EL DINERO SE LO LLEVA EL AIRE
Rafael Gómez, “El Gallo”.
Por Aquilino Sánchez Nodal
Madrid, 3 de Septembre de 2010
La seguridad con que somos capaces de dirigirnos e incluso interpelar a
Repentinamente sentimos escrúpulos y una aparente vergüenza para reconocer una afición que amamos sin comparación y diferente a cualquier otro sentimiento, nos rendimos al silencio y la falsa indiferencia justificada como necio respeto hacia los farsantes, salvajes e intransigentes que nos insultan y que piensan que nos ofenden.
La indiferencia es un buen sistema de eludir la responsabilidad pero ese no es el caso de los que nos llamamos “aficionados a la Fiesta Nacional”.
Los defensores de los animales que comiencen su tarea por los miembros de su familia y después que continúen por toda la especie humana hasta concluir en el atún rojo, que es el color preferido del “chorizo”.
Nos encontramos ante un problema que pudiera llegar a ser el ocaso de las corridas de toros. Todos los aficionados conocemos a los culpables e intuimos la solución. La gangrena que descompone la verdad de la Fiesta comienza en el mismo instante en que los juegos con toros se profesionalizan, se reglamentan y estructuran para que se auto financien. Surgen los empresarios taurinos, los presidentes de asociaciones que nos engañan con promesas en defensa del público y perpetuidad de los espectáculos taurinos. Surgen los toreros sindicalistas, la jauría de “trincones” merodeadores y los políticos aprovechados. ¡A dios al romanticismo, la valentía, la tradición, el arte y el colorismo!.
El espectáculo nacional camina a grandes empellones que lo han sacado de quicio, se han convertido en el evento más caro que se pueda organizar de manera individual, ha quedado para recreo y resplandor de la clase adinerada.
Nada más lejos del espíritu con el que fue creado. José Gómez, “Joselito”, hombre capaz, sabio y emprendedor, además del mejor torero de su época, había dicho: - “Si una entrada, para ver una corrida de toros, en una plaza de 1.000 localidades, cuesta 20 pesetas, en una plaza para 10.000 espectadores costaría 2 pesetas”. No contaba con la avaricia de los poderosos y los insaciables regidores de asociaciones interesadas.
La diferencia del negocio taurino se sustentaba en su parte bohemia, “chulesaca”, romántica y dicharachera. ¡Todo se ha ido a hacer gárgaras!. Ya no se bebe, en las tascas de Madrid, a la salud de los toreros, no se torea de salón, con la mano abierta, en las tertulias de taberna, ni los chavales juegan al toro debajo de las acacias en el “descampao” frente a su casa. Pocas veces se reúnen en un café céntrico, toreros de cartel, ganaderos de postín y aficionados de campanillas.
El negocio del toro ha ganado en categoría comercial por la vanidad de presumidos clientes de feria de lujo. Un famoso empresario usa como amuleto, los días de lidia en su plaza, un brillante enorme, ¡todo un símbolo de con quien nos jugamos los cuartos!.
No todo son lamentaciones. Desde hace un tiempo a esta parte los tendidos se tiñen de colores por el aumento de asistencia femenina que desborda porque las damas han tomado la bandera de la afición a las corridas de toros, ya no se asuntan de nada, ni de ratones, ni de antis, ni de tragedias; a lo más, ocultan la mirada tras unas gafas de sol que las presta cierta seguridad y manejan graciosamente.
El público de la Fiesta debemos volver a ser de “rompe y rasga”. Paladeemos los recuerdos taurinos y participemos con nuestro aliento las suertes divinas ejecutadas con sentimiento por un matador valiente que se juega la vida para disfrute y emoción de las gentes sencillas, unidas, sin resentimientos, en un solo grito, ¡Viva la Fiesta Nacional!.
Aquilino Sánchez Nodal.
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