y hacia Casa Patas me encamino para que nadie tenga que contarme el concierto del trío formado por Josemi Carmona, Javier Colina y Bandolero. ¡Prefiero contármelo yo!
Música, suerte y dicha
Despierto de mi descanso nocturno sin que los síntomas de catarro hayan remitido y, además, con un globo ocular enrojecido por sanguíneas tonalidades. ¿Efecto del hosco aire de estos días pasados? ¿Daño colateral del enfriamiento? ¿De tanto salir de noche ha terminado por pegarme un mordisco Drácula? No en vano estoy releyendo Un lugar incierto, de la gran Fred Vargas, que va de vampiros… De cualquier modo, tres toses y un ojo tonto no van a aguarme la velada, y hacia Casa Patas me encamino para que nadie tenga que contarme el concierto del trío formado por Josemi Carmona, Javier Colina y Bandolero. ¡Prefiero contármelo yo!
Lleno hasta la bandera. No vemos por allí al timón a Antonio Benamargo, pues anda de gira por el norte con Pansequito. Sí –siempre bien apostada y cámara en ristre- a Anya Bartels-Suermondt, que viene de tirar fotos en el campo a Fandiño, cuya temporada va a seguir para deleite nuestro. Es una suerte para el flamenco y el toro contar con miradas como la suya. Yo, al menos, creo que es bonito que, aquello que sucede en un ambiente artístico, sean también artistas quienes –en este caso, mediante la imagen- lo narren. Sí echo de menos a algún dibujante. Ayer encontré, en una vieja revista, un perfil que hizo en París a mi tía María –en su época con los Ballets Rusos de Diaghilev- Einar Nerman, que retrató también a Eleonora Duse, Alla Nazimona, Greta Garbo, Pavlova y otras grandes damas de la escena de entonces, y, la verdad, me pregunté dónde andarán en el flamenco –y en la escena de hogaño- los dibujantes, los magos del lápiz, que casi han desaparecido incluso en el planeta de los toros, cuyos habitantes hace tanto que hemos dejado de disfrutar en la prensa del apunte de la corrida. ¡Ya aparecerán, digo yo!
Josemi, primero en tomar asiento en el escenario, está prácticamente recién llegado a Madrid, pues anoche tocó –con Diego del Morao, Antonio Sánchez, Paquete, Paco Heredia, Montse Cortés, Potito, Farru…- en la velada de homenaje a Paco celebrada en la Sala Apolo de Barcelona, que Chiki Porrina va a traer en breve también a Madrid. Hoy aquí y mañana allí, como en el fandango.
En cuanto a lo de hoy, el trío presenta tanto números propiamente flamencos –alegrías, tangos…- como otros en los que sus integrantes siembran de acentos hondos y jazzísticos versiones de, por ejemplo, composiciones de la mexicana Consuelo Velázquez, de la que interpretan Verdad amarga, quizá porque es eso, la amarga verdad, lo que a menudo descubre uno después del Bésame mucho de la misma autora. Creo que los tangos van a gustar, y más que eso, al melómano cuando el disco salga al mercado si es que el terceto, como se propone, entra a grabar al estudio dentro de dos o tres meses.
Y es también de esperar que la propuesta de esta noche vaya a encontrar cabida en bastantes escenarios, pues viene de la mano de artistas hace tiempo cuajados, con las ideas muy claras y que, por haber tocado juntos con gran frecuencia, se entienden a la perfección. Si la granazón artística de Josemi Carmona ha culminado en la madurez audaz pero sin aspavientos de un músico de finísimo oído que apuesta por la sutileza y cuyas falsetas, como el lápiz de Nerman, dicen mucho a partir de poco, Colina siempre pigmenta con colores propios los temas que aborda (uno de los momentazos de la noche lo protagonizó él, contrabajeando por fandangos en tiempo caracolero). En cuanto a Bandolero, es uno de los grandes exponentes del giro tomado por la percusión flamenca, en virtud del cual el percusionista, lejos de ser un mero acompañante rítmico, podría decirse que interpreta y aporta –para quien tenga oído- sus propias falsetas con el cajón, el plato o –en su caso- incluso con la percusión sobre los muslos.
La gala destiló mucho jugo, los artistas no pudieron esquivar el bis y la concurrencia, abajo, hablaba luego maravillas, ración va y cuenta viene de punta a punta de la barra. Hoy he posado la vista sobre el título de una novela: La gente feliz lee y toma café. Claro. Y también escucha música y saborea una copita, ¿no? O eso me parece…
¡Suerte al trío y felicidad para todos!
Foto: José Luis Chaín
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