Toro de la ganadería de "Cuadri", nº 12, "Podador",
premiado en San Isidro y al que Iván Fandiño le cortó una oreja
En la Opinión de Pepe Mata:
Sin la emoción del toro auténtico y del torero de verdad… ¿qué queda?
José Mata / México /Toro es toro/
El interesantísimo artículo de mi dilecto amigo y colega, Rodolfo Ramírez… Un brindis en homenaje a la miseria taurina, nos ha llevado a más reflexiones, con relación a lo que en general le hace falta a la Fiesta Brava, para que vuelva a impactar y trascienda, para que emocione y desquicie, al espíritu del diletante taurino.
Sin la emoción del toro bravo, del toro encastado, del AUTÉNTICO TORO, todo lo demás queda en una mera anécdota agradable, curiosa… sí, pero sin la menor trascendencia.
No sólo en México hace falta poner atención en este rubro, mientras aquí deambula una mansedumbre bobalicona y un inadmisible empequeñecimiento del toro, por una supuesta pero estentórea falta de edad; hemos visto, como, por ejemplo, en Madrid, a pesar de que ahí sí se lidia el toro con edad, han aparecido muchos encierros que enseñaron la mansedumbre, el descastamiento tan asfixiantes como reprobables, y todo ello conlleva a la ruptura de la magia, de los actos heroicos que conduzcan a esa intensa emoción para el recuerdo perenne, que provoca estar un día sí y otro también, en las plazas de toros.
Lamentablemente, los ganaderos… hacedores del TORO BRAVO, han sucumbido ante las pretensiones de las figuras, no de ahora, sino desde hace ya varios años, y mientras en México se ha consolidado el pequeñajo bobo de muchos, muchísimos pases, que al final deja vacío al espíritu de quien degusta del arte de la tauromaquia, por la falta del sólido contenido muy a pesar de una estética engañosa; en España, con todo y que sí tengan la edad, y sean más grandones, por ese sólo hecho y a favor del torero, se ha reducido la casta y la bravura en algunas ganaderías, con el fin de que sea menos -o no sea- agresivo en sus embestidas.
Claro que aquí están entre la espada y la pared los criadores del toro bravo, ya que si no reducen la casta y la bravura, haciendo el toro comercial, tontón, los toreros no aceptan determinadas ganaderías, aunque en todo esto vayan en detrimento del propio espectáculo, y de los intereses del respetable, que busca en su espectáculo favorito el toro auténtico para el torero de verdad.
Y justo ahí… en el toro auténtico para el torero de verdad, está la grandeza de la Fiesta Brava.
Una grandeza, que además está sustentada en esa liturgia que la envuelve, que le da sustento y razón de ser, desde que nace el toro bravo en las dehesas y el hombre acepta la investidura de torero, convirtiéndose así el torero, en un oficiante que celebra el acto litúrgico, místico, para sus feligreses, que son los aficionados que llenan los cosos, en dónde la esencia de la Fiesta está en el toro auténtico para el torero de verdad, y la razón de ser del espectáculo taurino la detenta… el público.
Por ello, si el toro bravo y encastado no está en el ruedo y el torero se resiste a enfrentarlo exigiendo un pequeñajo o bovino comercial, se rompe ese círculo mágico, devaluando lamentablemente a ese maravilloso e irrepetible acto litúrgico, en un evento frívolo y trivial.
No obstante…
Los elementos fundamentales… la casta y la bravura, parecen ser, en este momento, bienes inmateriales de la Fiesta casi en extinción, por un afán de conseguir un espectáculo triunfalista… frívolo, pero en su conjunto intrascendente.
Es responsabilidad, labor del ganadero devolverle al toro su casta y su bravura, y del torero devolverse a sí mismo su verdad y razón de ser, para que la Fiesta en verdad vuelva a trascender con luminosidad.
Mientras este mal no encuentre necesario remedio, no estaría mal, que en España (y que en México se siga ese ejemplo), no sólo se devuelvan los toros o novillos inválidos, sino también se regresen a los corrales, los toros mansos y descastados, porque dentro de la integridad que debe salvaguardarse en el TORO… están fundamentalmente la casta y la bravura, así como la fortaleza para embestir, lo que en su conjunto guíe a la desquiciante emoción al gran público, y provoque hazañas heroicas en los redondeles del mundo.
Sin la emoción del toro bravo, del toro encastado, del AUTÉNTICO TORO, todo lo demás queda en una mera anécdota agradable, curiosa… sí, pero sin la menor trascendencia.
No sólo en México hace falta poner atención en este rubro, mientras aquí deambula una mansedumbre bobalicona y un inadmisible empequeñecimiento del toro, por una supuesta pero estentórea falta de edad; hemos visto, como, por ejemplo, en Madrid, a pesar de que ahí sí se lidia el toro con edad, han aparecido muchos encierros que enseñaron la mansedumbre, el descastamiento tan asfixiantes como reprobables, y todo ello conlleva a la ruptura de la magia, de los actos heroicos que conduzcan a esa intensa emoción para el recuerdo perenne, que provoca estar un día sí y otro también, en las plazas de toros.
Lamentablemente, los ganaderos… hacedores del TORO BRAVO, han sucumbido ante las pretensiones de las figuras, no de ahora, sino desde hace ya varios años, y mientras en México se ha consolidado el pequeñajo bobo de muchos, muchísimos pases, que al final deja vacío al espíritu de quien degusta del arte de la tauromaquia, por la falta del sólido contenido muy a pesar de una estética engañosa; en España, con todo y que sí tengan la edad, y sean más grandones, por ese sólo hecho y a favor del torero, se ha reducido la casta y la bravura en algunas ganaderías, con el fin de que sea menos -o no sea- agresivo en sus embestidas.
Claro que aquí están entre la espada y la pared los criadores del toro bravo, ya que si no reducen la casta y la bravura, haciendo el toro comercial, tontón, los toreros no aceptan determinadas ganaderías, aunque en todo esto vayan en detrimento del propio espectáculo, y de los intereses del respetable, que busca en su espectáculo favorito el toro auténtico para el torero de verdad.
Y justo ahí… en el toro auténtico para el torero de verdad, está la grandeza de la Fiesta Brava.
Una grandeza, que además está sustentada en esa liturgia que la envuelve, que le da sustento y razón de ser, desde que nace el toro bravo en las dehesas y el hombre acepta la investidura de torero, convirtiéndose así el torero, en un oficiante que celebra el acto litúrgico, místico, para sus feligreses, que son los aficionados que llenan los cosos, en dónde la esencia de la Fiesta está en el toro auténtico para el torero de verdad, y la razón de ser del espectáculo taurino la detenta… el público.
Por ello, si el toro bravo y encastado no está en el ruedo y el torero se resiste a enfrentarlo exigiendo un pequeñajo o bovino comercial, se rompe ese círculo mágico, devaluando lamentablemente a ese maravilloso e irrepetible acto litúrgico, en un evento frívolo y trivial.
No obstante…
Los elementos fundamentales… la casta y la bravura, parecen ser, en este momento, bienes inmateriales de la Fiesta casi en extinción, por un afán de conseguir un espectáculo triunfalista… frívolo, pero en su conjunto intrascendente.
Es responsabilidad, labor del ganadero devolverle al toro su casta y su bravura, y del torero devolverse a sí mismo su verdad y razón de ser, para que la Fiesta en verdad vuelva a trascender con luminosidad.
Mientras este mal no encuentre necesario remedio, no estaría mal, que en España (y que en México se siga ese ejemplo), no sólo se devuelvan los toros o novillos inválidos, sino también se regresen a los corrales, los toros mansos y descastados, porque dentro de la integridad que debe salvaguardarse en el TORO… están fundamentalmente la casta y la bravura, así como la fortaleza para embestir, lo que en su conjunto guíe a la desquiciante emoción al gran público, y provoque hazañas heroicas en los redondeles del mundo.
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