Maestranza de Sevilla
El soborno a la crítica se mantenido con formas distintas en nuestros días. Del sobre se ha pasado a otro tipo de compra más sutil y menos degradante, sólo en apariencia, en la que se compran críticos a cambios de exclusivas, regalos lujosos y otras prebendas, con la nota de que ahora, ante la inexistencia del sobre miserable, se ha establecido el pago por temporadas, lo que elimina intermediarios, apoderados y personajes que arreglan a la prensa.
"...hay que volver al papel de la crítica como parte esencial del mantenimiento de la llama del toreo. La crítica está como la propia fiesta. En algunos sectores, ante el momento delicado que se vive, se considera que es preferible obviar la realidad y se dedican al elogio permanente sin entrar en ningún detalle, sin valorar al toro ni al torero, que siempre son buenos o están muy bien...""
Por Carlos Crivell
La crítica es una de las parcelas más interesantes del periodismo. Es muy atractiva para los medios de comunicación y para los lectores. En general, la crítica se ejerce sobre los espectáculos y materias artísticas. Las páginas dedicadas a la cultura y los espectáculos, así como los suplementos culturales semanales, son los espacios donde la crítica se desarrolla con una mayor intensidad. También abundan en cualquier tipo de revistas, especialmente en aquellas especializadas en el arte y la cultura. Existen distintos tipos de críticas en función de la temática que abordan: crítica literaria, crítica cinematográfica, crítica teatral, crítica musical, crítica de arte (pintura, escultura y arquitectura). Como no podía ser de otra forma, el toreo también ha sido objeto de la crítica desde sus comienzos.
Conviene recordar algunos aspectos de la crítica. Pare ejercer como crítico se deberían reunir las siguientes cualidades: en primer lugar una gran afición y sensibilidad por el arte juzgado; segundo, un profundo conocimiento del mismo, y, finalmente, unos sólidos criterios propios.
En materia taurina, la edad de oro de la crítica taurina es el final del siglo XIX y los comienzos del XX. Son tiempos en los que aparece el término crónica taurina, que incluye la descripción detallada del espectáculo y la opinión crítica del autor. El poder de las críticas era absoluto. De una buena o mala crítica podía depender el futuro de un torero. Ese poder absoluto se ha prolongado hasta hace poco tiempo. De hecho a finales del siglo XX aún tenía una enorme importancia el juicio de los críticos taurinos. Hasta esas fechas funcionó el soborno al crítico, una realidad incuestionable que se traducía en que una parte de los presupuestos de un torero estaba destinado a comprar a los críticos. Ha perdurado de manera generalizada hasta hace unos veinte años, aunque no de forma universal, ya que evidentemente siempre ha habido escritores de toros insobornables.
El soborno a la crítica se mantenido con formas distintas en nuestros días. Del sobre se ha pasado a otro tipo de compra más sutil y menos degradante, sólo en apariencia, en la que se compran críticos a cambios de exclusivas, regalos lujosos y otras prebendas, con la nota de que ahora, ante la inexistencia del sobre miserable, se ha establecido el pago por temporadas, lo que elimina intermediarios, apoderados y personajes que arreglan a la prensa.
En nuestros días, el papel de la crítica se ha modificado de manera llamativa. Es evidente que ya no se influye de forma decisiva en la trayectoria de un torero o una ganadería por medio de una crónica. Ahora, cuando los medios de comunicación son diferentes por su velocidad para llegar a los receptores (aficionados) y por la llegada de la imagen casi instantánea a los ordenadores, la crítica tiene un lugar diferente, no diría que accesorio, pero evidentemente de menos trascendencia que antaño. Este poder ha llegado incluso a desvirtuar al crítico por su nombre y sólo se menciona a los medios. Se tiene en cuenta lo que dice un medio determinado, aunque muchas veces no se sabe quién es autor.
A pesar de la llegada de la red como sistema de mayor difusión para el mundo de los toros, los tradicionales medios de comunicación han mantenido la información taurina, aunque ciertamente con diferente dedicación. Así, los medios escritos siguen con su información y publican crónicas, mientras que la radio y la televisión han bajado en cuanto al tiempo que se ofrece para la Fiesta. Este aspecto, que merece un análisis más profundo, es altamente significativo.
Las radios de difusión nacional se conforman con sus habituales espacios semanales en la noche de los domingos. Algunas radios de ámbito nacional han eliminado la información de toros de su parrilla. El asunto de la televisión es sobradamente conocido. La televisión pública nacional ha eliminado la retransmisión de las corridas. Se limita a un programa de 30 minutos a la semana al que no respeta cuando coincide con otro espectáculo de mayor atractivo (según los programadores).
Las autonómicas se mantienen en buen nivel en cuanto al tiempo que le dedican a la Fiesta (otro asunto en cómo se hace la información). Las locales andan buscando su sitio tras la llegada de la Digital Terrestre (TDT).
Por tanto, la crítica de toros de siempre, la de la prensa escrita (ahora ampliada a la red) ha perdido capacidad de influencia. A nadie debe extrañarle esta situación. Además de los factores apuntados, la propia diversificación de las crónicas ha espesado el mapa. Se siguen valorando las crónicas de determinados periódicos, por mucho que ya no tengan la capacidad de modificar los contratos ni el futuro (para bien o para mal) de los protagonistas. No se debe caer en el error de cuestionar a los críticos por su divergencia de opinión. Sería muy aburrido leer cinco crónicas con el mismo prisma. La queja de que después de leer un texto algunos llegan a pensar que no han estado en la misma corrida carece de valor. El lector debe buscar al crítico que sintoniza con sus criterios y seguir sus informaciones. En la diversidad está la riqueza de este género periodístico.
Por tanto, la crítica de toros de siempre, la de la prensa escrita (ahora ampliada a la red) ha perdido capacidad de influencia. A nadie debe extrañarle esta situación. Además de los factores apuntados, la propia diversificación de las crónicas ha espesado el mapa. Se siguen valorando las crónicas de determinados periódicos, por mucho que ya no tengan la capacidad de modificar los contratos ni el futuro (para bien o para mal) de los protagonistas. No se debe caer en el error de cuestionar a los críticos por su divergencia de opinión. Sería muy aburrido leer cinco crónicas con el mismo prisma. La queja de que después de leer un texto algunos llegan a pensar que no han estado en la misma corrida carece de valor. El lector debe buscar al crítico que sintoniza con sus criterios y seguir sus informaciones. En la diversidad está la riqueza de este género periodístico.
Tal vez sea el momento de reflexionar sobre los motivos de la pérdida de influencia de la crítica. Sería bueno recordar lo que se le debe exigir a un crítico de toros: afición y sensibilidad, conocimiento profundo de la materia y criterios sólidos personales. Habría que añadir más. El estilo es importante. Se supone que quienes ejercen la función crítica saben escribir, con más o menos brillantez, pero que están cualificados para escribir de forma correcta. Hay otro aspecto nada desdeñable. Al crítico, incluso al simple informador, hay que exigirle que informe, que forme y que entretenga. Aquí estamos llegando al meollo del problema actual. Paso de la información, ya que cada uno informa de lo que sabe y basta. También soslayo lo de entretener, que es fundamental, pero que es una condición personal de cada crítico. Para entretener en un texto escrito hay que saber escribir y hacerlo con un estilo adecuado que enganche al lector. En medios audiovisuales, para entretener hay que tener unas dotes especiales que no todos llevan en su genética.
¿Y la formación? ¿Quién está capacitado para formar a los destinatarios de las crónicas y las informaciones? En este punto quiero unificar a la información y a la crítica, que no es lo mismo exactamente, pero que tienen puntos comunes. En la información y en la crítica se puede opinar. Es la personalidad de cada crítico, que aportará sus sólidos criterios personales, la que debe sobresalir para formar a los lectores. La formación de los públicos de toros exige que tengan acceso a textos y opiniones formadas que sean capaces de solidificar los criterios de quienes acuden al espectáculo torero. Si los públicos, por el mero detalle de pagar, tienen reservado un papel importante en el desarrollo de la corrida, mejor será que están formados a través de quienes por su afición, dedicación y conocimiento profundo del toreo ejercen labores de información y crítica.
Se podría pensar en este momento que la falta de influencia de la prensa taurina está justificada por la misma situación de la fiesta. No se trata de insistir sobre el delicado momento del toreo. La tauromaquia ha perdido la situación de privilegio que tenía en España durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX. Este análisis justificaría otro texto. La realidad es que los toros han perdido capacidad de convocatoria. De un lado, la sociedad ha derivado a unos posicionamientos de defensa de los animales que no ayudan al toreo. En aras de un falso ecologismo, se han desarrollado campañas feroces en contra. Sin entrar en detalles, nadie ama tanto al toro como los protagonistas de la Fiesta y los aficionados. El toreo no ha sabido venderse. Se ha dormido en sus laureles. Así hemos llegado a un momento crítico. En esta vorágine, las corridas se contemplan por muchos como un espectáculo bonito como parte de sus celebraciones, hay festejos que no se conciben sin los toros, y ahí están, superviviendo con un número variable de asistentes y muy pocos entendidos en los tendidos para emitir juicios sobre lo que ocurre en el ruedo. Hay menos aficionados que conozcan los entresijos de la corrida. Para colmo, quienes son los protagonistas y tienen el toreo en sus manos (toreros, ganaderos, empresarios, políticos y gentes del toro en general) no se han preocupado de divulgar la grandeza del toreo, sino que se han entretenido en manipular y deteriorar los festejos, que en lugar de seguir siendo un encuentro de emociones, ahora son espectáculos altamente cuestionados por el toro manipulado que se lidia, por el propio desarrollo de la corrida y porque se ha minimizado esa sensación imprescindible de que los lidiadores son unos héroes.
Seguro que alguien pensará que el peligro siempre está presente. Es evidente, pero tampoco se podrá negar que ahora se suceden festejos de mínimo contenido. Se ha llegado a un toro que casi siempre da lástima por su escasa movilidad. También alguien dirá que el toro de ahora es el más bravo de la historia. No es lugar de entrar en ese análisis. Sólo hay que dejar constancia de que la mayoría de las corridas de nuestros días apenas tienen emoción. Es el logro de los taurinos. Estos detalles, junto a los ya reseñados, han logrado que la corrida haya perdido intensidad y que el lugar de la fiesta en la sociedad actual sea muy diferente al del pasado.
Nadie debe asustarse. La fiesta es muy grande y soporta muchas cosas, incluso a quienes desde dentro la han desvirtuado. Ha bajado su presencia en la sociedad, pero persistirá por siempre, salvo que se multipliquen de forma desaforada estos ataques internos. Se impone una regeneración moral del toreo, sobre todo de sus protagonistas, que deben unir sus fuerzas para lograr un nuevo marco. Algunos intentos loables como la Mesa del Toro lo han intentado, pero entre las asociaciones que la conforman hay intereses muy divergentes. Algunos, aunque parezca imposible, están muy satisfechos de la situación actual porque les permite seguir logrando muchos beneficios. Una buena parte de la afición está esperando que la Mesa realice una declaración de intenciones para defender la pureza del toreo o para condenar la utilización de las fundas, que pueden ser una forma solapada de manipulación de las astas. Ello implicaría la condena de muchas ganaderías, que son parte esencial de la Mesa del Toro.
A pesar de todo, la Fiesta es consustancial a España y debe mantenerse. Para conseguirlo, hay que cuidar a quienes acuden a las plazas, no hay que preocuparse de la bajada de asistentes, hay que intentar ofrecer un gran espectáculo, porque sólo la pureza del toreo la mantendrá viva en la sociedad. La mejor propaganda de la corrida es la fiesta en su mayor pureza. Si continúa como en nuestros días el camino puede ser irreversible. A las plazas deben acudir quienes se sientan identificados con la tauromaquia, aquellos que quieran conocerla a fondo, y no habrá entonces mayores problemas. Pero hay que hacer una gran Fiesta.
Y en este apartado hay que volver al papel de la crítica como parte esencial del mantenimiento de la llama del toreo. La crítica está como la propia fiesta. En algunos sectores, ante el momento delicado que se vive, se considera que es preferible obviar la realidad y se dedican al elogio permanente sin entrar en ningún detalle, sin valorar al toro ni al torero, que siempre son buenos o están muy bien. Esta posición es bastante frecuente. La tesis de algunos es que la mejor forma de ayudar al toreo es olvidar la crítica. Estas tesis contaminan a los públicos que carecen de la adecuada formación, que se han contagiado del todo vale de algunos sectores críticos. Algunas comunidades, como Andalucía, son un ejemplo de información sin crítica, la todo el mundo es bueno, que lentamente se ha implantado en sus plazas de toros. Hay poca influencia, pero la que hay es altamente perniciosa por la carencia de objetividad y realismo.
La crítica de toros debería volver a tener un lugar preeminente en la Fiesta. La profusión de medios enturbia el panorama. Escasean los informadores y críticos con afición, conocimientos y personalidad. Quienes acuden a las plazas ya no se informan por las opiniones de los críticos influyentes. Así las cosas, las plazas se llenan de personas con buenas intenciones pero muy poca formación. Sería preciso filtrar a quienes tienen acceso a los medios de comunicación.
La proliferación (sobre todo en la red) ha propiciado que haya una cantidad ingente de críticos, muchas veces carentes de esas cualidades enunciadas para poder ejercer la función crítica. Si la crítica ganara credibilidad, los públicos que acudirían a las plazas estarían mejor preparados. Así, por ejemplo, nunca se pediría el indulto para un toro que no ha cumplido con los mínimos en el tercio de varas. Pero esos indultos se piden, entre otras cosas, porque quienes tienen el sagrado deber de formar a los aficionados consideran que el indulto es una maravilla siempre, aunque no haya un juicio mínimo sobre las condiciones reales del toro indultado. El indulto es la bandera que algunos enarbolan para defender al toreo.
Hay aspectos de la corrida que deberían ser innegociables. Una cosa es la opinión subjetiva; otra, que hay asuntos que no se deben cuestionar, como los mínimos que debe reunir un toro para ser indultado o la simple crítica a la presencia diaria de toros manipulados en la plazas. En tanto no se unifiquen estos criterios, con los problemas que hay en el toreo, con estos salvadores a toda costa que cantan que todo el mundo es bueno, la afición estará cada vez más deformada. Y sólo el conocimiento, y por tanto la exigencia de integridad y pureza, podrá salvar a estas actividades como el toreo que viven momentos de incertidumbre en cuanto su futuro.
Fuente: http://www.sevillatoro.com/
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