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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 5 de julio de 2015

Valencia: Julio... y agosto. / por Paco Delgado

 
 
"...Que una ciudad con un millón de habitantes, con una Unión Taurina que controla más de seis mil aficionados, con la tradición y arraigo que tienen aquí el toro y su cultura, con la cantidad de viajeros que llegan cada día... no sea capaz de competir con ferias como, por ejemplo, Santander o Mont de Marsan, y se equipare a las de Roquetas de Mar o Tudela, es, cuando menos, triste. Muy triste.::"

135 años después, la feria de julio vuelve a las tres corridas.

Paco Delgado

C
omo ya viene siendo habitual en esta plaza y con esta empresa, se agotó el límite de tiempo para la presentación de los carteles que componen lo que será la feria de julio de Valencia de este año. La espera, una vez más, de la decisión de José Tomás, finalmente negativa, una vez más, fue la causa de esta demora.

Tres serán, definitivamente, las corridas que se den en este ciclo - la misma cifra que en las ferias de los dos primeros años de vida del coso de Monleón e idéntica a la de la primera feria de julio que se celebró con esta denominación, la de 1871- más una novillada con picadores y otra sin caballos, repescada de fallas tras la suspensión entonces por mal tiempo.
Y aunque no están los tiempos para tirar cohetes -ni para tirar nada- no parece que sea una feria que responda ni a la tradición del serial -135 años cumplirá en 2016- ni a la categoría de la plaza ni a la importancia de la ciudad. Ni a la relevancia de la empresa que la organiza. Miras hacia el norte y es como si se nos cayese el alma a los calcetines. Claro que, se dirá, que la gente no está por la labor, que hacer una feria más larga es perder tiempo y dinero... pero, siendo verdad, lo es de manera relativa. Como casi todas las verdades. Todo esto es un círculo vicioso: si no hay carteles redondos no hay gente, si no hay gente no puede haber carteles redondos, y mucho menos, muchos carteles redondos.

Pero, al igual que Alejandro Magno se deshizo del complicadísimo nudo gordiano con un tajo de su espada, algo habrá que hacer con la feria de julio si no se quiere que, al final, Valencia se limite a fallas.
Cuatro funciones mayores se antoja un banquete escaso para agasajar a tan distinguida afición, habida cuenta que ya hace años que se decidió prescindir de la fiesta no ya en abril y junio, meses en los que siempre se abrió la plaza para dar toros, sino también en agosto y septiembre -hasta no hace tanto se daban corridas en estos meses y la afluencia de público no era de despreciar- y que tampoco ya este año hubo corrida del Día de la Virgen ni habrá toros para celebrar el Día de la Comunidad Valenciana, fecha que hace casi treinta años sirvió para que la ciudad del Turia fuese de las pocas -Madrid, Nimes...- con tres ferias en su calendario y que no se supo aprovechar ni convertir en algo sólido y duradero. Los intereses particulares, una vez más, pudieron y prevalecieron sobre los generales.

Pero ya que estamos en estas, no tiremos también por la borda la de julio, origen y modelo de cuantas se han creado y conforman el ciclo anual taurino. El secreto está, como siempre, en querer, y, luego, en trabajar. En currar duro y en serio, en estar al pie del cañón y lograr convencer al cliente de que tu producto es de primera calidad.
Claro que para eso el vendedor debe estar convencido de lo que vende y si lo que se pretende es dar de mano cuanto antes, pues entonces no se vende ni una escoba. Y la culpa también hay que atribuirla, otra vez, al taurineo: no puede ser que con venir una vez al año a esta plaza se haya cumplido. Repasen la historia y comprueben que las grades figuras siempre han dado la cara. Y más cuando ha hecho falta.

Que una ciudad con un millón de habitantes, con una Unión Taurina que controla más de seis mil aficionados, con la tradición y arraigo que tienen aquí el toro y su cultura, con la cantidad de viajeros que llegan cada día... no sea capaz de competir con ferias como, por ejemplo, Santander o Mont de Marsan, y se equipare a las de Roquetas de Mar o Tudela, es, cuando menos, triste. Muy triste. Y ojalá el mal no crezca, porque, a este paso, cualquier día -y más con la creciente marea antitaurina instalada ya en los sillones del poder- los toros por julio y en Valencia no serán sino recuerdo.
 
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